Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– Si bien la pandemia cedió, con baja de internaciones en terapia intensiva y de muertes, los efectos que dejará todavía son, en muchas áreas, una incógnita. En el caso del impacto sobre los médicos intensivistas, una encuesta realizada en todo el país muestra que el 97% tienen síntomas de burnout (síndrome de desgaste laboral), 20 puntos porcentuales más de los relevados en 2019. Ese estado implica que haya un grupo importante que haya pensado en dejar la especialidad e, incluso, la profesión.

El trabajo fue presentando por los intensivistas Carina Balasini, Leandro Tumino y Pablo Canavessi en el congreso nacional de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva (SATI), que comenzó anteayer. Consultaron al final de la segunda ola de Covid-19 a 1509 profesionales de Unidades de Terapia Intensiva (UTI) de todas las provincias: 36% presentaron agotamiento emocional y 41%, despersonalización, mientras el 90% dieron cuenta de “falta de realización personal”. La conclusión es que el 97% mostró prevalencia de burnout.

Seis de cada diez de los relevados tienen más de una década de práctica y 67% eran especialistas. En la muestra se observa la existencia de “poliempleo, trabajo sin relación de dependencia, jornadas extenuantes de trabajo, falta de días de descanso y falta de horas de sueño”.

“El cansancio emocional lleva a los otros componentes del burnout –dice a la nacion Balasini– y la falta de realización personal muestra que las demandas laborales excedieron la capacidad para atenderlas debidamente.” Repasa que en 2019, antes de la irrupción de la pandemia, hicieron el mismo trabajo con iguales preguntas y la prevalencia del burnout fue del 77%.

La especialista define como “cansado y poco contenido” al personal de salud en la actualidad. El equipo complementó la investigación con otras variantes sobre diferentes aspectos. Un dato clave es que el 49% de los profesionales autopercibieron que podían tener burnout. De ese grupo, siete de cada diez entendieron que el síndrome afectaba la atención que le brindaban a los pacientes y 76% creyeron que podía llevarlos a cometer errores; mientras el 43% comentaron la sospecha con compañeros y familia, el 45% manifestaron haberse aislado.

Frente a ese complejo contexto, solo un tercio dijo que buscaría ayuda. “Hay un pobre autopercibimiento del síndrome, por priorizar la salud de los pacientes sobre la de uno mismo”, sintetiza el reporte.

“No estamos acostumbrados a la situación que vivimos –enfatiza Balasini–. Las muertes eran una derrota; a eso hay que sumarle un esfuerzo físico y emocional enorme. A muchos pacientes necesitábamos ventilarlos boca abajo y eso comprometía hasta seis personas; a veces eran 14 por día. Otro trauma era sedar e intubar; los pacientes sabían que tal vez morirían, había que prestarles el celular para que se despidieran. Debíamos contenernos entre nosotros, al paciente, a la familia”. Recuerda que el promedio de muertes en terapias escaló hasta el 50% de los ingresados (con picos, en algunos servicios, del 80%), cuando el promedio habitual antes de la pandemia era del 15% al 20%.

De los relevamientos se desprende que casi la mitad de los profesionales (46%) de UTI en la Argentina que tienen burnout se infectaron de coronavirus. De ese volumen, solo 1% necesitaron ventilación mecánica y el 2% refieren tener secuelas; el 18% tuvo familiares directos fallecidos por el virus y el 47% sintió miedo de morir. Nueve de cada diez dijeron que, después de la enfermedad, evitan asistir pacientes con Covid-19.

Prácticamente la totalidad creen que deberían haber recibido contención emocional aun sin solicitarla. El 16% dijo haber tenido una “adecuada” contención en donde trabaja, pero 55% refirió que fue “insuficiente”. Cuatro de cada diez la buscaron y encontraron fuera de sus espacios laborales.

Respecto de la visión que tienen sobre su futuro laboral, el 42% pensó en dejar la especialidad y el 6% ya lo decidió. El 40% directamente evaluó abandonar la profesión, con un 3% que ya tomó ese camino.

Otra parte del estudio revela que los síntomas leves más comunes que mencionaron los afectados por burnout fueron gastritis o cefalea, pero también sufrieron complicaciones mayores como ataques de pánico, depresión, insomnio, e ideación e intento de suicidio.

“La contención emocional de los profesionales de UTI durante y después de la pandemia es imprescindible tanto para mejorarles la calidad de vida, como para salvarles la vida”, añade la investigación.ß