La distribución de la vacuna no se aleja mucho, por ahora, del reparto global de riqueza.
Las naciones de mayores ingresos tienen las suficientes dosis como para vacunar, en promedio, tres veces a su población; algunas, como Canadá o Gran Bretaña disponen de las suficientes dosis para inocular cinco y cuatro veces sus poblaciones enteras, respectivamente. En total, ese grupo de países ya adquirió 4000 millones de dosis, el 55% de las 7300 millones ya vendidas por los laboratorios, de acuerdo con un estudio del Instituto para la Innovación en la Salud de la Universidad de Duke.
Por su lado, las naciones de menores ingresos apenas cuentan con las partidas que les serán eventualmente asignadas por Covax, el gran fondo mundial organizado por la ONU, que apunta a lograr un acceso equitativo a la inmunización. Entre ellas están Bolivia, Nicaragua y Honduras, en una América latina que ya compró un promedio de 1,07 dosis por personas (la cifra no incluye a Brasil), según un informe de Airfinity. En base a esa cifra y a la estimación de una demorada llegada de esas partidas a la región, esa consultora científica basada en Londres advirtió, hace unas semanas, que la normalidad recién podría reestablecerse en la región después de marzo de 2022.
Ese pronóstico fue reforzado por un cálculo de esta semana de la Organización Panamericana de Salud, que advirtió que la vacuna tardará en arribar de manera extensiva a la región y aconsejó inocular inicialmente a un 20% de cada población para contener la circulación viral.
Parte de una región estragada como pocas otras por el coronavirus y por su impacto social y económico, la Argentina, al igual que sus vecinos, se enfrenta entonces a varios interrogantes. Todos ellos están centrados en cómo administrar la escasez de vacuna hasta que su suministro se amplíe y cómo hacer que su aplicación proteja a la suficiente cantidad de personas como para recortar considerablemente el contagio y la letalidad del Covid-19, a la espera de una eventual inmunidad de rebaño.
1) ¿Alcanzarán las dosis? La Argentina, según las declaraciones del presidente Alberto Fernández, tiene unos 45 millones de dosis, entre las más de 20 millones que negoció -respectivamente- con Rusia y con el laboratorio Astra Zeneca. Con Pfizer aún no cerró la adquisición, aclaró el ministro Ginés González García. Otras 10 millones de dosis llegarán a través de Covax, pero eso será una vez que el fondo asista a las naciones más necesitadas, es decir llegando al final del año.
La intención del Gobierno es vacunar a unas 300.000 personas en diciembre, a cinco millones más en enero y a otras cinco millones en febrero. Sería casi un cuarto de la población argentina, por encima del 20% aconsejado por la OPS. Eso le permitiría a la Argentina llegar con cierta tranquilidad al otoño, un momento de riesgo, como demostró la segunda ola europea.
“La clave es que en abril esté vacunada la población vulnerable para bajar las hospitalizaciones”, advirtió Eduardo López, infectólogo y jefe del departamento de Medicina del Hospital Gutiérrez, en diálogo con LA NACION.
Allí comienza el primer problema: para inocular antes de abril a esa cifra de argentinos -que incluye a adultos mayores, grupos de riesgos y personal de salud- se necesitarían 20 millones de dosis, ya que la Sputnik V se da en dos aplicaciones y la partida de Astra Zeneca recién llegaría en marzo o abril.
Sin embargo, el comunicado del Fondo Ruso de Inversión Directa habla de la negociación por 10 millones de dosis, que bastarían para inmunizar a solo cinco millones de personas, un 11% de la población.
Ese número sí está lejos del sugerido por la OPS y ni hablar de la proporción de población estimada por la Organización Mundial de la Salud para alcanzar la inmunidad de rebaño, es decir la cantidad de personas que deben tener defensas contra el virus para bloquear por completo su transmisión.
Este último concepto no es igual para el Covid-19 en todos los países -más con las divergentes políticas de distanciamiento social- ni es inmodificable a lo largo del tiempo dentro de una misma nación. En busca de un umbral común, la OMS establece esa protección en un 70% de la población de un país. Eso si la eficacia de la vacuna es total (100%); en caso de ser menor, la proporción aumenta.
