Dr. Emir Alvarez Gardiol (*)
Define a una forma de gobierno que selecciona sus valores a partir de las aptitudes, templanza y moralidad de los funcionarios. Su antónimo es el nepotismo que ubica familiares y amigos en puestos clave, forma de corrupción habitual en las dictaduras de cualquier color.
Meritorio es un movimiento del ser que resulta loable, digno de ser advertido, porque su virtud ostensible torna indiscutible su reconocimiento. Lo meritorio brilla por sí y por sus acciones, sin solicitar reconocimiento.
Negar la autenticidad de esa posición anula todo descrédito y descalifica los anuncios de la crítica. La historia ha delineado las peculiaridades de la condición humana y los siglos la han sostenido.
Las voces discordantes en cada hito trascendente no han impedido sostener esas templanzas a través del tiempo y el pensamiento helénico continúa liderando los perfiles éticos que afrontan los agravios.
¡Salud…! Les decimos a los maestros…, que exhiben sus títulos con minúscula y en cambio la decisión de haber optado por un oficio tan altruista, ¡ésa, debiera ser escrita con mayúsculas!
Y aquellos otros que luego, jubilados, continúan ilustrando porque no pueden dejar de ser lo que fueron y continúan siendo.
Siempre habrá una “oreille pendant” voluntaria o de ocasión, como buena recepcionista.
El maestro, como el primitivo sembrador, marcha desparramando la semilla sobre ásperos surcos donde brotarán algunas y otras quedarán secas sobre la superficie, que no todo lo bueno triunfa.
Y ¿a dónde viaja la mirada…? Hacia aquel que fue y lo sigue siendo en la edad que alcanzó para ser dado de baja y su verbo silenciado.
Ya en el “out side”, quieto, dando pasos en círculo tratando de convertirlos en espirales… esperando un vórtice, desde el cual se pueda volver a partir…
Porque ése es un maestro “en continuo”. Ignora que ese “streaming” inherente a su quehacer, lo era también a su ser.
¡Oh! ¡Hurra! ¡por aquellos profesionales octogenarios! que “no quieren dejar de ser”…
¡Médicos que continúan asistiendo a sus Congresos!
¡Bioquímicos retirados, siempre entre sus tubos de ensayo!
¡Los lógicos matemáticos repletando pizarrones con sus ecuaciones…!
¡Los veterinarios siempre de visita ocasional en las perreras municipales!
¡Ingenieros con sus planos y calculadoras de puentes que no han de construir!
Y todo ¡porque su razón de ser era su industria, su “modus vivendi”!
Esos meritorios… plausibles caballeros sorprendidos “in fraganti” por aprendices que les hacen las preguntas…
Junto a esos docentes que ilustran nuestro territorio tenemos profesionales de los perfiles necesarios para configurar un faro del conocimiento de las Ciencias Médicas reunidos en la polifacética Academia de Ciencias Médicas de la Provincia de Santa Fe.
Médicos, Odontólogos, Físicos, Químicos, Farmacéuticos, Ingenieros, Matemáticos, Bioquímicos, Veterinarios, todos ellos, antes de ser incorporados, debieron ser Miembros Correspondientes de otras Academias del país o del extranjero, con el objetivo de reunir en un Claustro las voces del conocimiento y la promoción de otras nuevas formas de riqueza intelectual teniendo como destino asistir a las autoridades de Salud Pública de la Provincia y servir de guías a los profesionales recientemente graduados en el inicio de sus carreras, tareas que se han de cumplir absolutamente “ad-Honorem”, joya que puede permitirse esa meritocracia que a su vez, en inicios fue asistida por un medio ambiente que propició el nacimiento y mantenimiento de la excelencia por cada uno de ellos alcanzada.
Mentes generadoras de ideas que han sido sometidas a meticuloso razonamiento luego de discurrir, crear e inventar antes de resultar adoptadas, y alcanzar tal vez a disipar una incertidumbre y dar a luz una nueva certeza con el peso de la razón alcanzada y vislumbrando por una sabia intuición que la duración del concepto ahora establecido alcanza, hasta que un nuevo descubrimiento destrone, con pruebas concluyentes los principios sustentados.
Así las Ciencias en su antigua lucha por sustituir lo perimido, descubrir lo que se investiga, pero sobre todo insistir con ese gesto resiliente, en una porfía diamantina que asume el investigador que no siempre alcanza a ver coronados sus esfuerzos pero por lo menos, podrá ser escalón de los triunfos que cosecharán sus discípulos que continuaron sosteniendo sus premisas en función del tiempo.
(*) Presidente del Claustro – Academia de Ciencias Médicas de la Provincia de Santa Fe.