Dr. Emir Alvarez Gardiol
Presidente del Claustro Académico de ACACIMESFE

En el año 387 a C. en Atenas, en unos amplios jardines extramuros poblados de olivos y de plátanos, asignados al héroe mitológico Academo, se sitúa el ámbito donde Platón reunía a sus discípulos para dictar sus clases caminando por el bosque, espacio y estilo al que él honrara con el nombre de Academia.

Pasaron los siglos y otras Academias se fueron fundando en aquellos lugares del mundo donde la vida intelectual creciente hizo necesario utilizar ese nombre ilustre para agrupaciones con fines superiores de la inteligencia. Se hizo ostensible la necesidad de reunir a los hombres de ciencia para impedir que las mentes pensantes, desperdigadas en su individualismo, hubieren de requerir ambientes capaces de reunir el pensamiento contemporáneo ofreciendo tribunas de expresión y comunicación de las que brotaran las creaciones de la intelectualidad. De aquella usanza sencilla y estoica se mutó, largo tiempo después a un climax nobiliario de lujo y privilegio en el que alcanzar ese grado de tenencia, fue perdiendo en parte los fines originales, para transformarse en una ostentación social con personajes togados con capelos suntuosos cuyos sitiales eran podios altamente codiciados.

En los tiempos modernos en diferentes países todavía se mantienen Academias de altísimo prestigio con un linaje aristocrático no abandonando los hábitos de sus raíces de origen.

En nuestro medio, cuando hace 200 años se fundara la primera Academia Nacional de Médicina en Buenos Aires nace y lo hace bajo la férula del espíritu democrático de su fundador Bernardino Rivadavia. Desde entonces los claustros que se fueron estableciendo continuaron adoptando idéntico perfil. La inquietud y luego la necesidad suele originarse en las Universidades, en sus graduados, cuando los investigadores, los estudiosos, los hombres y mujeres científicos estiman haber alcanzado una maduración que merece dejar, con prudencia un sello constructivo en la comunidad donde expresaron sus avances, sus hallazgos.

Valor que no debe ser como una Biblioteca que almacena lo que se ha hecho, sino como una fuente para las generaciones que les sucedan cuando ellos abandonen la actividad, sin dejar solamente el rescoldo de su llama votiva, sino la llama encendida. Valga esta comparación que significa claramente que nada se cierra, porque es el pensamiento vivo incorpóreo que alienta en cada SITIAL que nunca quedará deshabitado.

Estos núcleos selectivos de inteligencias no visten togas ni capelos y se los suele hallar en sus oficinas, en los laboratorios inclinados con sus guardapolvos sobre el microscopio, con equipos protectores como astronautas de espacios pequeñísimos, o exigiendo velocidad a sus computadoras o en tele conferencias con colegas del hemisferio Norte a través de Redes de Profesionales Argentinos radicados en el Exterior en generosos intercambios que aceleran los hallazgos. Esos hombres de ciencia no alcanzaron el Estatus Académico para recibir un reconocimiento a su singularidad, un sitial de honores, nada de eso se les ha ofrecido, en cambio sí ha de encontrar un puesto de combate en que ofrecer su arte y conocimientos casi siempre para terceros desconocidos, los seres a quienes están destinadas las virtudes de su actividad profesional.

El Académico actual, y nos estamos refiriendo concretamente al Claustro Académico de la Academia de Ciencias Médicas de la Provincia de Santa Fe (ACACIMESFE), ellos fueron elegidos por sus pares y han aceptado integrarse porque saben que en sus Estatutos se expresa claramente que no se les está otorgando un premio a sus méritos, sino un puesto de tareas donde deberá cumplir una MISION. Ella será, en primer lugar, la altísima Misión de prodigarse por la Salud de todo ser vivo que habite en la Provincia de Santa Fe, y en segundo lugar, pero no menos importante, dedicar tiempo y esfuerzo para asistir a los jóvenes médicos, a los físicos, bioquímicos, farmacéuticos, matemáticos, ingenieros sanitaristas, químicos, biólogos, bioestadísticos, ambientalistas, veterinarios, odontólogos, etc., que son los que permiten que los recursos médicos puedan prodigarse y así llegar a sus destinatarios, los seres vivos de la Naturaleza, en pro del mejoramiento permanente de la calidad de vida, en todas sus expresiones.

Ese capital de experiencia y conocimiento está reunido en el mencionado Claustro, en la seguridad que al brindar desinteresadamente su experiencia y su mirada hacia el futuro, en un marco de absoluta y permanente actitud motivacional hacia los jóvenes, está generando la responsabilidad y orgullo de compartir saberes.

Las Escuelas y Facultades, pródigas con sus estudiantes liberan de tutelaje a sus egresados. La Academia, entelequia silente y multidisciplinaria en la transversalidad de las Ciencias Médicas modernas, los espera. Es imprescindible que el novel profesional esté informado que puede contar con ella. Se está preparado al respecto, un portal con una red informática que se ha de presentar a las autoridades de las Universidades y Centros de Estudio Superiores provinciales, nacionales e internacionales, ofreciendo a los profesionales que egresan los contactos necesarios para acompañar sus caminos iniciales.

(*)” Carpe Diem quam minimum credula postero” (Horacio,65 a.C).

(Aprovecha el día…no confíes en el mañana)