El médico brasileño, exdirector del Departamento de Envejecimiento de la OMS, postula la “revolución de la longevidad” luego de que la expectativa de vida se duplicó

Texto Carlos Sanzol 

ALEXANDRE KALACHE

MÉDICO, ESPECIALISTA EN ENVEJECIMIENTO “Yo represento la revolución de la longevidad porque cuando nací, en Brasil [en 1945], tenía una expectativa de vida de 43 años y ahora estamos llegando a los 80” “Hay millones de latinoamericanos que están envejeciendo mal y precozmente con enfermedades que se relacionan con malos estilos de vida” “La intervención más importante es la actividad física. Otra de las claves es la alimentación. Eso dependerá de un esfuerzo personal, pero también de políticas públicas adecuadas”

Por su porte, delgado y fibroso, a los 77 años parece hacerle caso a su propio consejo de abrazar la actividad física para alcanzar una vejez saludable y con una mejor calidad de vida. Es cierto que aparenta unos diez años menos, pero no sería conveniente decírselo, porque la contestación podría ser brutal: “Como si parecer los años que uno tiene fuera una deficiencia o un error”.

El médico brasileño Alexandre Kalache siente orgullo de ser, como dice, una persona mayor o un anciano. “Envejecer es bueno, lo que no sirve es la muerte precoz”, señala el exdirector del Departamento de Envejecimiento y Ciclo Vital de la Organización Mundial de la Salud (OMS), cargo que ocupó entre 1995 y 2008.

“Envejecer es la gran conquista social de los últimos 100 años”, enuncia el hoy presidente del Centro Internacional de Longevidad de Brasil, en una entrevista con medios de la región, de la que participó la nacion. Y justifica, en un perfecto español: “En 1900, Alemania tenía la expectativa de vida más alta de todo el mundo, con 46 años. Hoy, hay 43 países que llegan a más de 80. Es decir, en 2000, por ejemplo, ningún país –incluso los más empobrecidos de África– tenía una expectativa tan baja como la más alta de Alemania de 1900. Y eso se produjo solo en un siglo”.

De ahí, su orgullo: “Yo represento la revolución de la longevidad, porque cuando nací, en Brasil [en la ciudad de Río de Janeiro, en 1945], tenía una expectativa de vida de 43 años y ahora estamos llegando a los 80”. Entre los países que alcanzaron esa meta, además de Uruguay, Colombia y Costa Rica, incluye a la Argentina.

Sin embargo, desde principios de 2020 la pandemia de Covid-19 –plantea– redujo esa expectativa de vida, al registrarse muertes precoces. “Murieron porque tardó en llegar la vacuna, porque no hubo políticas adecuadas como consecuencia del edadismo, es decir, la discriminación por edad”, explica Kalache en una sala del imponente Hospital Israelita Albert Einstein del exclusivo distrito de Morumbí de esta ciudad, donde participó como expositor de la séptima edición del Foro Latinoamericano de Calidad y Seguridad en Salud, la semana pasada. El encuentro fue organizado por la Sociedad de Beneficencia Israelita Brasileña Albert Einstein, que invitó a la nacion, junto con el Institute for Healthcare Improvement.

La vejez, como expone, plantea miedos: “A lo largo de los siglos, siempre estuvo el horror a envejecer sin saber si uno va a tener un techo, si se tendrá el tratamiento [médico] que se necesita o si se será abandonado negligentemente”.

Frente a esto, Kalache apuesta a que los gobiernos adopten políticas para proteger a los adultos mayores. Algo que ya había enunciado en 2002, cuando fue uno de los impulsores del documento “Envejecimiento activo: un marco político”, que presentó la OMS.

–¿Cuáles son los desafíos que tienen los países de la región para crear políticas que acompañen la revolución de la longevidad?

–Son cuatro ejes. El primero es la salud. El hecho de envejecer sin salud llevará a una mala calidad de vida. Y eso dependerá de un esfuerzo personal, pero también de políticas adecuadas para que se pueda acceder a una alimentación más saludable y más accesible, o hacer actividad física en un ambiente seguro. Ahora, ¿qué pasa si vives en una favela y quieres salir a caminar si hay balas perdidas o las aceras tienen baches? El segundo eje es el conocimiento. Necesitamos políticas de aprendizaje a lo largo de toda la vida, desde la infancia hasta la vejez. Así las personas mayores pueden ser productivas. El tercero es el relacionado con la participación de este grupo. Y el último es el de la protección, la seguridad de que el adulto mayor no será abandonado, de que seguirá incluido y que recibirá cuidados cuando los necesite.

En esa línea, Kalache advierte: “Hay millones de latinoamericanos que están envejeciendo mal y precozmente con enfermedades que se relacionan con malos estilos de vida. Es necesario que las políticas puedan garantizar estilos de vida más saludables, simples y baratos”.

–¿Qué estilo de vida habría que seguir para llegar con salud a la vejez?

–La intervención más importante es la actividad física, es decir, no ser sedentario, porque con la edad se pierde masa muscular y se tienen riesgo de caídas. También el ejercicio tiene un componente de salud mental muy importante y estimula. Puede mantener tu movilidad y tu autonomía. Además, ayuda a prevenir varias enfermedades crónicas, como las cardiovasculares, varios tipos de cáncer y la hipertensión; así como otros problemas que si bien no matan pueden empeorar la calidad de vida, sobre todo de las mujeres, como los osteomusculares. Otra de las claves es la alimentación: controlar la dieta blanca, que consiste en el consumo de harina, azúcar, sal y alcohol. Hay que poner más color en el plato: cuanto más colorido es, más oligoelementos, proteínas y vitaminas tendrá.

Otro retos que se les plantea a los adultos mayores es la accesibilidad. De hecho, en 2007, ante el crecimiento de este grupo etario en las zonas urbanizadas, Kalache impulsó el concepto de ciudades amigables con esta población. “Nos dimos cuenta de que más personas van a envejecer en zonas urbanas que no están preparadas para ellas. Hicimos un estudio en 35 ciudades (Buenos Aires, entre ellas), que marcó aspectos de la vida urbana que hacen la diferencia: el acceso a los servicios, la calidad del espacio público, el derecho a la educación, el derecho al trabajo, la ciudadanía, la movilidad y el transporte. Son aspectos fundamentales para la población más joven y que deben adaptarse para los adultos mayores”, indica.

Un ejemplo es adaptar el ingreso y el egreso de todos los pasajeros a un colectivo, que sea igualmente fácil subir y bajar para una embarazada, un adulto mayor o una persona con discapacidad. “Lo que queremos es una ciudad más amigable con todas las edades, age friendly”, concluye.