El límite con Brasil y Paraguay, donde el coronavirus arrasa, es la más porosa del país, poblada de ciudades y pueblos que viven del comercio
25 de marzo de 2021
Martin Boerr
POSADAS.- Oscar Herrera Ahuad, el gobernador de la provincia de Misiones, ya no sabe de qué manera explicar en Buenos Aires el enorme peligro que supone la frontera de esa provincia con Paraguay y Brasil.
Ese es hoy el gran talón de Aquiles de la Argentina en la lucha por tener a raya el Covid-19, evitar el colapso de su sistema sanitario e impedir que ingresen las nuevas cepas del virus, en especial la Manaos y la Río de Janeiro, que ya circulan por el gigante del Mercosur.
La frontera de 2.800 kilómetros que separan a la Argentina de Paraguay y Brasil es el lugar por donde puede infiltrarse el gran desastre sanitario que haga retroceder a nuestro país a fase 1 y tire por la borda todos los sacrificios humanos y económicos en más de un año de lucha contra el Coronavirus.
Se trata de la frontera más porosa del país, poblada de ciudades y pueblos que viven del comercio e intercambio fronterizo, donde están algunos de los pasos internacionales más transitados de la Argentina: Puerto Iguazú-Foz de Iguazú, Posadas-Encarnación o Clorinda-Nanawa/Asunción.
Todos estos están hoy cerrados para la mayoría de las personas, aunque siguen circulando por allí cientos de camiones de carga cada día.
Además, es un borde regado de decenas de pueblos con sus respectivos “gemelos” del otro lado del río y miles de personas dispuestas a cruzar en bote o canoa cuando ninguna autoridad las observa, algo que pasa muy a menudo.
Todo esto sin contar la intensa actividad de contrabando, que lejos de mermar con los pasos fronterizos formales cerrados, parece multiplicarse. Hay un boom de la soja argentina cruzando por los pueblos orientales de Misiones a Brasil, a valor dolar blue y sin pagar retenciones.
El vino también es una vedette del comprador brasileño y paraguayo, que toma los mejores Malbec a precios regalados para su bolsillo. Todo eso constituye ahora un peligro mortal para el resto del país.
Situación
“Misiones tiene mucha presión epidemiológica desde Brasil y Paraguay, tenemos 91 por ciento del territorio de frontera y sobre todo nos preocupan los pasos informales. Vimos cómo se incrementó el contrabando de soja a Brasil y eso aumenta el riesgo epidemiológico”, explicó a LA NACIÓN el gobernador misionero.
El mandatario, de 49 años, es médico pediatra y fue Ministro de Salud antes de asumir en el cargo. Además, a los 27 años se fue a trabajar al pueblito de frontera de Comandante Andresito.
Conoce de sobre los rigores de esos parajes remotos donde aprietan las necesidades y muchas personas viven del contrabando, o necesitan cruzar al otro lado para estirar los magros ingresos. Muchas veces el miedo al Coronavirus no alcanza para impedir los cruces ilegales.
En esos parajes, la frontera es una línea permeable que se cruza todos los días sin más trámites.
Por eso Herrera Ahuad pide todo el tiempo a los funcionarios de la Capital Federal que le manden más gendarmes y más vacunas, pero todavía no recibió respuestas satisfactorias. Por el contrario, hace poco el Gobierno de Misiones tuvo que apartar algunas dosis de su esquema para inmunizar a efectivos de fuerzas federales que trabajaban en esas zonas.
Nunca antes hubo tanto peligro para los argentinos del otro lado del borde que separa a la Argentina de sus socios regionales. Ni siquiera en los años en que las hipótesis de conflicto con Brasil poblaron o reforzaron los regimientos de infantería de localidades como Paso de los Libres, Monte Caseros, Apóstoles, San Javier o Puerto Iguazú.
El colapso de Brasil
El límite que separa la Argentina de la amenaza sanitaria representada por Brasil es un fino borde de 1.132 kilómetros conformado por ríos y arroyos (algunos de los cuales se pueden sortear a pie), y una franja de 40 kilómetros de chacras, donde cualquiera pasa caminando.
