Galo Soler Illia y María Alejandra Molina serán reconocidos mañana por sus “aportes claves” en ese campo

Galo Soler Illia

Dos científicos argentinos que se destacan por sus estudios para el desarrollo de materiales a escala nanométrica, para aplicaciones que van desde la salud humana y animal hasta industriales, recibirán uno de los máximos galardones en ciencia que se entregan en el país. Este año, los premios científicos de la Fundación Bunge y Born son para los investigadores Galo Soler Illia y María Alejandra Molina.

La ceremonia será mañana, a las 19, en el Centro Cultural de la Ciencia. “Sus aportes son claves en el estudio de enfermedades y la industria farmacéutica, alimentaria y energética, entre otras”, señalaron desde la fundación al destacar sus desempeños en el campo de las nanociencias, disciplina que estudia los fenómenos y la manipulación de materiales en una escala en la que un nanómetro equivale a la millonésima parte de un milímetro.

Tras el trabajo del Comité de Selección, el jurado otorgó a Soler Illia, doctor en Ciencias Químicas, el Premio Científico 2022 de la fundación. Molina, también doctorada en Ciencias Químicas, recibirá formalmente el Premio Estímulo 2022. Ambos son investigadores del Conicet.

Soler Illia diseña y produce nanosistemas con arquitecturas inteligentes y propiedades a medida con métodos químicos inspirados en la naturaleza. Se especializa en la síntesis de materiales nanoporosos con aplicaciones en la salud, el ambiente y las energías renovables.

El jurado destacó el “liderazgo indiscutible” del galardonado en el campo de las nanociencias. “Cuenta con una excelente producción científica y numerosas actividades de transferencia tecnológica en el país y en colaboración con prestigiosos investigadores extranjeros –se detalló en los fundamentos de la decisión–. Llevó a cabo una importante formación de recursos humanos y ha sido director de numerosos proyectos otorgados por organismos nacionales e internacionales, lo que convirtió a su grupo de investigación en un centro de referencia en nanotecnología. Su trabajo contribuyó al fortalecimiento de las nanociencias en la Argentina”.

La formación de Soler Illia incluye un posdoctorado en nanomateriales en la Universidad de París VI. Es decano del Instituto de Nanosistemas de la Universidad Nacional de San Martín. Fundó y dirigió el grupo Química de Nanomateriales de la Comisión Nacional de Energía Atómica. Autor de más de 200 artículos en publicaciones científicas y libros que superaron las 14.000 citas, tiene registradas cinco patentes y dirigió más de 30 tesis doctorales y posdoctorales en su campo de especialización. Cofundó la empresa Hybridon, que se dedica a la producción de nanomateriales para aplicaciones industriales.

“Siempre me gustó mucho la ciencia, la tecnología. Y elegí la carrera de química. Siempre me apasionó la posibilidad de poder jugar con la materia, crear nueva materia y usar la imaginación para hacerlo –cuenta–. Creo que eso es lo que me fue marcando el camino: el amor por la ciencia, la curiosidad que tiene todo niño al observar el mundo que lo rodea y el deseo de explicar y entender las cosas y, luego, crear aún más cosas con lo que uno sabe. Eso me llevó a estudiar química en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales, seguir una tesis en sólidos y perfeccionarme. Acá estoy casi 50 años después y sigo aprendiendo todos los días”.

Nieto del expresidente Arturo Illia, fue precandidato a diputado por la ciudad de Buenos Aires el año pasado. “Hay que pasar de la política basada en las creencias a la basada en la evidencia, y eso te lo da el método científico”, dijo al diario Perfil en ese momento. “Hay que legislar con lo que tiene evidencia, no con lo que vos creés”, sostuvo.

