Diana Jerusalinsky, investigadora del Conicet y codirectora del estudio sobre Alzheimer en el Instituto de Biología Celular y Neurociencia Eduardo de Robertis
La importancia del trabajo conjunto y coordinado entre equipos científicos de distintos países se confirma cuando celebramos avances que de otra manera insumirían mayores tiempos y recursos. El cerebro humano es una estructura por demás compleja que rige desde los procesos inconscientes más simples, como el de respirar, hasta los más elaborados. Las demencias comprometen progresivamente el funcionamiento del cerebro y dado que no son afecciones terminales imponen nuevas formas de vivir con alteraciones cognitivas y conductuales en una sociedad con aumento del envejecimiento que ve dispararse su prevalencia. Si bien aún no tienen cura, los tratamientos farmacológicos y no farmacológicos retardan sus avances.
La prestigiosa revista Molecular Therapy publicó los resultados de un trabajo realizado por científicas argentinas e investigadores de otros países sobre potenciales tratamientos para la enfermedad del Alzheimer (EA), una de las demencias más comunes, que afecta a más de 35 millones de personas en el mundo y a más de medio millón en la Argentina.
La investigación local estuvo liderada por Diana Jerusalinsky, directora del Laboratorio de Neuroplasticidad y Neurotoxinas del Instituto de Biología Celular y Neurociencia Profesor Eduardo de Robertis (IB-CN, Conicet UBA) de la Facultad de Medicina, quien coordinó tareas con Sergio Ferreira, de la Universidad Federal de Río de Janeiro.
La Universidad de San Pablo junto con la de Northwestern, en Evanston (EE.UU.), había desarrollado un anticuerpo artificial para el que ahora se propone un nuevo vector. Este transporta un gen que codifica para dicho anticuerpo particular artificial, distinto de los que produce nuestro organismo y que permite reconocer y neutralizar las proteínas altamente tóxicas para las neuronas y para las sinapsis que se dan abundantemente en EA.
Respecto de otros anticuerpos naturales que pueden ser proinflamatorios, como las inmunoglobulinas G, este no lo es y suma una durabilidad prolongada, por lo que su administración, costosa, puede también espaciarse. La investigación demostró que la cantidad de anticuerpos que se producen son proporcionales a la cantidad de vectores administrados.
Los ensayos en modelo de ratones jóvenes y añosos, con poco y mucho daño por EA, vieron en ambos casos revertirse déficits cognitivos. Los próximos ensayos apuntan a ratas con cerebros más desarrollados. Los avances alimentan la esperanza a la hora de conseguir los fondos que permitan avanzar progresivamente en el camino a los estudios clínicos.