Hugo Alconada Mon

16 de enero de 2021  • 14:47

Los países grandes pueden sostenerse y prosperar por su cuenta -o al menos tienen más herramientas para intentarlo-. El problema lo tienen los países medianos, como la Argentina, dice Fareed Zakaria, uno de los analistas internacionales más prestigiosos y reconocidos de las últimas décadas. Porque son esas naciones las que dependen muchísimo del contexto. Necesitan tomar deuda en los mercados internacionales, deben exportar y tienen que generar divisas. Y eso, ahora, será todo un desafío.

“La Argentina tiene que entender qué está pasando en el mundo, tiene que abrirse paso”, plantea Zakaria a LA NACION, desde Nueva York. “Tiene que entender qué está pasando con el otro 99% de la humanidad. ¿Cuáles son las oportunidades, cuáles son los desafíos?”, argumenta.

Crítico preciso de los confinamientos y defensor a ultranza de la cooperación internacional, el autor del flamante libro Diez lecciones para un mundo post-pandémico -ya un bestseller internacional- no vislumbra un horizonte sencillo en el corto y mediano plazo. “No habrá un repunte económico agudo y fácil”, anticipa, en un contexto de creciente desigualdad social. Por eso, insiste, será clave apelar al idealismo de los realistas.

-En abril, escribió un artículo en el que anticipó la crisis sanitaria, la parálisis económica, el posible default de varios países y la eventual “explosión” del mundo en desarrollo. Ocho meses después, dado cómo evolucionaron los acontecimientos, ¿qué le preocupa?

-Desde que escribí ese artículo, quedó claro que la crisis de salud pública fue más grave de lo que pensaba. Con la excepción de algunos países del este de Asia, ningún gobierno lo ha manejado muy bien. Estados Unidos y Gran Bretaña lo han hecho particularmente mal y si miras la segunda ola en Europa, incluso los países que pensamos que la tenían bajo control no han podido administrarla. En cuanto a la crisis económica se ha manejado mejor, especialmente entre los países más ricos. Estados Unidos aprobó un plan de estímulo de 2,2 billones de dólares; es decir, dos veces más grande que el rescate de 2008, lo que estabilizó mucho la economía de Estados Unidos y del mundo, y China está recuperándose tan rápido que también ayuda a estabilizar la economía global, mientras que muchos países europeos están emitiendo deuda. Hemos logrado amortiguar el impacto de la recesión, aunque no ha eliminado el problema. Veremos ahora la crisis en el Tercer Mundo, con países como India con caídas de su PBI del 20%, y países como Turquía y México que encontrarán limitaciones mucho más estrictas de lo que la gente cree. No habrá un repunte económico agudo y fácil. Será un proceso lento. Mientras se vacunan entre 3000 y 3500 millones de personas en todo el mundo, ¿vas a subirte a un avión con 300 personas que no conoces e ir a una ciudad donde no sabes quién ha sido vacunado, sentarte en un restaurante o ir a una conferencia? No. Todo eso regresará más lentamente. Y en ese contexto, los países que dependen del turismo, del comercio y de los viajes van a estar mucho más restringidos. Y algo más: muchos países dependen de la deuda a corto plazo. Argentina la necesita, al igual que México. Turquía o India. Por eso la crisis de la deuda sigue siendo una crisis que no hemos enfrentado. Pero dicho todo esto, la tendencia a largo plazo más preocupante es el aumento masivo de la desigualdad. Tú y yo podemos seguir trabajando, generar al menos una parte significativa de los ingresos que teníamos, pero para muchísimos sectores es como la Gran Depresión. Esto provoca una enorme y creciente desigualdad entre una élite digital, que puede abarcar al 30% en la Argentina o al 40% en Estados Unidos, pero hay una gran parte de la población que vive de la economía física, y las brechas entre ambos sectores están creciendo.

-¿Cómo puede esta pandemia cambiar el equilibrio de poder mundial?

-Todo se ha acelerado en términos internacionales. Un factor es el declive del estatus de superpotencia única de Estados Unidos. Seguirá siendo muy poderoso, pero la posición dominante en solitario que tuvo desde el final de la Guerra Fría está llegando claramente a su fin. Y estamos viendo el auge del resto: China, los indios, los indonesios, los turcos, los brasileños, que se elevarán lo suficiente para no recibir órdenes de Washington, para trazar su propio curso. El ascenso de China se ha acelerado por esta pandemia por lo bien que manejó la situación. Ahora casi no registra casos de Covid-19 y su economía ha vuelto de forma más espectacular de lo que cualquiera imaginaba. Vamos a un mundo bipolar, en el que Estados Unidos y China estarán en una liga propia. China ahora es más grande que el tercer país, el cuarto, el quinto y el sexto juntos. Y ninguno de nosotros sabe cómo navegar este mundo porque será una bipolaridad muy diferente a la de la Guerra Fría. En su mejor año, Estados Unidos y los soviéticos comerciaron 2000 millones de dólares. Ahora, Europa, Estados Unidos y China comercian esa cifra cada día. Estamos totalmente interconectados.

