El patógeno de la variante humana fue erradicado a finales de la década del 70 en el mundo; desde entonces, se detuvo la vacunación en la Argentina contra esa infección
Fabiola Czubaj
La vacuna antivariólica, que se aplicó en el país hasta fines de los 70, inmunizó a esa franja etaria contra la variante humana del virus, similar a la actual.
Después de más de cuatro décadas, el mundo volvió a hablar de la vacuna antivariólica, que se dejó de aplicar cuando se erradicó la viruela. Aun cuando son virus distintos, el actual brote inusual de viruela del mono que desconcierta a los principales centros de investigación del mundo está propagándose con la población menor de 45 años sin protección inmunológica alguna.
Es que la vacuna contra el virus variola, que causaba la viruela original, protege también contra el más benigno de la viruela símica. Sin embargo, como se dejó de aplicar a finales de los 70, los que no la recibieron no tienen las defensas de las generaciones que todavía conservan la marca característica de la antivariólica en la parte superior del brazo.
Jorge San Juan, infectólogo, fue testigo de las últimas viruelas en el país: “Los que hoy tienen menos de 45 años no están vacunados, por lo que no tienen anticuerpos contra la viruela común como los más grandes”. “La vacuna antivariólica, que se dejó de aplicar cuando se certificó la erradicación de la viruela, protege en un 80% o 90% contra la viruela símica, una infección por un virus distinto, que no causa enfermedad grave ni muerte, sino una infección que se autolimita después de unos días”, explica.
De chico, desde su casa, ubicada dentro de lo que entonces se conocía como Instituto Malbrán, donde ahora funciona el jardín maternal para los hijos del personal de la actual Anlis Malbrán, San Juan podía ver cómo empezaba a fabricarse la vacuna. Veía los terneros a los que, en esos años, se les rasuraba la panza para inocularles el virus y poder elaborar la vacuna en el instituto. Cuando aparecían las pústulas en el cuerpo del animal, se extraía el contenido y se colocaba en frascos estériles para su transporte al laboratorio.
“La vacuna se dejó de aplicar en 1977, por lo que las personas nacidas a partir de 1978 no tienen anticuerpos”, señala Silvia González Ayala, consultora en infectología del Hospital de Niños Sor María Ludovica, de La Plata, y profesora titular de enfermedades infecciosas en perinatología de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Católica de La Plata.
Ambos también coinciden ante el dilema de qué estrategia de salud pública sería la más conveniente en este contexto, mientras avanzan los estudios para determinar cómo se están produciendo los contagios y si el virus con sus variantes se mantienen estables, sin cambios.
Ante este brote inusual (en muchos países y a la vez) que avanza fuera de África occidental y central, donde la viruela símica es una zoonosis endémica, se analiza si lo más conveniente y costo efectivo sería reactivar la producción de una vacuna para uso masivo o delimitar adecuadamente en qué población se están dando los contagios para emitir recomendaciones de cuidado, incluido el aislamiento durante 28 días, para cortar la transmisión interhumana (se estima que una persona puede contagiar hasta a seis). Ambos especialistas se expresaron a favor de la segunda opción ante la consulta de la nacion.
“No pienso que el brote de la viruela símica tenga un perfil epidémico –señala San Juan–. Si un determinado grupo de la población empieza a infectarse, ahí habría que pensar en una estrategia de salud pública para ese colectivo. Esta enfermedad no tiene una evolución grave y causa la muerte, como la viruela original. Estamos viendo que se autolimita”.
Ante esto, y aun cuando indica que ahora hay disponibles herramientas en tecnología más avanzadas que hace 40 años para elaborar vacunas, opina que la decisión de volver a producir una para la viruela en millones de dosis podría convertirse más en un riesgo que en una solución. El virus de la viruela es considerado un arma biológica de categoría A, como el Ébola o el carbunco, porque el daño que pueden causar sería devastador. En 1983, se redujeron de cuatro a dos los países que conservarían muestras del virus en laboratorios de máxima bioseguridad (nivel 4): Estados Unidos y Rusia. Esos países también cuentan con reservas de vacunas para grupos esenciales, como el personal de salud, de defensa y de seguridad.
“Primero, antes de pensar en producir una vacuna de aplicación masiva, habría que definir si el virus [de la viruela del mono] tiene alguna otra característica especial, distinta de lo conocido, y hay que esperar los resultados de los estudios epidemiológicos. Sería mejor comunicar qué medidas de cuidados podrían tomar poblaciones especiales”.
Para González Ayala tampoco tiene sentido producir dosis para una vacunación masiva “porque la viruela del mono se puede limitar con una medida como es el aislamiento de los enfermos. Existe en el mundo una reserva estratégica de dos vacunas, pero son para la primera línea de respuesta, como el personal de salud”, señala.
Por ley
La vacunación y revacunación antivariólicas fueron obligatorias por ley en el país entre 1903 y 1979, cuando se solicitó al Poder Ejecutivo su derogación por el contexto epidemiológico y el riesgo de causar enfermedad a los chicos [la vacuna se elaboraba con virus vivo]. Así surge del texto de los fundamentos del proyecto de ley 22.109, que fue sancionada en noviembre de 1979, durante el gobierno militar.
“Los programas de vacunación a partir de 1972 o 1973 se han ido deteriorando progresivamente en razón de la situación epidemiológica imperante en la Argentina y el mundo y las recomendaciones de las sociedades científicas del país (especialmente la Sociedad Argentina de Pediatría), que han aconsejado reiteradamente suspender la vacunación en razón de sus riesgos y la remota posibilidad de enfermar en el país –se lee en el texto original–. Estos antecedentes movieron a la Secretaría de Estado de Salud Pública de la Nación a convocar una reunión de especialistas el 2 de marzo de 1978. Esta reunión contó con 38 participantes de diversas instituciones de salud y de los ambientes universitarios y profesionales y recomendó en sus puntos sustanciales la suspensión de la vacunación y revacunación antivariólica en el país así como la exigencia de su certificación y la derogación de la ley nacional 4202”.
La nueva norma previó, sin embargo, “las necesarias medidas para que, ante eventuales brotes de la enfermedad, la autoridad sanitaria pueda combatirlos y prevenir su propagación”.