5/02/2021 –
La pandemia de coronavirus está sometiendo a los científicos e investigadores a un proceso de aprendizaje constante. El progresivo conocimiento sobre la enfermedad y su transmisión ha ido tumbando premisas que se consideraban casi sagradas durante la pasada primavera. Una de ellas es la importancia del contacto con las superficies a la hora de contagiarse, según relata un artículo publicado en Nature que habla de la desmesurada importancia que se dio a esta variable en los primeros meses de la pandemia
En estos primeros meses, esa primavera de confinamientos en todos los países, abundaron las recomendaciones sobre la limpieza de superficies suscetibles de ser tocadas por personas infectadas. Diversos estudios afirmaron que el virus permanecía en estas superficies durante días. Así, los desinfectantes y los guantes (al igual que el gel hidroalcohólico para las manos) se convirtieron en imprescindibles.
Sin embargo, la comunidad científica pudo haber sobrevalorado el riesgo de transmisión por esa vía. Ha sido la misma comunidad científica la que se ha encargado de ir corrigiendo esta impresión inicial. Y lo cierto es que, tras un año de pandemia, es clara: la principal fuente de contagio es por vía aérea, por medio de los aerosoles. El peligro de las superficies es bastante residual.
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Emanuel Goldman, microbiólogo de la Facultad de Medicina de Rutgers New Jersey, se ha encargado de estudiar el efecto de las superficies y de reducir el peligro que conllevan. Goldman afirma que, si bien pueden presentar ARN viral, lo que queda en ellas es lo que viene a ser “el cadáver del virus”, con escasa o nula carga viral. “No es contagioso”, remata.
El científico pone de ejemplo su propio comportamiento contra el virus después de estudiar su naturaleza: ha dejado de usar guantes después de varios meses de pesquisas en los que ha confirmado sus sospechas. Los fómites (objetos que se pueden contaminar con virus) no parecen formas de contagio realmente significativas. Lo mejor, insiste, es mantener una frecuente lavado de manos.
Lo cierto es que el CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EEUU) ha girado su opinión hacia el criterio de Goldman, y después de advertir hace meses de la gran importancia de limpiar superficies para evitar contagios, ahora informa en su página web de “no se cree que la propagación a través del contacto con superficies contaminadas sea una forma común de propagación”.
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Algunos investigadores como Goldman recalcan que los estudios de comienzos de pandemia se realizaron en unas condiciones que distan mucho de las que se dan en la vida real. Las cargas virales eran exageradas, las condiciones de temperatura y humedad estaban demasiado controladas. Nada que representase al “mundo real”.
Por el contrario, algunos estudios que sí se han realizado a pie de campo han demostrado que el contagio por superficies es muy residual. Es el caso del que comandó Tal Brosh-Nissimov, del Hospital de la Universidad Assuta Ashdod en Israel, que no detectó contagio alguno en materiales contaminados. Algo que respalda las tesis de su colega Goldman.
Los estudios de Amy Pickering, de la Universidad Tufts de Massachusetts han determinado que la transmisión de ese ARN viral es de menos de 5 de cada 10.000 casos. “La transmisión de fomite es posible, pero parece ser poco común. Muchas cosas tienen que encajar en su lugar para que suceda esa transmisión”, sentencia. En todo caso, la limpieza de manos para minimizar riesgos parece suficiente.
Un problema de comunicación
Otros expertos aseguran que en este tema ha habido un problema de falta de comunicación. Es la opinión de Lindsey Marr, ingeniera de Virginia Tech que en una carta mandada al Washington Post explicaba que la obsesión por la limpieza de objetos y sus superficies dejaba en segundo plano algo mucho más importante: la ventilación de interiores y el mantenimiento de las medidas necesarias en estos lugares, como el uso de mascarilla y la distancia social.
Marr explicaba que, al ser la limpieza algo más sencillo, se priorizaba ante la ventilación, lo cual es harto contraproducente, ya que además reducía los esfuerzos realmente útiles, los que van encaminados a medidas que sí tienen un impacto importante en la prevención contra el coronavirus.