A mediados de año el excedente en el país norteamericano podría llegar a 300 millones de dosis; crecen los reclamos para una amplia reformulación de la legislación de patentes y propiedad intelectual que rige la fabricación de vacunas

25 de abril de 202101:50

Anthony FaiolaEmily Rauhala

Antonia Noori Farzan

WASHINGTON.- Mientras la India anuncia el triste récord de ser el país con más contagios diarios de coronavirus en todo el mundo, los estadounidenses disfrutan de una primavera con abundancia de vacunas.

Apenas el 1,4% de la población de la India está totalmente vacunada, y los desbordados hospitales están cortos de oxígeno. Mientras tanto, en Estados Unidos -donde uno de cada cuatro norteamericanos ya recibieron la vacunación completa y más del 40% ya recibió al menos una dosis-, uno de los grandes hospitales de Miami, el Jackson Memorial, anunció que desacelerará el ritmo de vacunación, porque la demanda está cayendo y tienen exceso de vacunas en stock.

En Michigan, los trabajadores de la salud están administrando dosis a alumnos de secundaria. En Carolina del Norte, a principios de este mes, había cajas de dosis durmiendo en las heladeras.

El debate que se viene cocinando desde hace tiempo en torno a las flagrantes diferencias en el acceso a la vacuna -sobre todo entre países pobres y ricos, pero también entre algunas naciones desarrolladas- llegó a un punto de ebullición, y se van sumando las personalidades y líderes mundiales que deploran la abundancia de vacunas en unos pocos países y la relativa sequía en casi todos los demás.

Hay países africanos que denuncian un “apartheid de vacunas”, mientras que otras naciones reclaman cambios en la política exterior de Washington y una amplia reformulación de la legislación de patentes y propiedad intelectual que rige la fabricación de vacunas durante una pandemia.

“Es ultrajante desde el punto de vita ético, moral y científico”, dice Maria van Kerkhove, epidemióloga de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre la inequidad global de vacunas.

“Hay paja seca lista para arder en todas partes”, dice Van Kerkhove. “Estamos sentados sobre un barril de pólvora”, advierte.

Y esto ocurre en un momento bisagra de la pandemia. En algunos países con porcentajes elevados de vacunación -Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel- los casos de coronavirus están bajando o se están amesetando. Pero a nivel global, la cantidad nuevos contagios prácticamente se duplicó desde febrero, según datos de la OMS, sobre todo en algunos países emergentes, que están registrando sus peores cifras en toda la pandemia, como la Argentina.

 “De hecho, hay muchos países que no tienen ni una vacuna”, dice Rob Yates, director ejecutivo del Centro para la Salud Mundial del grupo de expertos londinense Chatham House. “Hay mucha bronca, y es justificada”.

El auge de contagios llega justo en medio de otro tipo de brote: el del nacionalismo de las vacunas, que obstaculiza el flujo de dosis a las naciones más pobres a través del Covax, el mecanismo de la OMS para la distribución mundial de vacunas.

Situación en la India

Ante su aumento exponencial de casos, la India -uno de los mayores fabricantes de vacunas a nivel mundial, que produce principalmente la fórmula de AstraZeneca-, frenó la exportación de las dosis que ya tenía comprometidas, asestándole un duro revés al Covax: el 71% de sus dosis que esperaba la iniciativa de la OMS provenían del Serum Institute de la India, el mayor fabricante de vacunas del país. Hasta ahora, sin embargo, el Covax entregó apenas 43 millones de los 2000 millones de dosis que se había propuesto para este año.

El viernes, la India alcanzó un récord mundial de nuevos casos en un solo día: más de 346.000, superando la marca anterior establecida también por el mismo país un día antes.

En la India se defienden y culpan a Estados Unidos por las políticas que frenan la exportación de vacunas desde ese país, así como los suministros utilizados para fabricarlas. La administración Trump aprovechó Ley de Producción para la Defensa de 1950 para acelerar el desarrollo de vacunas. El gobierno de Joe Biden también lo hizo, incluso para aumentar la producción de materiales utilizados en la fabricación de vacunas.

