Los expertos creen que podría estar detrás del crecimiento de las afecciones respiratorias; durante la cuarentena, se redujo el contacto con otros virus.
Alejandro Horvat
Luego de la predominancia del coronavirus durante 2020 y parte del año pasado, los virus respiratorios “tradicionales”, como la influenza y el virus sincitial respiratorio, volvieron a ocupar el centro de la escena. Este año, incluso antes del invierno, empezó a crecer el número de casos vinculados a ese tipo de enfermedades virales, que tuvieron un fuerte impacto en la población y uno de los grupos más afectados fueron los niños y adolescentes.
A raíz del gran número de infecciones respiratorias, en redes sociales empezaron a viralizarse videos, generalmente difundidos por grupos anticiencia, que señalaban que el férreo aislamiento social que impuso el Covid y el uso del barbijo debilitaron el sistema inmunológico. Este debate no pierde vigencia a la vista de medidas como las que tomó Brasil. Ante el aumento de casos de coronavirus y frente a la llegada de la próxima temporada turística, este país volvió a instaurar el uso obligatorio del tapabocas en aviones y aeropuertos.
Los especialistas consultados por la nacion señalan que puede existir cierta “deuda” inmunitaria por haber reducido el contacto con los virus durante prácticamente un año, pero que no hay estudios concretos que respalden esa sospecha. Otra teoría que esgrimen los expertos es que el coronavirus pudo haber dañado el sistema inmune de algunas personas que cursaron la enfermedad. Sin embargo, todos destacan que el uso del barbijo, sin lugar a dudas, fue una herramienta fundamental para contener la diseminación del Covid-19 y, de ese modo, impedir que colapsara el sistema sanitario, y que nada tuvo que ver su utilización con un posible y pasajero debilitamiento del sistema inmune.
Hace dos semanas, el ministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak, confirmó que en la provincia hay un brote de gripe B y que desde hace algunas semanas hay más internaciones por esta enfermedad que por coronavirus, aunque la gran mayoría son pacientes ambulatorios. Según confirmaron los expertos y las autoridades sanitarias, no solo hubo un aumento de casos de gripe B, sino también de la A. Explican que este brote se produjo de manera tardía porque hay un cierto “reacomodamiento” de los virus respiratorios luego de la pandemia.
Por otro lado, advierten que este año el porcentaje de personas que se inocularon contra la gripe no alcanzó los niveles esperados, aunque desde el Ministerio de Salud de la Nación respondieron que las cifras de vacunados durante este año aún no están disponibles.
Elizabeth Bogdanowicz, infectóloga pediátrica, es miembro de la comisión directiva de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP). Ella describe que los chicos son los más vulnerables a los virus respiratorios y, a su vez, fueron uno de los grupos más aislados durante la pandemia. Además, en este segmento etario cayó la cobertura de la vacunación antigripal.
“Fue un verdadero descalabro. Los chicos son el principal reservorio de los virus respiratorios y son una muestra de lo que pasa con estas enfermedades a lo largo del año. En el país se lleva adelante una vigilancia a través de los centros Centinela, en donde se hacen estudios virológicos, y así se analizan los virus que circulan y también se planifica la campaña de vacunación del próximo año”, explica la especialista.
Bogdanowicz detalla que el año pasado, con la flexibilización de las restricciones y el avance de la vacunación, empezó a disminuir el impacto del coronavirus, y a partir de este, incluso antes del invierno, comenzó a haber una alta circulación de los respiratorios, como el de la influenza A, primero, y luego el metapneumovirus. Posteriormente, creció la presencia del virus sincitial respiratorio y ahora predomina el de la influenza B.
“Cuando el Covid-19 dejó de circular, los virus tradicionales recuperaron su lugar epidemiológico. Se especula con que al no haber tenido contacto en tanto tiempo con estos virus los chicos podrían haber desarrollado cuadros más graves. También hay teorías que dicen que los niños que tuvieron coronavirus tuvieron cierto impacto en su sistema inmune. Pero el barbijo fue culpado injustamente porque fue un elemento que nos permitió tener una barrera más de control, y ahora con las subvariantes de ómicron seguramente vuelva el uso de barbijo para algunas situaciones”, agrega Bogdanowicz.
Martín Hojman, infectólogo del Hospital Rivadavia y coordinador de la Red de Infectología de la ciudad de Buenos Aires, explica que el sistema inmunológico se activa ante el contacto con un virus e hipotetiza que, al haber menos interacción con otras personas, los virus habrían circulado menos. Y ese hecho habría disminuido el estímulo del sistema inmune.
“Es posible que eso haya sucedido. Cayó la posibilidad de tener una respuesta rápida del sistema inmune por no haber tenido exposición durante un tiempo prolongado a diversos virus respiratorios. Eso ya se está recuperando porque empezamos a retomar la normalidad, pero en todo caso fue algo que generó el aislamiento, no el barbijo”, describe. Además, agrega el especialista, cuando cambian los hábitos de la población, suelen surgir nuevas variantes con características distintas a las ya conocidas por el sistema inmune.
“El refuerzo del sistema inmune implica diversos factores, desde promover la actividad física y evitar la obesidad, tener una dieta variada y equilibrada y, si bien existe evidencia de la estimulación del sistema inmune en los niños a propósito de la pandemia, en el escenario actual de la presencialidad se especula con que estamos volviendo a la normalidad en este aspecto. Además, recomiendo tener al día el calendario de vacunación”, argumenta Maximiliano Gómez, presidente de la Asociación Argentina de Alergia e Inmunología.
Trastorno
Leda Guzzi, miembro de la Sociedad Argentina de infectología (SADI), remarca que el barbijo fue una herramienta sumamente útil para prevenir la diseminación de infecciones transmitidas por aire. “En su momento fue una herramienta imprescindible para proteger a la población en un contexto en el que había un virus nuevo, con una alta mortalidad y no había vacunas. Lógicamente, el uso del barbijo está sujeto a la curva epidemiológica. Ahora, con un alto nivel de vacunación y baja circulación del virus, es prudente dejar de usarlo. Sin embargo, las personas con factores de riesgo deberían usarlo en lugares cerrados”, opina.
Respecto de la supuesta pérdida de reacción del sistema inmune ante los virus respiratorios, la especialista describe que es posible que las defensas del cuerpo hayan perdido cierto “entrenamiento” y también indica que, si bien es una hipótesis, es probable que el coronavirus haya dañado la respuesta inmune de algunas personas.
“Puede ser que haya una deuda inmunológica porque el confinamiento hizo que nos expusiéramos menos a los virus y el sistema perdió cierto entrenamiento, pero esto no es un concepto que esté respaldado científicamente. También existe la sospecha de que el virus del Covid generó un trastorno en la respuesta inmune a algunas personas”, detalla.
Elena Obieta, miembro de la SADI, también defiende el uso del barbijo como herramienta efectiva de prevención frente a infecciones virales respiratorias. “Cuando éramos chicos y un hermano tenía varicela o sarampión nos ponían en la misma habitación para que nos contagiáramos, pero lo mejor es no enfermarse, punto. Y si uno puede vacunarse, aún mejor. Además, cualquier infección respiratoria, ya sea influenza u otras, si te la contagiás, a los seis meses ya no vas a estar más protegido por los anticuerpos que generaste. No son eternos. Luego queda algo de memoria inmunológica, pero de todos modos uno se puede volver a contagiar y es por eso que tenemos resfríos todos los años”, argumenta Obieta.