Las promesas de la genética son enormes: desde recrear animales extintos hasta asegurar nuestra propia supervivencia humana en la Tierra. Pero ¿qué papel juega la genética?
Cuando hablamos de genética, nos imaginamos superhumanos, “mejores versiones” de la humanidad, personas cuyo ADN ha sido alterado para mejorar sus habilidades, para sobrevivir a múltiples enfermedades. Pero esas son visiones de la literatura distópica o de las tramas de las películas de ciencia ficción, no de la vida real.
George Church, genetista líder en esa disciplina de la Universidad de Harvard, opina al respecto que “hay un malentendido sobre que podría ser un humano perfecto, o incluso un superhumano. A menudo es una contrapartida”, dijo a DW. “Cuando ganas algo, también pierdes algo. Las características que te gustan de una bicicleta no son aptas para un auto de carrera o un jet”.
Church ha trabajado en genética durante décadas. Fue uno de los primeros científicos en secuenciar el genoma humano. También fue pionero en el desarrollo de la ingeniería del genoma.
Editar genes humanos permite cambiar vidas
La ingeniería genética, también conocida como edición de genes o de genoma, es una tecnología que se usa como si fueran tijeras, para eliminar genes que, por ejemplo, transmiten enfermedades hereditarias.
De hecho, la tecnología nos permite agregar, eliminar o alterar el material genético que se encuentra en el ADN de cualquier organismo: esa molécula compleja que contiene los componentes básicos únicos de cada ser vivo.
De Mendel a la genética actual
Gregor Mendel descubrió las reglas básicas sobre la transmisión por herencia genética en 1865, a través de experimentos de cruce de plantas. Gracias a esos experimentos, existe lo que llamamos genética.
Los primeros descubrimientos de Mendel han permitido a los científicos secuenciar genomas, incluido el de virus como el SARS-CoV-2, e identificar los genes responsables de más de 5.000 enfermedades raras.
Nos han dado una mejor comprensión de cómo funcionan los genes, y mejorar los diagnósticos y terapias para las enfermedades. Church se ha centrado en usar la genética para revertir el proceso de envejecimiento.
La genética puede eliminar ciertas enfermedades hereditarias manipulando el ADN.
Mejores medicamentos y sociedades más justas
George Church y otros genetistas esperan revertir los efectos de las enfermedades crónicas relacionadas con la edad, como la diabetes, la degradación cognitiva y las enfermedades del corazón. Esperan prevenir enfermedades que causan pobreza.
“Muchas personas siguen siendo pobres, porque pasan mucho tiempo lidiando con enfermedades infecciosas y alimentándose mal. [Con la investigación genética], podríamos obtener un círculo virtuoso en lugar de un círculo vicioso. Y eso es muy emocionante para mí”, afirmó Church.
“También podríamos tener que abandonar el planeta por razones que no son humanas, como asteroides, erupciones solares, supervolcanes, cosas así. Eso puede requerir alguna medicina poderosa, incluida la medicina genética, para hacernos resistentes a la radiación y a la baja gravedad, entre otras cosas”, aseguró.
La ética de la genética
Pero estos temas abarcan también una serie de cuestiones éticas y filosóficas que, según algunos expertos, aún no se han abordado. Por ejemplo, la cuestión de qué es lo que nos hace humanos y quién puede decidir qué genes cambiamos.
“El problema con la edición de genes y la terapia génica siempre han sido las generaciones futuras”, dijo Jan Witkowski, profesor de la Escuela de Graduados en Ciencias Biológicas de Cold Spring Harbor, Nueva York. “Si la terapia génica altera un óvulo, entonces ese cambio se hereda de generación en generación”, resumió. Y esas futuras generaciones, naturalmente, no tienen ni voz sobre si quieren que se haga ese cambio.
La genética ha facilitado el desarrollo de la medicina personalizada. También se han creado registros de datos genéticos, aunque algunos investigadores crean que no son representativos para toda la población.
Además, es una ciencia muy costosa.Church explicó que la tecnología puede volverse más asequible, como internet y, hasta cierto punto, como el agua y la educación, pero ninguno de ellos “son verdaderamente equitativos”, concluyó.