18 de noviembre de 2020 •
PARÍS.- La guerra de la comunicación está el pleno apogeo: eficaces en 90%, 92% o 95%… A golpe de estridentes anuncios, los laboratorios internacionales que fabrican las futuras vacunas contra el Covid-19 intentan asegurarse substanciales sumas de dinero en pedidos previos, con los cuales avanzan a un ritmo vertiginoso en sus investigaciones. Pero si bien es cierto que varias de esas vacunas-candidatas podrían estar listas a comienzos de 2021, aún queda el enorme desafío de la logística, un auténtico rompecabezas planetario.
Son la clave que permite imaginar el fin de la pandemia y prevenir su retorno. En Europa, Estados Unidos y Asia, numerosas vacunas están en fase 3 y podrían estar disponibles en los próximos meses, una vez sorteada la barrera de la autorización por parte de las autoridades de salud. Ese será, sin embargo, apenas el primer obstáculo.
Acuciados por la urgencia sanitaria, aún antes de obtener esa validación, los laboratorios lanzaron la industrialización en gran escala de sus revolucionarias moléculas con el objetivo de estar listos para enfrentar la última etapa de ese desafío: distribuir esas vacunas, en todas partes, lo más rápidamente posible, en lo que debería ser la mayor campaña de vacunación en la historia de la humanidad.
Contrariamente a muchos medicamentos, una vacuna es un producto fresco, frágil, que debe ser utilizado rápidamente pero, sobre todo, conservado en el frío desde que sale del laboratorio hasta su administración. El respeto de la cadena de frío no es un problema nuevo. Se estima que 25% de las vacunas de todo tipo llegan hoy degradadas a destino.
Esa estimación concierne solo las vacunas que se conservan a temperaturas “de heladera”, es decir entre 2° y 8°: lejos, muy lejos de las exigencias de ciertas vacunas-candidatas contra el Covid-19. Entre ellas hay algunas que deben ser conservadas a -70°C u -80°C. Es el caso de esas nuevas moléculas de “ARN mensajero” desarrolladas por Pfizer-BioNTech y por Moderna que, en un refrigerador tradicional, se degradan en pocas horas.
Es aquí donde las cosas se complican, porque esas cadenas de ultra-frío deben ser aún creadas. Incluso muchos hospitales de países más desarrollados no poseen esos supercongeladores. Precio de los modelos más pequeños: a partir de 12.000 euros. Una sola empresa alemana los fabrica en Europa a 30.000 euros cada ejemplar. Fecha de entrega: no antes de 12 meses.
Los profesionales de la logística no esperaron a recibir las primeras órdenes de compra para prepararse a una operación de envergadura inédita. El estadounidense DHL estima que serán necesarios 15.000 vuelos de carga y más de 15 millones de envíos para entregar 10 millones de dosis.
Para el transporte aéreo se tratará de una operación dantesca, donde los obstáculos reglamentarios, aduaneros y logísticos serán inmensos. Por ejemplo, todo el personal destinado a la manutención y a la gestión de ese transporte tendrá que ser específicamente formado.
También será necesario que, en cada punto de la cadena, en cada escala, haya sistemas de control de almacenamiento y transporte. Asimismo habrá que crear un sistema organizado entre países, sus servicios sanitarios, aduanas y laboratorios. Esto no incluye la distribución de las vacunas en aquellos lugares donde la carga aérea no pueda llegar. Ni los sitios de vacunación, ya que las farmacias no lo podrán hacer por falta de material adaptado.
En Estados Unidos, el gigante UPS acaba de instalar 600 súper-congeladores en los hangares de su hub de Louisville, en Kentucky. Francia compró 50 de esos aparatos refrigerantes para conservar a buena temperatura su parte de los 200 millones de dosis -y eventualmente 300 millones suplementarios- que compró la Unión Europea (UE) a Pfizer-BioNTech.
Esos congeladores estarán sometidos a un extremo control, “conectados a alarmas, reunidos en sitios ultrasecretos, a partir de los cuales equipos especializados podrán desplegarse para alimentar los distintos sectores de vacunación”, explicó el ministro de Salud Pública, Olivier Véran.
Según los especialistas, existe la posibilidad de conservar las vacunas en contacto con el azote líquido o gas carbónico, dos elementos que permiten alcanzar muy bajas temperaturas. Para facilitar el transporte, el grupo norteamericano Pfizer inventó unas cajas de expedición especiales, del tamaño de una valija (40x40x56 cm). Estarán llenas de gas carbónico y podrán contener 975 frascos, es decir 4875 dosis, durante unos diez días. A condición de que las consignas de utilización sean respetadas: una apertura de un minuto, no más de dos veces al día.
Si todo sale bien, tanto Pfizer como Moderna esperan poder entregar 100 millones de dosis antes de fin de año y hasta 1300 millones en 2021.
“Sería la mayor campaña de vacunación de la historia”, afirma Tanya Alcorn, vicepresidenta responsable de la distribución de Pfizer. Por su parte, Albert Bourla, director ejecutivo de la empresa reconoce: “Asegurarse de que cerca de mil millones de personas puedan acceder a esa vacuna es tan difícil como desarrollarla”.
Por: Luisa Corradini