Medicina y veterinaria

Desde hace seis años, Molina lidera una línea de investigación orientada a la nanotecnología, con nanomateriales inteligentes, para el desarrollo de terapias en biomedicina y veterinaria. Afirma que, desde chica, ya le gustaban más las ciencias exactas que las sociales. “Cuando fui creciendo, supe que no quería un trabajo de escritorio. Que me interesaba hacer descubrimientos. Me interesaba ayudar a la gente. Por eso fue que empecé a estudiar ciencia”, cuenta a la nacion.

En los fundamentos de su decisión, el jurado del Premio Bunge y Born destacó: “Se evidencian su capacidad de liderazgo desde muy joven, una excelente producción científica y un amplio reconocimiento de su trabajo, como lo demuestran los importantes premios otorgados por organismos nacionales e internacionales de reconocido prestigio, como el reconocimiento a mujeres en ciencia”.

Molina es investigadora independiente del Conicet en el Instituto de Investigaciones en Tecnologías Energéticas y Materiales Avanzados (Iitema) de la Universidad Nacional de Río Cuarto, Córdoba. Su tesis doctoral sobre nanocompuestos basados en hidrogeles inteligentes y nanoobjetos la realizó en el Grupo de Materiales Avanzados. Recibió una beca de perfeccionamiento de la Fundación Alexander von Humboldt en la Universidad Libre de Berlín: investigó el uso de nanogeles como sistemas de liberación controlada de fármacos en terapias para el cáncer.

Publicó 39 artículos en revistas científicas internacionales y presentó tres patentes en el país y una en el exterior.

¿Cuál es para ella su descubrimiento más interesante hasta el momento? “Durante los dos últimos años de mi doctorado, desarrollamos hidrogeles termosensibles que incorporaban nanopartículas poliméricas conjugadas (conductoras que transforman la luz en calor), que eran capaces de absorber la luz y calentarse –recuerda–. Ese calentamiento dispara el colapso del material termosensible. Era como un colapso en cadena, por así decirlo. Sobre la base de este descubrimiento, abrimos un montón de líneas de investigación, se desarrollaron tres tesis doctorales y, a partir de eso, desarrollé mi posdoctorado. Y, la verdad, fue muy exitoso porque usábamos esa misma idea aplicada en la nanociencia: desarrollamos nanopartículas poliméricas termosensibles, activadas a distancia por luz, que era absorbida por los polímeros conjugados (conductores)”.

Para Soler Illia, en tanto, su mayor descubrimiento “todavía no llegó”, según dice. ¿Por qué? Responde que siempre hay algo mejor por hacer. Sí habla de tres o cuatro momentos “muy, muy interesantes”, describe, de su vida científica.

“Uno era un problema insoluble –repasa–. Habíamos pasado seis meses siguiendo a un grupo competidor; no les creíamos mucho sus resultados, los nuestros iban totalmente en sentido opuesto. Era al principio de mi posdoctorado. Me desperté agitado una noche, de la que todavía mi esposa se acuerda, y de repente se me ‘prendió la lamparita’ y entendí que las interacciones entre los bloques de construcción inorgánicos que utilizábamos para hacer determinado material había que arreglarlas. Lo escribí en un papelito, hice un dibujo y me fui a dormir. A la mañana siguiente, más o menos entendí lo que había dibujado y nos pusimos a trabajar. En en un par de años, entramos a la comunidad como descubridores de que las interacciones entre esas piezas de construcción eran importantes para construir materiales complejos. Ese fue realmente un gran día”.

El jurado para esta edición de los premios científicos estuvo integrado por científicos nacionales e internacionales presididos por Gustavo Rivas (Universidad Nacional de Córdoba) y Noemí Zaritzky (Universidad Nacional de La Plata), premiada en 2015. Participaron también Marcelo Kogan (Universidad de Chile), César Barbero (Universidad Nacional de Río Cuarto) y Susana Córdoba de Torresi (Universidad de San Pablo, Brasil). Estuvieron a cargo del Comité de Selección Alejandro Olivieri (Universidad Nacional de Rosario) y Vera Álvarez (Conicet-Universidad Nacional de Mar del Plata), que recibió el Premio Estímulo de la fundación en 2015.