“Basados en la presunción de que la eficacia es satisfactoria [mayor a 80%] pero la duración de la protección es corta [1-2 años], el estimado es que una amplia mayoría de la población total debería ser vacunada”, advierte un estudio publicado en The Lancet en noviembre por cuatro investigadores del Imperial College, bajo el título de “Desafíos de la creación de la inmunidad de rebaño a través de la vacunación masiva”.
La eficacia de la Sputnik V es 92% y la de la vacuna de Astra Zeneca es 70% y ambas comparten con todas las otras inoculaciones una gran incógnita: cuánto dura la inmunidad que otorgan y qué tipo de inmunidad es.
En función de la eficacia de las vacunas a las que accederá la Argentina, el número de habitantes vacunados para llegar a la inmunidad de rebaño es casi 40 millones de habitantes, lo que representarían unas 80 millones de dosis.
Esa cifra es bastante mayor a las dosis a las que busca conseguir en el primer semestre la Argentina. Pero hay varios atenuantes para ese déficit. A medida que avance el año, ya hay una buena porción de argentinos infectados (el número preciso de la serología nacional aún no fue determinado; en CABA es de 14-15%) y no necesitarían ser inoculados en una etapa temprana. Además, la producción de vacunas, y por lo tanto su disponibilidad, va a acelerarse.
Y, fundamentalmente, la ciencia, con todas sus dudas y certezas tras un año de pandemia, aún no llega a un consenso final sobre cuál es la mejor estrategia de vacunación para 2021.
Las naciones de ingresos altos apuntan a niveles generalizados de vacunación este año. Estados Unidos, por ejemplo, ambiciona inmunizar a toda su población adulta, unos 250 millones de personas, antes de julio. Japón intentará vacunar al 100% de su población antes de los Juegos Olímpicos de Tokyo. Inquieta por una cuarta y fuerte oleada de Covid-19, Corea del Sur intentará inmunizar al 86% de sus habitantes este año.
Sin embargos, como sucede con tantas otras áreas del Covid-19, la ciencia está dividida y no todos los especialistas ni funcionarios piensan que la inmunidad de rebaño sea la estrategia más adecuada en este momento.
“Aún no se conoce qué le hace la vacuna al virus ni sus efectos a largo plazo. Entonces, por ahora, sin los datos sobre consecuencias a largo plazo, la estrategia es la mitigación del riesgo y no la de inmunidad de rebaño”, dijo Fernán Quirós, ministro de Salud de la ciudad de Buenos Aires, en diálogo con LA NACION.
Esperanzado sobre el año que está por comenzar, Quirós estimó que sí será necesario vacunar a los grupos más vulnerables y personas de edad, pero no a otras franjas de la sociedad para frenar considerablemente la circulación del coronavirus.
A esa conclusión llegó también el estudio de los investigadores del Imperial College publicado por The Lancet. “¿Qué sucede si un país no alcanza una gran cobertura con la vacuna? El Sars Cov-2 se convertirá en convertirá en un fenómeno endémico pero de bajo nivel, con picos en el invierno”, advierte la publicación.
2) ¿Pueden las dudas boicotear la cobertura de la vacunación? Pese a su optimismo sobre las posibilidades de un 2021 más tranquilo que 2020, Quirós se muestra cauteloso sobre todas las incógnitas que rodean a las vacunas.
Productos aún inconclusos de un proceso científico sin comparación en la historia por su velocidad, prácticamente todas las vacunas mostraron una fuerte seguridad y una eficacia sorprendente, mucho mayor a la de 50% exigida por los más rigurosos organismos regulatorios del mundo (sobre todo la FDA norteamericana y la EMA europea).
De todas maneras, la vacuna del Covid-19 fue desarrollada en menos de un año, mientras otras tomaron hasta décadas y los interrogantes sin respuestas son muchos.
Ellos fueron muy bien resumidos por Eric Rubin, editor del prestigioso New England Journal of Medicine, y Dan Longo, profesor de la Escuela de Medicina de Harvard, en un artículo difundido esta semana en la publicación.
“¿Surgirán inesperados temas de seguridad cuando el número de vacunados alcance los miles de millones? ¿Emergerán efectos colaterales a medida que pase el tiempo? ¿La vacuna previene la enfermedad asintomática y limita la transmisión? ¿Qué sucederá con las personas que no se pongan la segunda dosis?”