-Suelo preguntar a los entrevistados cuáles son las lecciones aprendidas hasta ahora. Pero usted escribió su último libro al respecto, así que se lo planteo de otro modo: ¿Por qué los argentinos deberían leer su libro?

-[Sonríe] En primer lugar, porque esta pandemia es más global que cualquier evento que hayamos experimentado antes. Es la primera crisis que todos los seres humanos del planeta hemos experimentado simultáneamente y hemos sido afectados de alguna manera, sea por el virus o las medidas sanitarias y económicas o las cuarentenas. Este es uno de los eventos más importantes de la historia mundial y debemos preguntarnos qué surge de esto. Esta es pregunta importante para la Argentina porque es exactamente el tipo de país mediano por el que escribí este libro. Porque los países más grandes saldrán de esto, pueden emitir y colocar su propia deuda, y tienen mercados internos muy grandes. El 85% de la economía de Estados Unidos es su mercado interno. Las exportaciones de China como porcentaje de su economía se redujeron al 17%. Pero Argentina tiene que entender qué está pasando en el mundo, tiene que abrirse paso porque su población es menos del uno por ciento de la población mundial y tiene que entender qué está pasando con el otro 99% de la humanidad. ¿Cuáles son las oportunidades, cuáles son los desafíos? La mayor aplicabilidad de este libro es para aquellos países que tienen que navegar por el mundo.

-En octubre, durante una charla en el Fortune Global Forum, definió los confinamientos masivos como “una señal de fracaso”. ¿Por qué?

-Lo comprendí tras dialogar con el vicepresidente taiwanés que manejó la pandemia en su país. Con 24 millones de habitantes registró siete muertes, mientras que el estado de Nueva York, donde vivo, tiene 19 millones de personas y casi 4000 muertes por Covid-19. La tasa de mortalidad por esta pandemia en Estados Unidos es 2000 veces mayor per cápita que la de Taiwán, aunque los taiwaneses gastan en atención médica un tercio de lo que gasta Estados Unidos. Es un éxito asombroso. Le pregunté por qué al vicepresidente y me dijo que la clave para lidiar con el Covid-19 es reconocer que lo contrae un número muy pequeño de personas, al que hay que aislarlo del resto. No se trata solo de testear y rastrear a los infectados, sino aislarlos. Por eso, el número de aislados en Taiwán durante 14 días fue de 240.000; el uno por ciento de su población. Al hacerlo de manera inteligente, temprana y agresiva, el otro 99% pudo continuar con lo suyo como siempre. Y cada vez que encuentran a un contagiado, lo aíslan, pero Taiwán nunca ordenó un bloqueo general. Corea del Sur y Singapur, tampoco. Por el contrario, en Occidente no hemos tenido la disciplina para hacer esto. Y es algo muy simple, que no requiere de una gran tecnología, ni de una dictadura. Taiwán es una democracia grande, abierta y desordenada, al igual que Corea del Sur. Se requiere un gobierno muy inteligente, que actúe temprano, y requiere cierta confianza entre el gobierno y su gente. Ése es un problema en el mundo occidental: hemos perdido esa confianza en el gobierno.

-Lección número 10 de su libro: “A veces los más grandes realistas son los idealistas. ¿Puede explicarlo?

-Pensé en eso al escuchar a Donald Trump, pero no solo a él. También [Emmanuel] Macron y [Recep] Erdogan cuando golpeó la pandemia. Plantearon que nuestras cadenas de suministro debían volver a casa y que no querían depender de los chinos para los suministros médicos o de los indios para las máscaras. Pensé: la pandemia es global, pero provocó que todos actúen mirando hacia adentro. Resulta notable porque después de la Segunda Guerra Mundial, todos los involucrados emergieron mucho más idealistas porque comprendieron el costo de no cooperar, de no construir un futuro común, de no resolver los problemas juntos. Plantearon que necesitábamos más instituciones internacionales, no menos. Ésa es la respuesta correcta. Mire la Organización Mundial de la Salud. La gente dice que no funcionó bien en China porque los chinos no la dejaron entrar, ni tiene los recursos para hacer lo que necesita. ¿Cuál debe ser la respuesta? ¡Una entidad más grande y más fuerte, más cooperación, más esfuerzos conjuntos! Necesitamos recuperar ese realismo de Franklin Roosevelt, de Harry Truman, de los constructores de la Comunidad Europea. ¿Tenemos el coraje de hacerlo? Porque es fácil complacer a la población, pero la realidad es que necesitamos más comercio, más contacto, más cooperación. Mi esperanza es que después del impacto inicial, volvamos a esa senda.

-¿Cuáles son las preguntas que deberíamos habernos hecho hace mucho tiempo? ¿Cuáles son las preguntas que deberíamos hacernos ahora?

