Los chicos nacidos en la era digital muestran mayor desarrollo neurocognitivo y velocidad para procesar estímulos; también más riesgo de padecer ansiedad o adicción a las redes
Las nuevas generaciones tienen modos de consumo, formación y entretenimiento en gran parte mediados por el universo digital, lo que, de acuerdo a las neurociencias, impacta directamente en las funciones del cerebro.
Según considera Gabriela González Alemán, doctora en Genética del Comportamiento, para analizar la repercusión de lo digital en niños y adolescentes ante todo hay que tener en cuenta que este nuevo universo que se instaló en los últimos veinte años representa una realidad que no se opone ni suplanta a la que ya teníamos, sino que se integra. Pero la especialista advierte que esta nueva dimensión virtual tiene un impacto sobre las conexiones de las neuronas, que tienden a incrementarse y a modificar el procesamiento cognitivo.
“Observamos tiempos de procesamiento más breves y lapsos de sostenimiento de la atención más acotados y estos cambios en la forma de procesar la información se manifiestan tanto en la resolución de problemas y en la toma de decisiones como en el pensamiento en general”, explica la fundadora de Brainpoints. Esto sucede porque la plasticidad neuronal, es decir, la habilidad del cerebro para generar nuevas conexiones y reciclar las que ya existen, aumenta.
A su vez, también se incrementa la reserva cognitiva, que es la capacidad del cerebro de tolerar el deterioro propio de cada edad sin que se manifiesten síntomas en la cognición, lo que genera una mayor creatividad y flexibilidad en las personas.
Las nuevas generaciones tienen modos de consumo, formación y entretenimiento en gran parte mediados por el universo digital, lo que, de acuerdo a las neurociencias, impacta directamente en las funciones del cerebro
Particularmente en niños y adolescentes, la omnipresencia de lo digital repercute en su desarrollo. Alemán asegura que en las pautas de crecimiento existe una combinación de programación genética e interacción con el ambiente. Esto hace que algunos aspectos del desarrollo sean inamovibles pero que otros estén condicionados por cuestiones ambientales. “La interacción con el ambiente produce el desarrollo de estructuras o de conexiones entre neuronas y en un escenario digitalizado el procesamiento de la información a nivel cognitivo no solo es mayor, sino mejor”, explica.
Sin embargo, subraya que, aunque es esperable que se incrementen la flexibilidad de la mente y la cantidad de conexiones de neuronas a partir de la complejización de la realidad, hay que tener en cuenta que las capacidades cognitivas requieren de la maduración biológica conforme lo dicta la genética. Por eso, “en ningún caso, la relación con lo digital debe obturar la posibilidad de generar vínculos personales” sostiene. Estos son fundamentales para un desarrollo adecuado y por eso no deben dejarse de lado las relaciones personales de los chicos con sus padres, con la familia y con sus pares.
En ese punto hace especial énfasis Julio César Labaké, psicoterapeuta, escritor y miembro de la Academia Nacional de Educación, quien destaca que el uso excesivo de medios electrónicos puede ocasionar efectos psicológicos negativos, porque fomenta el inmediatismo al habituar a los niños y adolescentes a comprimir el proceso de maduración y sustituir el discurso lógico por el poder de la imagen, que es instantánea y fugaz. “El discurso lógico es reflexivo por naturaleza y supone el tiempo de integración”, aclara Labaké. Es decir, la velocidad para procesar más información no acompaña a los tiempos naturales de la maduración.
Aprendizaje y recreación
Si bien la utilización de la tecnología digital es imprescindible hoy en día, para Lucas Maenza, neurólogo infantil y coordinador del área de Neurodesarrollo y CEA de Cites Ineco, es muy importante, como padres, no sólo poner límites de tiempo de uso, sino también conocer y acompañarlos para estar al tanto de qué tipo de contenido consumen nuestros hijos.
A nivel neuronal, lo digital conlleva un mayor estímulo y, por consiguiente, también un mayor desgaste o demanda. No obstante, Maenza considera que hay que prestar atención al uso: “si la tecnología es utilizada mayoritariamente con un fin recreativo, repercutirá de manera negativa ya que no se podrán promover áreas propias de aprendizaje. Por otra parte, el exceso en el uso puede derivar en pacientes que consultan por trastornos del lenguaje, déficit de atención, problemas de conducta o hasta cuestiones orgánicas como cefalea, trastornos de sueño o de ansiedad”.
Desde el punto de vista médico, Eduardo Silvestre, pediatra y divulgador científico del Grupo Medihome, considera que se trata de un tema complejo, en el que la medida y la supervisión de los adultos es determinante. “A determinada edad, el acceso a la tecnología no ofrece ningún beneficio en particular; es decir, con menos de dos años un chico puede extraer poco de positivo de una pantalla y por eso no es recomendable facilitárselas”, explica. Pero añade que cuando son más grandes representa un estímulo importantísimo en cuanto a lo cognitivo y lo auditivo, porque los chicos tienen mucha más facilidad para acceder a la música, al arte, al baile. “No obstante, el niño necesita siempre el acompañamiento de un adulto. Si no está acompañado en su desarrollo tiene mucho más riesgo de caer en la ansiedad o depresión”, advierte.
