Por Luis Emilio Blanco La Capital

“Es casi como un deja-vú. Porque desde hace muchos años para esta altura, los compañeros me invitan a participar de esta gran épica que llevan adelante”. En estos términos, el científico Rafael Lajmanovich se refirió a la reciente convocatoria de vecinos de pueblos fumigados y organizaciones que luchan por el ambiente y la salud de las personas para exponer ante la comisión legislativa bicameral, conformada por los integrantes de las respectivas comisiones de ambiente y recursos naturales. Casi como una agenda rutinaria en esta etapa del año, y desde hace alrededor de una década, los intentos de legislar sobre la manipulación, el almacenamiento, uso y aplicación de agroquímicos mueren en la Legislatura. Esto sucede luego del intenso juego de fuerzas desiguales que enfrenta a sectores ligados a la agroindustria y a las víctimas del modelo productivo, los vecinos que habitan áreas rurales afectadas por la aspersión de agrotóxicos y las organizaciones que los acompañan en el reclamo, nucleadas en la multisectorial Paren de Fumigarnos.

Para Lajmanovich, investigador principal del Conicet y profesor titular de la Cátedra de Ecotoxicología en la Facultad de Bioquímica de la Universidad Nacional del Litoral, “la falta de actualización de la legislación no resiste ningún análisis”, porque cada vez hay más evidencias del impacto que el modelo de producción tiene sobre la salud de las personas y el ambiente. “Año a año se fueron sumando certezas. Si hablamos de hace una década, uno se refería a modelos predictivos, posibles o probables efectos y sus riesgos. Pero todo lo que dijimos que podía pasar lamentablemente sucedió, como una especie de profecías autocumplidas”, dijo.

Para el científico, el esfuerzo de los vecinos-víctimas “realmente es épico y la posibilidad de acompañarlos es para mí una satisfacción porque eso demuestra que el trabajo que realizamos durante los últimos 20 años es reconocido por una parte de la sociedad. Ellos son los que están atrás de tratar de solucionar los problemas que evidentemente la política no logra resolver”.

En su opinión, “esta no es la única provincia con una ley tan vetusta. Supongo que todas tienen normativas antiguas o no adaptadas a un modelo productivo que no es el que existía cuando las leyes se sancionaron”. Y respecto a la posibilidad de que en pocos días en Santa Fe pierda estado parlamentario un proyecto para actualizar la legislación, señaló que “el extractivismo conforma una grieta. Sin importar el color político que esté gobernando, la problemática continúa. No se aborda y se trata de ocultar, como ocurrió con la ley de humedales“.

 

Lajmanovich es un científico con amplia trayectoria y publicaciones en medios especializados.

A su juicio, es “inaceptable que no haya legislación que contemple a toda la Nación. No puede ser que un pueblo tenga una restricción de 50 metros para aplicar agroquímicos y en el otro tengan mil. Lo que en un lugar está permitido en el otro es un delito, como si fueran cosas distintas, cuando estamos hablando del mismo modelo productivo. Debe llegar el momento en que esto se pueda uniformar porque tampoco está bien que todo termine judicializado cuando sabemos que la Justicia argentina tiene miles de problemas como para recibir tantos reclamos idénticos”.

Certezas

Para el investigador, “no es que uno puede suponer que existen derivas de plaguicidas. Por ejemplo, en el caso del glifosato, ya no hay matriz en la que se haya demostrado su ausencia. Los trabajos son abrumadores y demuestran que lo encontramos en el agua de los ríos, en los sedimentos, en el agua de lluvia, en la subterránea, en la orina de la gente. No caben dudas de que la contaminación está avanzando a pasos agigantados”.

