Nora Bär

Con dos nuevas candidatas, un equipo de la Fundación Instituto Leloir (FIL) se suma a la carrera para desarrollar vacunas contra el SARS-COV-2. Acaban de superar los ensayos en animales con excelentes resultados y, si la inversión necesaria se concreta, el proyecto podría fructificar en una inmunización de una sola dosis, con menor cantidad de producto y apta para proteger contra las variantes, todos detalles nada menores en momentos en que el planeta enfrenta dificultades para saciar su sed de inmunizaciones y controlar la pandemia.

El grupo, que históricamente trabajó en cáncer y terapia génica con adenovirus (los mismos utilizados en otras plataformas como vehículo para presentar la proteína S del coronavirus a nuestro sistema inmune), decidió volcar su conocimiento reunido a lo largo de décadas en investigación básica en el desarrollo de una vacuna al inicio de la primera cuarentena.

“La idea de hacer algo arrancó en marzo del año pasado –cuenta Osvaldo Podhajcer, coordinador del proyecto, investigador superior del Conicet y jefe desde 1997 del Laboratorio de Terapia Molecular y Celular del Leloir–. En ese momento, se empieza a hablar de que los adenovirus podían ser un muy buen vehículo para armar una vacuna. Nosotros somos el único grupo en el país y uno de los pocos en el mundo que manejan esta tecnología de arriba para abajo y de izquierda para derecha. ¿Por qué no pensar en una vacuna?”.

Unos meses más tarde, ya tenían el resultado: habían diseñado nueve vacunas diferentes, entre las cuales seleccionaron dos, las probaron, las compararon y resultó que ambas son muy potentes. “Una es ligeramente mejor que la otra –afirma Podhajcer–. Una sola administración genera una inmunidad que persiste en roedores (que viven alrededor de dos años) durante cinco meses y luego no decae. Ni los anticuerpos ni la inmunidad celular. Tampoco disminuye la capacidad neutralizante: el suero de los animales es igualmente eficaz a las dos semanas de recibida la vacuna que cinco meses después”.

Los científicos llaman a esta fórmula “de segunda generación”, porque viene después de todas las diseñadas hasta ahora sobre la base del virus de Wuhan y pretende proteger también contra las mutaciones. Para esto, en paralelo, el grupo desarrolló un sistema de seudovirus que permite monitorear la eficacia de la vacuna en la neutralización de las nuevas variantes emergentes; en especial las identificadas en Manaos, Sudáfrica y Gran Bretaña.

“No somos ingenuos –aclara el científico–. En el último estudio del monitoreo que se hace en la Argentina, 48 de 50 secuencias corresponden a la de Manaos, la británica y la llamada ‘andina’”. Y agrega: “Además, hoy por hoy, el mundo tiene capacidad para producir unas 5000 millones de dosis anuales, no alcanza. Si queremos vacunar a toda la población mundial se necesitan 10.000 o 12.000 millones de dosis. Si fueran todas con adenovirus, necesitamos para cada persona entre cinco por 10 a la décima potencia (un 5 seguido de 10 ceros) y uno por 10 a la onceava potencia (un 1 seguido por 11 ceros) de partículas virales. Ese es el rango en el que se mueven las vacunas con adenovirus con las que contamos. Más allá de la discusión retórica por las patentes, el problema que hoy no tenemos capacidad instalada para producir tantas vacunas como las que hacen falta. Eso se puede subsanar de dos maneras: o se construyen más plantas de producción, o se generan vacunas más potentes que logren inmunidad con una dosis menor. Estamos previendo que nuestra vacuna puede lograr la misma inmunidad con una dosis 10 veces menor. Tenemos que testearlo en seres humanos, pero en animales funcionó muy bien”.

Acerca del escepticismo que pueda inspirar el hecho de que estos resultados promisorios hayan sido alcanzados en el laboratorio y en animales de experimentación, Podhajcer explica que hay una diferencia notoria entre el desarrollo de un medicamento y el de una vacuna. “En cáncer, por ejemplo, la respuesta de los pacientes es infinitamente más heterogénea –destaca–. De hecho, todas las que se desarrollaron funcionan, mejor o peor. Como control, tomamos una vacuna que hoy está en el mercado. La usamos en paralelo, funciona muy bien y la nuestra, un poco mejor”.

En busca de la aprobación

Según el investigador, si reciben los fondos necesarios podrán seguir adelante con los estudios clínicos necesarios para lograr la aprobación. Para esto, firmaron un acuerdo con el Conicet y la compañía biotecnológica Vaxinz, que los viene apoyando desde el principio. El consorcio también estableció una alianza estratégica con la Escuela Paulista de Medicina de la Universidad Federal de San Pablo (Epm-unifesp), liderada por su director, Manoel Girão, así como con el Laboratorio de Estudios en Virología y Patogenia Viral (Levip) de la misma casa de estudios para realizar los ensayos de neutralización de las distintas variantes del SARS-COV-2, especialmente la de Manaos.

“Es imprescindible crear capacidades locales para afrontar el desafío de la pandemia de Covid-19. Necesitamos lograr un amplio acceso a vacunas y mantenerlas actualizadas para lograr protección a variantes nuevas del virus; es esencial un proyecto regional”, afirma Julián Maggini, director médico de Vaxinz, en un comunicado de la FIL.

El texto también indica que una vez producida la vacuna bajo las normas GLP (siglas en inglés de “buenas prácticas de laboratorio”) y GMP (“buenas prácticas de manufactura”) será utilizada en estudios preclínicos regulatorios y de eficacia.

Otros análisis se harán en el Instituto Malbrán. En el Centro de Medicina Comparada (del Conicet y la Universidad Nacional del Litoral) en Esperanza, Santa Fe, encabezado por Hugo Ortega y coordinado por Natalia Salvetti, están trabajando en el diseño y ejecución de las estrategias de ensayos preclínicos regulatorios para cumplir no solo con los requerimientos de la Anmat, sino también con los de otras agencias internacionales. Este centro dispone de las certificaciones correspondientes y es el único en su tipo en el sistema científico argentino que cuenta con reconocimiento de “buenas prácticas de laboratorio” auditadas por el Organismo Argentino de Acreditación y un sistema de calidad con certificación ISO 9001. El diseño y la ejecución de los ensayos de fase clínica 1 y 2 estarán a cargo de la Sección de Farmacología Clínica del Hospital Italiano, liderada por Ventura Simonovich.

Este es el segundo proyecto de vacunas que se desarrolla en el país. El equipo de Juliana Cassataro, en el Instituto de Investigaciones Biotecnológicas de la Universidad Nacional de San Martín también, está avanzando con otra fórmula, llamada la Arvac Cecilia Grierson, y ya está en etapa de investigación preclínica.