Keith Bradsher Traducción de Jaime Arrambide
China está sufriendo el peor brote de Covid-19 desde que empezó la pandemia, y lo enfrenta con nuevas cuarentenas masivas, confinamientos estrictos y controles fronterizos. Tal vez esas medidas funcionen, pero los datos oficiales difundidos el lunes muestran que también representan una pesada carga para la segunda economía del mundo.
En el primer trimestre de 2022, la economía china creció un 4,8%, en comparación con el mismo período del año pasado. Ese crecimiento fue apenas superior al del último trimestre de 2021, y también encubre un inquietante problema.
Gran parte de ese crecimiento se registró en enero y febrero, pero el mes pasado la actividad económica se desplomó, cuando Shenzhen, el gran polo tecnológico del sur del país, y más tarde Shanghái, la ciudad más grande, así como otros centros industriales, tuvieron que parar en seco la actividad debido a la pandemia. La cuarentena dictada por las autoridades bajó el interruptor de las líneas de ensamble, dejó parados a los trabajadores y al transporte de camiones. Pero, por sobre todas las cosas, la cuarentena confinó en sus casas a cientos de millones de consumidores.
Las ventas minoristas, dato crucial para saber si los consumidores están gastando, se desplomaron en marzo un 3,5% en comparación con el año pasado, según reveló la Oficina
Nacional de Estadística de China. La producción industrial creció un 5%, a un ritmo inferior que el registrado en los primeros dos meses del año. Y las importaciones, que en el primer bimestre crecieron a paso firme, cayeron levemente en marzo, también en parte debido a los inconvenientes para el transporte de cargas. Y se espera que esa desaceleración que arrancó en marzo se profundice durante este mes, cuando otras regiones de China sean puestas en cuarentena. Todas estas son malas noticias para el gobierno chino, que se había puesto el objetivo de crecer “alrededor de un 5,5%” durante este año.
La semana pasada, el primer ministro chino, Li Keqiang, les pidió a los funcionarios regionales que entendieran “la urgencia” de limitar los efectos de las cuarentenas y restricciones sobre la economía. El viernes, el banco central intervino para que los bancos comerciales aumenten sus líneas de crédito y así estimular el crecimiento económico.
En el resto del mundo, las restricciones por el Covid de China podrían fogonear aún más la inflación, al generar nuevas disrupciones en las cadenas de suministro de las que dependen muchos fabricantes, y aumentar el costo de fabricación y transporte de los bienes transables. Además, si China crece más lentamente, también importa menos de otras naciones, ya sean recursos naturales, como petróleo y mineral de hierro, o bienes de consumo, desde frutas hasta carteras de diseño
“Si hablamos del impacto de las restricciones por la pandemia en Shanghái y Shenzhen, no hay olvidar que son eslabones cruciales de la cadena de suministro mundial, y ciertamente afectarán todo el ciclo de la economía china”, dijo Yao Jingyuan, execonomista jefe de la Oficina Nacional de Estadísticas de China y actual asesor del gabinete.
En los últimos días, los ejecutivos de la industria automotriz y el sector tecnológico –dos de los mayores empleadores de China–, advirtieron que si Shanghái no reanuda pronto su actividad, puede producirse una parálisis en sus operaciones a nivel nacional. En Shanghái se fabrican muchos componentes de alta tecnología que son cruciales en numerosas cadenas de suministro.
“Shanghái es un polo abastecedor de insumos para las grandes automotrices internacionales: si el centro falla, se cae todo el sistema”, dice Cui Dongshu, secretario general de la Asociación de Fabricantes de Automóviles Particulares de China.
Las restricciones locales
Para el 11 de abril, en 87 de las 100 ciudades más grandes de China regía algún tipo de restricción, según Gavekal Dragonomics, una firma de investigación económica independiente que hace un monitoreo de los confinamientos. Esas restricciones iban desde limitar quién puede entrar o salir de una ciudad hasta cuarentenas totales, como en Shanghái, donde la mayoría de la gente tiene prohibido salir a la calle, ni siquiera para comprar alimentos.
Yang Degang, gerente de una fábrica de moldeadoras plásticas de Zhangjiagang, a 120 kilómetros de Shanghái, se vio obligado a apagar sus máquinas el miércoles último, cuando la localidad impuso el confinamiento.
Pero ya antes de esa cuarentena total las autoridades habían impuesto restricciones que impedían el movimiento de camiones. Eso implica que Yang no pudo obtener a tiempo los componentes para construir sus moldeadoras y tampoco entregar los equipos terminados a muchas fábricas y puertos en confinamiento.
El empresario dice no saber cuándo podrá reabrir. “Zhangjiagang está en una situación límite”, dice. “Me preocupan las pérdidas, pero no hay otra manera”.
Pekín les ordenó a los gobiernos locales que permitan que los camiones lleguen a destino y tomen otras medidas para proteger la economía durante las cuarentenas.
Muchos trabajadores también la están pasando mal. Los camioneros, por ejemplo, viven en ascuas ante el peligro constante de cuarentenas de varias semanas, durante las cuales no cobran un sueldo pero igual tienen que seguir pagando las cuotas de sus camiones.
Yu Yao, un camionero que transporta verduras y frutas desde la provincia de Shandong a Shanghái, es uno de los muchos choferes chinos que están varados debido a medidas de control. Yu quedó atrapado en Shanghái hace más de tres semanas.
Ahí está desde entonces. “No podemos salir de la autopista, porque cada salida está vigilada. Lo único que quiero es volver a casa”, dice Yu. “hace días que no conseguimos comida suficiente, y el cuerpo no me da más”.