En simultáneo, la ciencia avanzó además en demostrar la toxicidad de ese compuesto en los seres vivos. “El glifosato es una de las sustancias más estudiadas del planeta y justamente por eso en muchos países decidieron prohibirla o restringirla al máximo. Con el tiempo, eso pasará con la mayoría de los herbicidas de vieja generación que son tan tóxicos y dejan tanta huella ambiental. Se trata de compuestos que empezaron a aparecer en todas las cadenas y redes alimentarias y el agua y eso despeja las dudas sobre la necesidad de dejarlos de lado y avanzar hacia un cambio de modelo productivo que no depende de esa química”, sentenció.

Recordó que hay muchos autores, y en Argentina algunos muy destacados como (Santiago) Sarandon, que avanzaron muchísimo en el estudio de la agroecología, una disciplina que está pidiendo pista para poder solucionar muchas cosas. Y hay que considerar que no estamos hablando de la producción en una maceta o en una quinta, sino a gran escala. En provincia de Buenos Aires hay productores agroecológicos que avanzan y se alejan de la dependencia de tanta cantidad de venenos, agotóxicos o fitosanitarios. No importa el nombre. La cuestión semántica no es tan importante”, se explayó.

Para la mirada de la ciencia, la importancia en este caso radica en el pedido de las agrupaciones con intereses ambientales que plantean como primer objetivo alejar los agrotóxicos de las poblaciones humanas y luego cambiar el paradigma de producción de alimentos. “Allí es donde se observan los efectos. Y en ese punto la agroecología viene a dar una gran mano para evitar que los propietarios tengan tierras improductivas”, explicó Lajmanovich, quien desde sus comienzos como científico se dedicó al estudio de los agroecosistemas, especialmente la observación de la fauna silvestre, su principal tema de trabajo. “Eso me hizo observar todo el alcance. En estos momentos es difícil hablar solo de salud humana. Hay que hablar de una sola salud. No se puede hablar de salud humana sin la salud de los ecosistemas. Esas separaciones son estériles y a la larga, los que estudiamos la fauna silvestre en la naturaleza, terminamos relacionados con los problemas de salud de las personas”, explicó.

 

La Multisectorial Paran de Fumigarnos asume la representación de las entidades que defienden a los vecinos-víctimas.

Y puso como ejemplo “la sinergia entre el glifosato y el arsénico. Cuando recorríamos los pueblos lo escuchábamos de la gente o de algunos médicos, pero hasta ese momento no había ningún trabajo experimental que demostrara, como lo hicimos luego, que el glifosato tiene sinergia con el arsénico, una sustancia que existe en gran cantidad de localidades. El arsénico está en la naturaleza, pero combinados con otros depresores ambientales, son más peligrosos. Ese estudio despertó conciencia y, gracias a eso, se lograron avances en algunos lugares”, contó

El impacto de los transgénicos

Lajmanovich es biólogo herpetólogo, una rama de la zoología que estudia a los reptiles y anfibios. Cursó su doctorado en ciencias naturales en la Universidad Nacional de La Plata estudiando la ecología de los anfibios del río Paraná. “Esos temas también me interpelan bastante porque en mis raíces sigo siendo un biólogo, por más que en los últimos 20 años me dediqué a la ecotoxicología”, explicó.

Con esos conocimientos, que logró gracias a las becas del Conicet trabajando en el Instituto Nacional de Limnología de Santo Tomé, tuvo la oportunidad de observar la llegada y el impacto del modelo transgénico desde su origen. “Año tras año tuve la posibilidad de ver cómo los territorios se desmontaban, desaparecían los bosques, retrocedían las especies y se dañaba el ecosistema pampeano. Estudiamos principalmente el norte de la provincia de Santa Fe donde observábamos poblaciones de anfibios. Llegábamos al mismo lugar un año después para continuar y ya no había nada, solamente soja. La realidad nos chocó y así comenzamos a estudiar ese fenómeno”, repasó.