Es imposible de controlar en su totalidad. Los efectivos de Gendarmería se distribuyen para bloquear los pasos fronterizos formales.
El principal punto débil en la frontera entre Brasil y la Argentina es una franja de tierra de 24 kilómetros donde no hay ríos, arroyos o accidente geográfico alguno que divida a los dos principales países de la región. En esta franja, la frontera seca, hay dos ciudades pegadas, que prácticamente forman un único aglomerado urbano. Se trata de Bernardo de Irigoyen-Dionisio Cerqueira. Es algo que no tiene comparación en ninguna otra zona fronteriza de la Argentina, donde puede haber ciudades vecinas pero no tan integradas.
Además, pegada a Cerqueria está la ciudad de Barracón. La llamada “frontera” internacional es un boulevard de 6 kilómetros que tiene a ambos lados una calle –una argentina y la otra brasileña- y, naturalmente, se puede cruzar sin ningún tipo de inconvenientes en tiempos normales. No hay necesidad de realizar trámites aduaneros o migratorios.
Hoy por hoy, una línea de gendarmes apostados en el Parque de la Integración (que integra a ambas ciudades) y en la avenida que divide ambas localidades se encarga de que nadie traspase la frontera. Pero el control total es imposible.
“Los propios vecinos colaboran con el control, y avisan si hay alguien que cruzó la frontera, poniendo en peligro a los demás”, dijo hace poco el gobernador de Misiones.
Brasil se convirtió hace unos días en el país más castigado del mundo por la pandemia del coronavirus, en especial en el sur. Su sistema sanitario está a punto de colapsar y ya empezó a morir gente por no poder ser atendida en las camas de terapia intensiva.
Según datos al lunes del ministerio de Salud brasileño, los estados de Rio Grande do Sul (788.704), Santa Catarina (761.191) y Paraná (794.443) suman 2.344.338 positivos de Covid desde el arranque de la pandemia, de un total de 11.950.450 infectados en todo Brasil.
El país gobernado por Jair Bolsonaro, que la semana pasada cambió por cuarta vez al ministro de Salud desde el comienzo de la emergencia, registró 292.752 muertos, cifra solo superada por los Estados Unidos.
Por el territorio brasileño están circulando sin control las dos nuevas cepas Manaos y Río de Janeiro, mucho más contagiosas que las que circulan por la Argentina
En los estados linderos con Corrientes y Misiones, la capacidad de camas de terapia intensiva de Brasil está al 100 por ciento. Si se abrieran las fronteras, muchos brasileños podrían cruzar a buscar atención médica en los hospitales argentinos.
Las nuevas cepas Manaos y Río de Janeiro
Pero a ese cuadro gravísimo que presiona la frontera argentina se agrega un factor aún más inquietante. Por el territorio brasileño están circulando sin control las dos nuevas cepas Manaos y Río de Janeiro, mucho más contagiosas que las que circulan por la Argentina. Algunos médicos y epidemiólogos dicen que aún con la totalidad de la población vacunada, un país puede hacer poco contra una nueva cepa del Covid.
Otros especialistas afirman que las vacunas ayudan ante las nuevas cepas, pero pierden parte de su efectividad.
“La cepa Río de Janeiro es altamente transmisible pero no tan letal como la cepa Manaos. Las vacunas como la Sputnik y la Sinopharm generan la inmunidad necesaria. Si bien es menos efectiva, permite tener al organismo preparado para que la respuesta no sea tan letal”, explicó a LA NACIÓN, el genetista Maximiliano Rossi, un misionero que estudió Inmunología en la Universidad de Cornell en los Estados Unidos.
El lunes el gobierno de Corrientes confirmó que registró dos infectados con la nueva cepa Río de Janeiro en la localidad de Ituzaingó, vecina con la paraguaya Ayolas. Se trató de dos operarios de Yacyretá que trabajan en la nueva construcción de Aña-Cuá, una mini-represa donde se emplazarán tres turbinas en el brazo del río que lleva ese nombre. Un dato: Alberto Fernández tenía planeado viajar a fin de mes a ese lugar.
