Tras la cancelación del encuentro de 2020 por el Covid, la semana última fue inaugurada en Montreal la Conferencia de Biodiversidad de las Naciones Unidas (COP15) con un desafío enorme: definir un nuevo marco mundial de acción para la conservación de la biodiversidad en el planeta. Podría afirmarse que se trata de una reunión de altísima importancia, ya que allí se decidirá la crucial relación entre la civilización y el resto de la naturaleza para las próximas décadas. Con menos difusión que las cumbres sobre cambio climático, pero vinculada a la emergencia causada, entre otros factores por el calentamiento global, existe otra crisis planetaria: la acuciante pérdida de biodiversidad.
La diversidad biológica incluye todas y cada una de las especies de plantas y de animales, los microorganismos y los ecosistemas donde todos ellos habitan y se desarrollan, pero no se limita exclusivamente a ellos. Nos incluye a nosotros y, también, el vínculo que tenemos con todos los seres vivientes de los que dependemos para respirar, alimentarnos, medicarnos y desempeñar actividades económicas para vivir.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD por sus siglas en Inglés) es un tratado internacional legalmente vinculante, que tiene tres objetivos claros: la conservación de la diversidad biológica, la utilización sostenible de los componentes de esa diversidad biológica y la participación justa y equitativa de los beneficios que se deriven de los recursos genéticos.
Se trata de una reunión tan importante para la biodiversidad como lo fue la COP21 –la del Acuerdo de París– para la acción climática.
Un dato ayuda a comprender la magnitud del problema: un millón de los alrededor de ocho millones de especies vegetales y animales conocidas del planeta están en peligro de extinción y se enfrentan a su desaparición completa en las próximas décadas. Tras esta situación sin precedentes en la historia de la humanidad hay una mezcla de factores que tienen un mismo responsable: el hombre. Los cambios de los usos de la tierra, la sobreexplotación de los recursos, el propio cambio climático, las especies invasoras y la contaminación son la principal causa de pérdida de biodiversidad.
La fauna y la flora silvestres han sufrido una reducción del 69% entre 1970 y 2018. Las zonas de América del Sur y el Caribe se vieron particularmente afectadas (-94% de la vida silvestre promedio), África (-66%) y Asia (-55%). En Europa, la caída fue del 18%. Esto significa que las poblaciones han colapsado y el riesgo de extinción está creciendo, aunque muy desigualmente distribuido.
Con la presidencia de China, más de 10.000 delegados deben llegar a un acuerdo en la COP15. Se considera decisivo arribar a la conversión del 30% del territorio mundial e igual porcentaje de los océanos en áreas protegidas en siete años (2030). Solo a modo de referencia, en 2020, el 15% del territorio mundial y el 7,5% de los océanos eran áreas protegidas.