La Casa Blanca enfatiza que la norma no equivale a una prohibición de exportación. Las voces críticas, sin embargo, dicen que a todos los efectos prácticos es lo mismo, porque permite que las empresas estadounidenses se cuelen al primer puesto en la fila de espera de los suministros, relegando en los hechos a sus clientes globales.

“Respetado señor presidente de Estados Unidos, si realmente estamos juntos en la lucha contra el virus, el nombre de la industria de las vacunas que está afuera de Estados Unidos le solicitó humildemente que levante el embargo que pesa sobre las exportaciones de materias primas desde su país, para que la producción mundial pueda despegar”, le tuiteó Adar Poonawalla, directo del Serum Institute de la India, al presidente Biden el 16 de abril. “Su gobierno tiene todos los detalles.”

“El embargo es calamitoso para los países de ingresos medios y bajos”, dice Lawrence Goston, profesor de legislación sanitaria internacional de la Universidad de Georgetown. “En especial para países como la India, que podrían ser los grandes motores de la vacunación mundial.”

Muchos países en desarrollo argumentan que Estados Unidos y los demás países ricos de Occidente podrían multiplicar rápidamente el suministro global de vacunas si suspendieran de forma temporal los derechos de propiedad intelectual de las empresas farmacéuticas. Eso les permitiría a los países más pobres producir su propia versión de las vacunas de marca, como la de Pfizer y la de Moderna.

En marzo, Estados Unidos, Gran Bretaña y los miembros de la Unión Europea bloquearon una propuesta de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que contaba con el apoyo de 80 países y que proponía eximir de protección a las patentes de la vacuna. La OMC volverá a plantear el tema en mayo. Un grupo de senadores norteamericanos, liderados por Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Tammy Baldwin, junto a varios exjefes de Estado y ganadores del Premio Nobel, también le han reclamado al presidente Biden que apoyo una liberación temporaria de las patentes.

Nicholas Lusiani, máximo asesor Oxfam America, una ONG de lucha contra la pobreza, dice en que una reunión de la semana pasada con funcionarios de Biden, desde el gobierno dieron indicios de un posible giro de 180° y que apoyaría la suspensión de las patentes. Lusiani afirma que Washington también está considerando respaldar un ambicioso programa para financiar centros de fabricación de vacunas en África y América Latina.

“En las últimas semanas, se registra una oleada de apoyo a una medida que nunca se pensó que Estados Unidos podría tomar: la suspensión temporal de los derechos de patente”, dice Lusiani.

Una fuente de la Casa Blanca prefirió no especificar si Biden apoyaría una eventual exención de las patentes de las vacunas, pero la semana pasada, en declaraciones durante una cumbre virtual de la OMC, la representante comercial de Estados Unidos, Katherine Tai, dejó entrever que las cosas no pueden seguir como hasta ahora.

“Este no es un desafío solo para los gobiernos”, dijo Tai. “Este desafío se aplica igualmente a la industria responsable del desarrollo y fabricación de las vacunas”.

El miércoles, Biden dejó abierta la posibilidad de hacer donaciones directas de vacunas al Covax, pero no esbozó un cronograma ni hizo referencia a una estrategia para compartir el excedente que tiene Estados Unidos, que para mediados de este año podría llegar a 300 millones de dosis o más, según estimaciones de investigadores del Centro de Innovación en Salud Global de la Universidad de Duke.

La brecha de la vacuna no es solo entre ricos y pobres, sino también entre vecinos ricos. Canadá firmó acuerdos de compra anticipada con varias empresas farmacéuticas por cientos de millones de dosis, varias veces más de las que necesita para sus 38 millones de habitantes. Pero su capacidad para fabricar vacunas contra el coronavirus a nivel doméstico ha sido muy limitada, y ahora los canadienses miran con envidia y algo de resentimiento a sus vecinos del sur.

“Esas situaciones sirven para ver quiénes son realmente tus amigos y tus enemigos”, dijo el mes pasado ante los periodistas el primer ministro de Ontario, Doug Ford, dando a entender que Washington, “nuestro amigo más cercano”, tendría que ayudar más. “Pensé que el nuevo gobierno traería algún tipo de cambio, pero allá siempre termina siendo ¡Sálvese quien pueda!”

The Washington Post

Traducción de Jaime Arrambide