“Estamos preocupados porque esta variante es muy contagiosa, pero nos tranquiliza que no es tan letal como la cepa de Manaos”, dijo el jefe de gabinete del gobernador correntino, Gustavo Valdes. Corrientes quiere “blindar” a todos los trabajadores de Yacyretá, que se multiplicaron con el obrador de Aña-Cuá.
“Vamos a vacunar a todos los que trabajan en Yacyretá, en los pasos fronterizos de Paso de los Libres, en Santo Tomé-San Borja, tenemos que cuidarnos de las nuevas cepas”, explicó el gobernador correntino, Gustavo Valdés.
Valdes y Herrera Ahuad están pidiéndole al gobierno nacional que le provea de vacunas como para inmunizar a toda la población de las localidades fronterizas. En el caso de Misiones, son unos 40 pueblos y ciudades.
La idea es generar un “escudo” de aglomeraciones urbanas donde si algún portador de Covid-19 cruza a la Argentina tendrá menos chances de infectar a otra persona que pueda trasladar el virus por el país.
Por ahora, el Gobierno Nacional no dio ninguna respuesta a esos pedidos cada vez más desesperados de Valdés y Herrera Ahuad.
Paraguay, sin camas de terapia intensiva
A la presión de la frontera con Brasil se suma la presión de Paraguay, otro país donde el Coronavirus no da respiro. El sistema de salud paraguayo se encuentra colapsado y al 100 por ciento en la ocupación de camas de terapia intensiva.
“Si abrimos la frontera, van a venir a atenderse los hermanos paraguayos acá”, explicó durante todo este año de pandemia Herrera Ahuad, el gobernador que más insiste en la necesidad de no abrir la frontera bajo ningún punto de vista.
El misionero no dudó en sacrificar a la joya del turismo misionero: las Cataratas del Iguazú. La localidad, que vive exclusivamente del turismo, atraviesa una crisis social y económica sin precedentes. Herrera Ahuad abrió el resto de la economía misionera, pero mantuvo cerrado el puente Tancredo Neves, el segundo paso fronterizo más populoso detrás del aeropuerto de Ezeiza.
Clorinda
Otra localidad que padece social y económicamente los efectos del cierre total y la falta de intermcabio es la formoseña Clorinda.
LA NACION recorrió la semana pasada esta localidad, donde pudo comprobar que la pasarela internacional que conecta con la paraguaya Nanawa está cerrada hace meses y totalmente desierta. Todo eso, a unos 30 kilómetros de Asunción.
Se trata de dos ciudades que están separadas por un hilo de agua. Los locales comerciales del lado paraguayo están cerrados y con aspecto de abandono. Hace ya un año que no hay intercambio por ese lugar.
Sin embargo, ese mismo día de la recorrida, cientos de camioneros de Chile, Paraguay y la Argentina formaron una cola de más de 5 kilómetros esperando para cruzar por el puente Ignacio de Loyola, la ruta para llegar a Asunción.
Había conductores muy cansados, sin aseo en días, que no tenían barbijo y aguardaban que se resolviera un piquete de vecinos que reclamaban agua y les impedían el paso. Todos se amontonaron y realizaron un corte para bloquear por unas horas el acceso a esa ciudad y presionar para que los dejaran pasar la frontera: un verdadero caos.
Ese paso fronterizo pegado a Clorinda sigue abierto para los camioneros, que revisten hoy el principal peligro como potenciales portadores de las nuevas cepas del Coronavirus.
Nuevas medidas
El lunes de esta semana se realizó una videoconferencia entre la ministra de Salud, Carla Vizotti, la titular de Seguridad, Sabina Frederic, el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, y los gobernadores de Misiones, Corrientes, Jujuy, Neuquén, Chubut y Santa Cruz.
Se acordó reforzar el cierre de las fronteras y ser más riguroso en los corredores sanitarios que deben respetar los transportistas. También se evaluó reforzar las dotaciones de Gendarmería, entre otras medidas que aún no se efectivizaron.
Los gobernadores pidieron más personal para controlar los pasos clandestinos. Saben que la frontera hoy es un escudo con un blindaje defectuoso y lleno de agujeros. Un verdadero colador por donde puede filtrarse el colapso sanitario que la Argentina busca evitar.
Martin Boerr