Los fabricantes de Estados Unidos se están poniendo al día y la escasez de dosis pronto se convertirá en sobreabundancia, mientras gran parte del mundo sale a mendigar
28 de marzo de 202117:48
WASHINGTON.- Los funcionarios del gobierno de Biden ya anticipan que la provisión de vacunas para el coronavirus superará la demanda de Estados Unidos hacia mediados de mayo, o incluso antes, y ahora enfrentan la difícil decisión de qué hacer con el excedente de dosis cuando la escasez se convierta en abarrotamiento.
El presidente Biden prometió suficientes dosis para que a fines de mayo estén inmunizados los casi 260 millones de adultos de Estados Unidos. Pero entre esa fecha y fines de julio, el gobierno norteamericano ya tiene acuerdos cerrados para recibir dosis para vacunar a 400 millones de personas, o sea 70 millones más que la población total del país. Mantener, modificar o derivar esas ordenes de compra tiene implicancias profundas, no solo respecto de los esfuerzos de ese país para contener el virus, sino de la rapidez con que se podría poner fin a la pandemia. De todas las dosis aplicadas nivel mundial, las tres cuartas partes fueron administradas en apenas 10 países. Y al menos 30 países todavía no han aplicado una sola dosis.
Además, esa escasez global amenaza con agravarse si los países y regiones productoras de vacunas empiezan a frenar la exportación de dosis. Debido al aumentos de los contagios, la India, antes un importante distribuidor de vacunas, hoy retiene casi la totalidad de los 2,4 millones de dosis que fabrica diariamente una empresa privada del país. La medida del gobierno de Nueva Delhi llegó después de la decisión tomada esta semana por la Unión Europea, que realizó una modificación de emergencia en su legislación para frenar las exportaciones de vacunas durante las próximas seis semanas.
Los funcionarios de la administración de Biden que se inclinan por la opción de conservar el inminente excedente de dosis señalan que hay demanda insatisfecha y una creciente incertidumbre: los niños y adolescentes aún no están siendo vacunados, y nadie sabe cuánto dura la inmunidad de la vacuna, lo que podría requerir la aplicación de decenas de millones de dosis de refuerzo.
“En lo posible, queremos ser parte de la solución global”, dijo esta semana Jen Psaki, secretaria de prensa de la Casa Blanca. Pero agregó que “Todavía hay una serie de factores impredecibles para los que tenemos planificar lo mejor que podamos, incluidas las variantes, su impacto, y también lo que sea más efectivo y mejor para los niños”.
Los fabricantes y algunos altos funcionarios de la Casa Blanca dicen que la decisión sobre qué hacer con los pedidos de vacunas adicionales deberá tomarse en las próximas semanas, porque la incertidumbre podría ralentizar las líneas de producción. El proceso de fabricación puede tardar hasta 10 semanas y hacer cambios para el mercado extranjero lleva tiempo. La normativa que rige para el despacho de dosis al exterior representa otro obstáculo, al igual que la limitada vida útil de los fármacos que componen la vacuna.
Los viales de las plantas envasadoras en Michigan e Indiana están etiquetados para su uso dentro de Estados Unidos. Si su destino no está claro, habría que poner en pausa la línea de producción o volver a etiquetar los viales finalmente destinados al extranjero.
Además, una vez que las dosis son enviadas a los diferentes estados norteamericanos, las regulaciones federales prohíben retirárselas, por más que sean necesarias en otro punto del país. Y los viales no pueden permanecer almacenados para siempre: si bien la vacuna congelada puede durar hasta un año, una vez embotellada debe usarse dentro de cuatro a seis meses.
Todas esas variables amenazan con complicar un proceso que hasta ahora ha sido relativamente tranquilo para la administración de Biden. En parte gracias a la decidida ayuda del gobierno federal durante muchos meses, los fabricantes de vacunas han aumentado sostenidamente su ritmo de producción, y los estados han accedido a nuevas dosis tan rápido como el gobierno pudo distribuirlas.
El gran debate es cómo seguir de ahora en más.
Los ensayos clínicos para determinar qué vacunas funcionan para los adolescentes y los niños de la nación siguen en marcha y es muy probable que los resultados no estén todos al mismo tiempo. Para fines de la primavera boreal, por ejemplo, Moderna y Pfizer esperan contar con resultados provisorios sobre la efectividad que tendrían sus vacunas en los 30 millones de adolescentes norteamericanos. Pero al menos Moderna no espera resultados sobre la efectividad en niños menores de 12 años hasta después de septiembre, y el año lectivo ya habrá empezado.
Puede ocurrir que el gobierno se aferre a las dosis de esos dos fabricantes a la espera de los resultados, para después enterarse de que otra vacuna cuyos ensayos comenzaron más tarde, como la de Johnson & Johnson, funciona mejor en los niños.
Si una o más de las tres vacunas autorizadas en Estados Unidos resultan brindar solo una protección breve contra Covid-19, serían necesarias decenas de millones de dosis de refuerzo. La respuesta a ese interrogante, sin embargo, también puede demorarse en llegar.
Los funcionarios de salud de gobierno federal también han evaluado cancelar o reducir algunos pedidos a Moderna y Pfizer, a cambio de la promesa de un nuevo suministro, en la segunda mitad del año, de dosis pediátricas o de cualquier vacuna nueva que haya sido ajustada para ser efectiva contra las nuevas variantes supercontagiosas.
Hay ciertas presiones en ese sentido de parte de los fabricantes, cuyas vacunas son codiciadas por otros países de altos ingresos. Pero esa opción también privaría a los funcionarios federales del poder de decidir qué países reciben ese excedente de dosis, así como del crédito humanitario y diplomático que obtendría al enviar la vacuna a países más necesitados.
Por todas esas razones, dicen los altos funcionarios de la Casa Blanca, el gobierno norteamericano se inclina más por recibir y guardarse las dosis que compró, y más tarde, en algún momento, canalizar ese sobrante a otras naciones a través de acuerdos bilaterales, o entregárselo al Covax, la iniciativa internacional sin fines de lucro respaldada por la Organización Mundial de la Salud que está tratando de coordinar la distribución equitativa de la vacuna en todo el mundo. La administración de Biden ya ha donado 4000 mil millones de dólares a ese esfuerzo internacional.
Traducción de Jaime Arrambide