-Es una gran, gran pregunta. La pregunta fundamental que teníamos que hacernos, más allá de la pandemia, es cuál es el equilibrio correcto entre velocidad y estabilidad, velocidad y protección, velocidad y redes de seguridad cuando, por ejemplo, desregulamos masivamente las finanzas globales. Recordemos cuántas crisis económicas hemos tenido desde la década de 1990, cuántas crisis geopolíticas como el 11 de septiembre, cuántas crisis naturales. Tenemos un mundo muy inestable que se mueve muy rápido. Me preocupa que la próxima crisis sea la climática. o tal vez ya lo estamos viendo a su manera. ¿Cuál es el nivel adecuado de estabilidad para crear? Porque cada vez que ocurre una de estas crisis, una gran parte de la población de cada país se convierte en víctima. Sus vidas se ponen patas para arriba y luego necesitan mucho tiempo para ponerse otra vez de pie. hasta la siguiente crisis. Debemos ser más conscientes de eso.

-En una entrevista con la CBS planteó que su temor es que esta pandemia resulte el ensayo general de la siguiente crisis, que podría ser el cambio climático. Pero, aún así, cierra su libro con una nota optimista. ¿Cómo es eso?

-Soy optimista por naturaleza, por temperamento. Siempre miro el vaso medio lleno, siempre busco la oportunidad en un desafío, aunque esta vez enfrentamos un gran desafío, con fuerzas que no serán fáciles de manejar. También creo que los humanos pensamos que Dios o la naturaleza cuidarán de nosotros. Pero la naturaleza es solo ciencia, una serie de reacciones químicas y físicas. Lo sabemos porque ha sucedido en el pasado. Ya tuvimos una edad de hielo y no creo que queramos volver a experimentar algo así. Debemos entender que la naturaleza no nos va a cuidar y creo que hay una comprensión cada vez mayor de esto. Los jóvenes, en particular, parecen mucho más conscientes y están dispuestos a pagar un costo. Nuestra generación no está dispuesta a hacer el trabajo duro, pero la generación más joven, sí.

-¿Hay alguna pregunta que no le hice y considera relevante responder?

-No, hiciste una serie de preguntas realmente maravillosa. [Piensa por unos segundos] Agregaría algo: esta pandemia nos ha hecho darnos cuenta que necesitamos programas gubernamentales para manejar la economía, mejorar la salud pública y entregar dinero a las personas que perdieron sus salarios. Pero también tenemos que centrarnos en lo interno. ¿Qué hay dentro de cada uno que nos permite superar esta crisis? ¿Cuáles son las lecciones que aprendimos sobre nosotros mismos? Esto también es una oportunidad. Cuando te quitas todo de encima, ¿qué te queda? En mi caso, tuve mucha suerte porque mis tres hijos volvieron a casa y pude recrear mi familia. Fue lo mejor de este período. También descubrí que, más que nada, me encanta escribir, leer y pensar en el mundo. Por eso, ¿qué nos da más energía y más alegría en esta vida? Será una respuesta diferente para cada uno de nosotros.

Biografía

Nacido en 1964, en Mumbai, India, estudió en la Universidad de Yale, para luego desarrollar su doctorado en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard.

A los 28 años asumió la dirección de la revista Foreign Affairs, luego fue columnista de la revista Newsweek, editor general de la revista Time y en la actualidad es columnista de The Washington Post y conductor de un programa en la cadena CNN.

Ex profesor de la Universidad de Columbia, ganó múltiples premios -entre ellos, el Peabody- y títulos académicos honoríficos, fue nombrado uno de los diez pensadores globales más importantes de la última década por la revista Foreign Policy.

Autor de múltiples libros que se han traducido a más de treinta idiomas, el más reciente es Diez lecciones para un mundo post-pandémico.

-En estos tiempos de pandemia global, ¿qué libros o películas o música o cualquier otra actividad sugiere a los argentinos para distraerse o, acaso, aprovechar el tiempo? ¿Qué hace usted con su tiempo libre?

-[Risas] La mejor serie que he visto jamás es “Breaking Bad”. Si la gente no la ha visto, definitivamente vale la pena y es lo suficientemente larga como para ocuparlos durante mucho tiempo. Son ocho temporadas. Pero esa serie la vi hace muchos años. La que vi durante la pandemia es un thriller de inteligencia francés llamado “El Bureau”. Es realmente excelente. Es una historia sobre la versión francesa de la CIA. Lo que me encantó fue que, a diferencia de los thrillers estadounidenses, estos tipos no tienen los satélites, ni la bomba que de repente cae del cielo y golpea con exactitud al tipo que está en la ventana de la oficina, ni tienen como 16 aviones, ni la protagoniza un superhéroe increíble de Hollywood. En “The Bureau” es gente muy normal que está tratando de hacer lo mejor, sin mucho presupuesto, pero con mucho trabajo de inteligencia, mucha política en la oficina. En otras palabras, es muy realista y se siente como si estuvieras viendo algo real. Y en cuanto a libros, he leído tantos durante de la pandemia porque todos mis viajes fueron cancelados. probablemente el libro que más disfruté fue Al este del paraíso, de John Steinbeck, una gran novela estadounidense. Ese es el libro que recomendaría más que cualquier otro.

Por: Hugo Alconada Mon