Las cuatro razones por las cuales no le damos al calentamiento global la relevancia que merece
Paul Krugman
Hace unos días, The New York Times publicó una nota sobre la desecación del Great Salt Lake o Gran Lago Salado. no estamos hablando de un acontecimiento hipotético en un futuro lejano: el lago ya ha perdido dos tercios de su superficie y los desastres ecológicos parecen inminentes. Lo que me ha parecido en verdad aterrador del informe es lo que la falta de una respuesta eficaz a la crisis del lago dice sobre nuestra capacidad para responder a la amenaza mayor y, de hecho, existencial del cambio climático.
Si no te aterra la amenaza que supone el aumento de los niveles de gases de efecto invernadero, es que no estás prestando atención, algo que, por desgracia, mucha gente no hace. Y aquellos que son o deberían ser conscientes de esa amenaza, pero que obstaculizan la acción en aras de los beneficios a corto plazo o de la conveniencia política están, en un sentido real, traicionando a la humanidad.
Dicho esto, el hecho de que el mundo no actúe sobre el clima, aunque sea inexcusable, también es comprensible. Porque el calentamiento global es un problema que casi parece diseñado para hacer que la acción política sea difícil. De hecho, la política del cambio climático es difícil por al menos cuatro razones.
En primer lugar, cuando en la década de 1980 los científicos empezaron a alertar sobre el problema, el cambio climático parecía una amenaza lejana, una cuestión que afectaría a las generaciones futuras. Algunos todavía lo ven así. Este punto de vista es un error garrafal: ya estamos viendo los efectos del cambio climático, en gran parte en forma de un aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos.
El segundo problema del cambio climático es que todavía no es visible a simple vista, al menos para quienes no lo quieren ver. Después de todo, el clima fluctúa. Las olas de calor y las sequías ya existían antes de que el planeta empezara a calentarse; las olas de frío siguen produciéndose incluso con un planeta en promedio más cálido que en el pasado. no hace falta un análisis sofisticado para demostrar que hay una tendencia persistente al alza de las temperaturas, pero a mucha gente no le convence ningún tipo de análisis estadístico, sofisticado o no, sino la experiencia en bruto.
Luego está el tercer problema: hasta hace poco, parecía que cualquier intento importante de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero tendría costos económicos significativos. Los cálculos serios de estos costos siempre eran mucho más bajos de lo que afirmaban los antiambientalistas, y los avances tecnológicos en materia de energías renovables han hecho que la transición a una economía de bajas emisiones parezca mucho más fácil de lo que cualquiera podría haber imaginado hace 15 años. Aun así, el miedo a las pérdidas económicas ha contribuido a bloquear la acción climática.
Por último, el cambio climático es un problema global, que requiere una acción global y ofrece un motivo para no actuar. Cualquiera que inste a Estados Unidos a actuar se ha encontrado con el argumento contrario: “no importa lo que hagamos, porque China seguirá contaminando”. hay respuestas a ese argumento: si algún día nos tomamos en serio las emisiones, habrá que incluir los aranceles sobre el carbono. Pero no cabe duda de que es un argumento que afecta el debate.
Estas cuestiones son explicaciones para la inacción sobre el clima, no excusas. Pero el tema es que ninguna de estas explicaciones de la inacción medioambiental se aplica a la muerte del Great Salt Lake. Sin embargo, los políticos parecen no querer o no poder actuar. recordemos que no estamos hablando de cosas malas que puedan ocurrir en un futuro lejano: gran parte del lago ya ha desaparecido y la gran mortandad de la fauna podría empezar desde este verano. Y no hace falta un modelo estadístico para darse cuenta de que el lago se hace más pequeño.
Desde el punto de vista económico, el turismo es una industria enorme en Utah. ¿Cómo le irá a esa industria si el famoso lago se convierte en un desierto envenenado? ¿Y cómo es posible que un estado al borde de la crisis ecológica siga desviando el agua para mantener exuberantes pastos verdes que no sirven para ningún propósito económico esencial?
Por último, no estamos hablando de un problema global. Es cierto que el cambio climático global ha contribuido a reducir la capa de nieve, que es una de las razones por las que el Gran Lago Salado se ha reducido. Pero una gran parte del problema es el consumo local de agua: si se pudiera frenar ese consumo, Utah no tendría que preocuparse de que sus esfuerzos fueran anulados por alguien en China o por cualquier otra razón.
Premio Nobel de Economía