Referentes internacionales que utilizan la palabra como medicina se reunirán para revisar en Buenos Aires la evidencia disponible; apuestan al diálogo profundo con el enfermo

Fabiola Czubaj

La disciplina se abre camino para ayudar a los pacientes a encontrar alivio; habrá un congreso

El mes que viene, referentes internacionales que utilizan la palabra como medicina para ayudar a superar dolencias físicas se reunirán en el país para revisar evidencia disponible sobre la psicosomática, una disciplina que busca abrirse camino en el sistema sanitario local para brindar alivio a los pacientes y reducir costos de atención al prevenir que vuelvan a enfermar cuando eso depende de algún malestar psicológico o emocional.

En la sede argentina de uno de los centros acreditados en el mundo para la formación de psicosomatólogos afirman que hay apenas una decena de profesionales de la salud –entre psicólogos, psiquiatras y médicos– que cuentan con esa certificación de la Asociación Internacional de Psicosomática Pierre Marty, con base en Francia. Así lo explican dos de esos especialistas locales con experiencia en la atención de pacientes con enfermedades autoinmunes o que se manifiestan con crisis, como el asma, entre otras.

Otras aplicaciones “con muy buenos resultados”, según detallan, incluyen a los pacientes que están en recuperación posquirúrgica, terapia intensiva o, también, con una enfermedad crónica o sin cura, que seguirá su curso, pero en los que el alivio de síntomas o dolencias ayuda a prevenir posibles complicaciones.

“La medicina va aceptando cada vez más la intervención del desarrollo mental en la salud física”, señala Carlos Calatroni, director del Instituto Argentino de Psicosomática Pierre Marty (Iappm) y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina y la Asociación Internacional de Psicosomática. “Las enfermedades a crisis son muy alcanzables con la psicoterapia psicosomática. En las enfermedades crónicas, como la diabetes o una afección neurológica, como el Parkinson, se puede ayudar a la persona a manejar mejor una enfermedad que seguirá su evolución”, señala Calatroni, exjefe de la Sección Psicosomática del Instituto de Cardiología Fundación Pombo de Rodríguez de la Academia Nacional de Medicina.

Con Karina Soldati, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, secretaria del Iappm y secretaria científica de la entidad internacional, están al frente del próximo Congreso Internacional de Psicosomática. El encuentro será en la Universidad Barceló (avenida Las Heras 1907), el último fin de semana del mes que viene (sábado 29 y domingo 30 de octubre), y está destinado a médicos generalistas, psicólogos, psiquiatras y estudiantes avanzados de carreras de ciencias de la salud, según se puede consultar en el sitio online www. barcelo.edu.ar.

Un abordaje diferente

En la sede porteña del Iappm, en la esquina de las avenidas Callao y Santa Fe, Calatroni y Soldati reciben a la nacion para hablar sobre el trabajo del psicosomatólogo en el equipo de salud y, también, de las diferencias con la terapia psicológica y el tratamiento psiquiátrico.

Ambos se formaron hace ya varios años en Francia con Pierre Marty, fundador de la Escuela de Psicosomática de París en los años 50. En esa ciudad, como destacan, funciona el único hospital que recibe exclusivamente pacientes con patología somática, a quienes se trata solo a través de la palabra. La apertura de una unidad especializada fue tan efectiva que redujo desde finales de los 70 los costos de atención en el sistema público francés.

La teoría postula que la enfermedad no es solo “una calamidad”, sino también una oportunidad que tiene el organismo para reorganizarse. “Se aleja de la idea de ‘enfermedad psicosomática’ para considerar al ser humano en sí un ser psicosomático, con un modelo de intervención económico capaz de discernir las posibles alteraciones en su equilibrio –explica Soldati–. Eso puede ocurrir en diferentes áreas: psíquica, somática y del comportamiento, que son los tres grandes reguladores psicosomáticos. Es decir que el síntoma físico es una defensa, al igual que el síntoma psíquico y comportamental”.

Uno de los ejemplos que cita como una de las expresiones más evidentes de la somatización suele verse en las salas de atención pediátrica: las manifestaciones alérgicas.

“Es común ver bebés totalmente brotados junto con madres desbordadas emocionalmente –apunta Soldati desde su experiencia en el Hospital Británico de Buenos Aires–. En ese momento, son justamente ellas, las mamás, las encargadas de transformar las grandes cantidades de energía emocional para que se vuelvan soportables para el aparato psíquico naciente y poco estructurado del bebé: las grandes cantidades serán traumáticas y desorganizadoras; solo las pequeñas cantidades permiten la estructuración psíquica. Es interesante ver en estos casos cómo la hospitalización, por el rol contenedor que tiene sobre la madre, permite en muchos casos una reorganización psicosomática bastante espectacular en el niño”.

Poca información

La intervención de un psicosomatólogo es por derivación de un profesional o equipo tratante, aunque en el Iappm afirman que hay poca información entre los profesionales de la salud. En una primera conversación con el paciente, según resume Calatroni, se relevan su funcionamiento mental y las capacidades para enfrentar conflictos o experiencias traumáticas. La evaluación permite llegar a una clasificación de riesgo. Con esto, pueden o no, según sea necesario, avanzar con una sesión por semana “cara a cara” de entre 45 minutos y una hora. “Es un diálogo prolongado y profundo”, define el especialista.

El objetivo, según continúa, es que el paciente no caiga en la llamada depresión esencial, que describe como “un signo importante de presomatización” suficientemente riesgoso como para provocar la ausencia de motivación. “Es como vivir automáticamente –indica Calatroni–. Es difícil de diagnosticar para los médicos, mientras que un psicosomatólogo va a buscarla a través de preguntas sobre si el paciente sueña, cuáles son sus deseos o fantasías, entre otras. Es una condición peligrosa que buscamos revertir para aliviar o prevenir la aparición de síntomas físicos”.

El terapeuta, de acuerdo con Soldati, tiene que ser muy activo en la sesión para motivar al paciente a reorganizar su psiquis. “En la medicina bien ejercida –agrega Calatroni–, hay profesionales que, sin saberlo, son psicosomatólogos porque son buenos médicos, se interesan por sus pacientes y son los primeros en darse cuenta de la somatización y brindar un tratamiento psicosomático al hablar, además de la enfermedad, del trabajo, la familia, la educación y lo que puede estar experimentando, junto con una adecuada derivación”. Desde hace más de dos décadas, él trabaja así con colegas de distintas especialidades que recurren a la ayuda de esta disciplina de la psicología médica.•

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