Esas preguntas rondan las cabezas de millones de habitantes de casi todos los países y dan forma a un creciente escepticismo sobre las vacunas contra el Covid-19.
De acuerdo con un sondeo de octubre de Ipsos sobre las actitudes globales ante la vacuna, un 73% de los encuestados dijo que se inocularía contra el virus; solo el 53% lo haría dentro de los tres primeros meses del proceso mientras que el 72% lo haría dentro del año. Esos números son todos inferiores a los que registraron en el mismo sondeo en agosto.
En algunas naciones, como Francia, ese nivel de desconfianza se manifiesta en casi el 50% de la población, que advierte que no se inmunizaría, una proporción que pone bajo la lupa el alcance de la vacunación y su poder para frenar la pandemia.
En la Argentina esas dudas también existen. Un sondeo del Observatorio de Psicología Social Aplicada publicado en noviembre pasado indicó que solo el 43% de los bonaerenses y porteños encuestados se aplicaría la vacuna Sputnik, mientras que un 54% se daría la de Astra Zeneca.
Como sucede en muchos otros países, en especial de la región, los especialistas adjudican esa diferencia significativa entre la voluntad de darse una u otra inyección a la politización de todo lo que tiene que ver con la pandemia, sobre todo por la intervención del presidente Vladimir Putin en la negociación con el gobierno argentino y por la falta de información sobre los ensayos de la Sputnik V.
Eso también sucede en la misma Rusia. A partir del fin de semana pasado, el gobierno se preparó para una vacunación masiva, que hasta ahora nunca ocurrió. ¿La razón? La desconfianza de los rusos en su propia vacuna.
Dispuesto a contrarrestar el efecto de esas dudas, el presidente Fernández ya anunció que será el primero en inocularse para demostrar que la vacuna no es nociva. Lo mismo hará en Israel Benjamin Netanyahu o en Estados Unidos, los expresidentes Obama, Clinton y Bush.
Sin embargo, así como no hay consenso en la ciencia sobre la mejor estrategia de vacunación, tampoco lo hay sobre algo igual de necesario y crítico que la inmunización artificial para combatir una pandemia: la comunicación pública.
En Chile, por ejemplo, un grupo de expertos desaconsejó al presidente, Sebastián Piñera, de hacer lo que hará Alberto Fernández. Temen que si el mandatario es el primero en vacunarse -en lugar de una jubilada, como en Gran Bretaña- se dispararán las acusaciones de favoritismo con la política.
Despolitizar, transparentar, precisar, todo parece decisivo a la hora de hacer que una operación de vacunación tenga éxito.
3) ¿Estamos preparados para el desafío logístico? “La eficiencia de una vacunación se analiza de dos maneras. Por un lado, con las dudas sobre la vacuna. Por el otro lado, con el acceso a la vacuna -explicó Eduardo López-. En un estudio que hicimos con la Fundación Bunge y Born, los que no accedieron explicaron sus mayores dificultades de dos formas: ‘llegué y no había vacunas’ y ‘el vacunatorio me quedaba muy lejos”.
Tanto como el número de dosis o la comunicación, el transporte, la logística y la distribución de la vacuna serán decisivos para recortar la circulación del virus. Algunos más avanzados, otros no tanto, todos los distritos del país se preparan ya: ordenan prioridades, entrenan vacunadores, levantan nuevos vacunatorios para evitar que la inoculación anti Covid-19 interrumpa el calendario de vacunación. La Ciudad de Buenos Aires, por su parte, estima que tendrá que inmunizar a unas 900.000 personas entre adultos mayores y personal esencial y que lo hará sin demasiados contratiempos. La provincia de Buenos Aires estima que necesitará unos tres meses de labor constante – 12 horas diarias, de lunes a lunes- para inmunizar a todos sus grupos prioritarios. Con la asistencia del Ejército, Córdoba alista sus puntos móviles, centros de convenciones y todo lugar convertible en vacunatorio para inocular a casi toda la población de la provincia y agiliza su campaña de concientización sobre la necesidad de vacunarse.
¿Podrán completar la operación logística más compleja del período democrático? Para saberlo, hace falta que lleguen las dosis.