Contó además que “en el comienzo de este siglo, no había muchos especialistas en estos temas y comenzamos con esta línea de investigación. De alguna manera fuimos pioneros en el estudio de los anfibios en los agroecosistemas y luego continuaron muchos grupos de investigación en otros puntos como Córdoba o La Plata. Formamos discípulos en muchos lugares del país y ahora hay científicos jóvenes que siguen con esta línea de trabajo y continúan demostrando lo dañino que es para la naturaleza este modelo basado en los organismos genéticamente modificados (OGM), que avanzaron en todos los territorios”.

El aporte de la ciencia

El investigador Lajmanovich tuvo una destacada participación con el aporte de conocimiento científico en casos que demandaron intervención judicial como las escuelas fumigadas de la provincia de Entre Ríos, la contaminación del agua de consumo en Pergamino (Buenos Aires) o la restricción de aplicar agroquímicos a mil metros del límite del área urbana de la ciudad de Sastre y Ortiz, en Santa Fe.

“Una de las mayores satisfacciones de mi carrera es que la gente afectada confíe en mi palabra porque está basada en la ciencia”, confió Lajmanovich, quien puede acreditar su saber con más de 140 trabajos publicados en revistas científicas y sometidos a estricto referato internacional (también conocido como arbitraje o juicio de los pares. Es el proceso por el cual se evalúan los trabajos enviados a una publicación científica).

“Hablo de lo que conozco o publico. No hay opinión ni comentarios lanzados al azar, sino que poseen un bagaje de conocimiento científico que reafirma lo que demostramos junto al equipo de investigación conformado por otros especialistas y algunos estudiantes. Mis exposiciones tienen referencia de trabajos científicos propios y otros internacionales que demuestran todo lo que estas demandas solicitan, en general, muy relacionadas con el alejamiento de las llamadas fumigaciones o pulverizaciones, ni más ni menos, que de la gente. Ellos se defienden de la situación que les toca vivir. En otros países, a la zona de fumigaciones y cordones industriales se las denomina zona de sacrificio ambiental en las que supuestamente algunos deben vivir para que otros puedan alimentarse. Aunque eso también es relativo debido a que el nuestro no es un país que se destaque por cómo se reparten los recursos”. Así se pronunció el científico que se destacó por aplicarse a su tarea de ciencia abocada a la naturaleza y a la sociedad, lo que además explica su participación en la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad y la Naturaleza de América Latina (UCCSNAL), una organización que se gestó en Latinoamérica y va de la mano de los principios que enarbola la ciencia digna y, con espíritu crítico y reflexivo, aborda una diversidad de temas e incluso pone en conflicto sus propias estructuras.

Restricción máxima

Respecto al efecto de alejar la aspersión de las zonas urbanas, el especialista dijo que “según muchas publicaciones internacionales en las que se reflejan estudios a largo plazo, establecer las distancias es una de las maneras más rápidas de evitar el contacto de poblaciones humanas o animales con los productos químicos. Pero obviamente, no soluciona el problema que si sería posible si se restringe al máximo la utilización de sustancias químicas perjudiciales para las poblaciones humanas, animales y el ecosistema”.

 

Para el especialista, es “inaceptable” que no haya una ley que contemple a todo el territorio nacional.

Actualmente, Lajmanovich y su equipo continúan con trabajos de evaluación de contaminación con agroquímicos pero, además, llevan adelante estudios sobre contaminantes emergentes. “Esto es muy interesante sobre todo si se observa el inminente arribo de las mega factorías de cerdo que traerán otros inconvenientes de contaminación con otro tipo de sustancias. Desde hace varios años trabajamos con las mega factorías aviares de Entre Ríos en las que estudiamos los tóxicos que contienen los desechos y el daño ambiental que causan al arrojar cantidades de estiércol que se utiliza como abono. Allí encontramos residuos de plaguicidas, medicamentos, hormonas y otros químicos que terminan dando vueltas en el ambiente”.

Hace poco tiempo, el científico publicó también un trabajo de estudio sobre los microplásticos, otro problema ambiental no resuelto y sin regulación que acarrean problemas para el presente y se acentuarán en el futuro.