También hay que tener en cuenta que la frustración y la insatisfacción son dos sensaciones frecuentes en las generaciones criadas en la era digital. Y según Gabriela González Alemán, esto se explica por la velocidad que implica el universo digital, que ofrece cambios en los estímulos de manera inmediata: esto disminuye la capacidad de espera y abre paso al incremento de estos sentimientos desde edades muy tempranas. “Esta inmediatez en la satisfacción también puede facilitar la presencia de comportamientos adictivos porque activa de manera automática el circuito de recompensa cerebral”, señala la neurocientífica.
De hecho, asegura que existe un trastorno psiquiátrico llamado FOMO (Fear of missing out o miedo a perderse de algo), que es propio de la dependencia a las redes. “Se trata de adolescentes que llegan a decidir no salir con amigos con tal de no perderse las publicaciones en las redes. Esto es llamativo, porque prefieren ver el aspecto de la realidad que es digital y dejan completamente de lado el protagonismo en la realidad física”, detalla.
A su vez, esta inmediatez determina que cada vez más se vean generaciones alejadas de la noción de sacrificio y tiempo invertido para el logro de objetivos. “Los jóvenes buscan alcanzar sus metas en el corto plazo y no valoran lo que requiere sacrificio. El vínculo con lo digital está operando un cambio cultural importantísimo”, advierte Alemán.
Nuevas mentes
Si nos detenemos en las diferencias entre las nuevas generaciones y las anteriores, para Alemán estas se centran en el uso de las facultades mentales. Principalmente, el empleo de la atención es evidentemente diferente y esto condiciona mucho la forma de aprender.
“Para que el aprendizaje se instale, hay que saber dónde prestar atención, cuándo concentrarse, qué memorizar y qué cosas se deben comprender. Esto involucra mucho la capacidad atencional y la inversión de tiempo y es posible que los métodos de enseñanza tengan que rediseñarse en virtud de estos cambios que operan en la vida mental de los niños a partir de la digitalización”, explica Alemán.
“De manera que, además de enseñar contenidos, como siempre lo hicimos, a las nuevas generaciones va a haber que enseñarles a usar sus facultades mentales. Es decir, cómo funciona su mente y cómo sacarle provecho”, aclara. Para la especialista, la resolución de problemas y la toma de decisiones va a requerir que los chicos de hoy y del futuro sepan usar la mente de manera intencional, como quien hace uso de una herramienta.
Por el lado de las pérdidas, subraya el riesgo de poner en práctica comportamientos patológicos ligados al mundo digital, como puede ser la adicción a redes o la interferencia en el vínculo con sus padres en momentos iniciales del desarrollo, o con pares durante la infancia
Otra de las diferencias es la tendencia a una forma de individualismo que surge por la primacía de la imagen virtual y la disminución del encuentro real con el otro.
“El otro es quien nos ubica en la realidad de la condición humana de ser-siendo-con-los-otros”, explica Labaké. Aclara además, que esto hace más riesgosa la llegada del narcicismo al habituar a estar tan intensa y frecuentemente frente a la imagen que se elige para sentirse satisfecho.
Otro aspecto negativo que observa es que las nuevas generaciones suelen caracterizarse por la tendencia a no poder “escuchar al otro”, por haberse habituado a convivir con su deseo satisfecho con sólo cliquear una tecla. “El otro supone un tiempo sereno de escucha. Por eso se percibe que sobreabunda el bullying y la tendencia a discutir antes que dialogar. Eso incentiva el estilo confortativo en lugar de fomentar el encuentro”, señala Labaké.
Para el autor de Luces en el laberinto. Historia de una rebeldía adolescente (Bonum 2022), además de lo mencionado, se crea una realidad virtual que distancia a las personas de la realidad que perciben los sentidos, y eso dificulta el aprendizaje para tolerar y resolver frustraciones, porque se habitúan a vivir en ese mundo creado por sus propias elecciones. Y la realidad no se parece a nuestros deseos. “La generación clic merece una seria reflexión”, sostiene.
¿Qué ganan y qué pierden los chicos nacidos y criados entre pantallas? Según Alemán, tienen un desarrollo neurocognitivo superior, con mayor velocidad de procesamiento, flexibilidad para resolver problemas y mejores habilidades sociales y comunicacionales.
“Es posible que logren desarrollar un mayor capital mental, es decir tener más recursos mentales y emocionales y saber usarlos, lo que conlleva un mayor bienestar a futuro”, dice.
Por el lado de las pérdidas, subraya el riesgo de poner en práctica comportamientos patológicos ligados al mundo digital, como puede ser la adicción a redes o la interferencia en el vínculo con sus padres en momentos iniciales del desarrollo, o con pares durante la infancia. “La sustitución del mundo social por el digital tiene efectos negativos sobre el desarrollo cognitivo y el de la personalidad. Además, la demanda constante de atención que promueve la estimulación visual permanente puede ocasionar tanto problemas para el aprendizaje como para la generación de vínculos saludables”, explica. Destaca entonces la necesidad del acompañamiento de los adultos en la utilización de lo digital durante la crianza de los hijos y de la escuela para su introducción en el proceso de enseñanza-aprendizaje. “Como todo lo que refiere a los chicos, debe ser utilizado de manera constructiva”, finaliza la neurocientífica.