Diversas prácticas ayudan a trabajar ante esa problemática advertida en los últimos años por productores y técnicos del sector

Carlos Marin Moreno

La resistencia de las enfermedades, otro problema para la agricultura

En las últimas campañas, productores y técnicos advirtieron la aparición de resistencia al efecto terapéutico de los fungicidas para controlar enfermedades criptogámicas en cultivos agrícolas. El fenómeno no responde a una sola causa ni tampoco tiene una “receta” para superarlo, por lo que genera creciente preocupación entre los afectados porque, en última instancia, de seguir creciendo como se prevé, podría afectar el volumen de la producción nacional de granos y los ingresos de divisas del país.

El problema no es exclusivo de la Argentina, sino que se verifica en todo el mundo. Por ejemplo, en Australia, Fran López Ruiz, profesor de la universidad de Curtin, comentó que “la resistencia a los fungicidas está aumentando en todo el planeta afectando básicamente a cereales y leguminosas”, y destacó que en ese país ya provocó pérdidas de 255 millones de dólares solamente en cebada.

López Ruiz disertó en una jornada organizada por la compañía UPL, que tuvo el propósito de analizar el estado de situación del problema de la resistencia de los fungicidas en el país y delinear posibles vías de acción para atenuarlo.

El experto australiano contó que “hay muchos hongos causantes de enfermedades en los cultivos que se han vuelto resistentes a los fungicidas, como los que provocan la mancha en red en cebada, el oídio y la septoriosis en trigo, la mancha marrón y la cercospora en soja, entre otros”. Los controles incompletos de estas enfermedades pueden provocar significativas caídas de rendimiento cuando se enfrentan condiciones predisponentes para el desarrollo fúngico.

Para enfrentar el problema que afecta a cultivos de invierno y verano de distintas latitudes, López Ruiz propuso una combinación de acciones. “La elección del producto fungicida es fundamental; no todos los productos tienen la misma efectividad para cada enfermedad”, diferenció.

Por otro lado, recomendó utilizar fungicidas con distinto modo de acción cuando se deben repetir las aplicaciones. Expresado de otra manera: los productos deben ser usados estratégicamente, sólo cuando es necesario, y combinando modos de acción.

“Antes de cualquier tratamiento fungicida, como medida preventiva, hay que elegir variedades de semilla que no sean susceptibles a las enfermedades que se repiten en la zona. El productor tiene que buscar calidad seminal y debe tratarla antes de la siembra”, aconsejó.

López Ruiz también destacó la importancia de un buen manejo cultural, que incluya rotación de cultivos -por ejemplo trigo-cebada-colza en tres años- y mantener la limpieza del barbecho entre dos ciclos de cosecha.

En caso de ser necesarios tratamientos, destacó la importancia de respetar las condiciones de uso recomendadas por el fabricante del fungicida y evitar subdosis respecto de las indicaciones del marbete. También resaltó la importancia del correcto momento para realizar la aplicación: “resulta inútil hacer tratamientos cuando la enfermedad ya está difundida en el cultivo; deben adelantarse a cuando aparecen los primeros síntomas y se alcanza el umbral de riesgo”, recordó.

En el país la resistencia a los fungicidas más usados ha sido verificada con datos objetivos. Una reciente encuesta de Aapresid sobre 1.668.500 hectáreas revela que, en la última campaña, la principal afección del trigo fue la roya amarilla, seguida por la roya de la hoja y por la mancha amarilla, aunque con diferencias regionales. Para su control se utilizaron mezclas de triazol+estrobirulina, carboxamidas y fungicidas multisitio.

“En cebada, la principal enfermedad fue mancha en red, para cuyo control se usaron principalmente carboxamidas y productos multisitio”, relató Andrés Marsigliani, director adjunto de la REM de Aapresid.

En el cultivo de soja, la principal afección fue mancha marrón, seguida por tizón de la hoja y mancha ojo de rana. Se controlaron principalmente con mezclas de triazol+estrobirulina.

La encuesta mostró que el maíz y el girasol no requirieron tratamientos fungicidas, mientras que en la soja y en los cultivos de invierno hubo repetición de aplicaciones en el 25 y 50% de los lotes, respectivamente.

Otra cuestión considerada en la encuesta fue el grado de disminución de la eficiencia de los fungicidas aplicados. “Un 10% de los consultados contestó que detectó fallas en el efecto del producto aplicado, en tanto que algo más del 40% afirmó no estar seguro”, apuntó Marsigliani, lo que revela que el problema ya está en el país.

En la reunión de UPL participaron técnicos y productores vinculados a la temática de la sanidad de cultivos agrícolas. Trabajaron en grupos para analizar la realidad actual y proponer vías de solución al fenómeno de la resistencia.

Establecieron que la calidad de la semilla influye en el manejo de las enfermedades fúngicas. “Se debería utilizar semilla de calidad, con análisis de la carga fúngica y tratamiento con productos que la protejan”, propusieron.

Con respecto a la elección del fungicida, aconsejaron que el productor no analice solamente el costo de cada producto, sino la eficiencia esperable en el control de cada enfermedad. También recomendaron verificar la concentración de principio activo, comprar productos de marcas reconocidas y evitar el uso de genéricos.

Entre otros temas evaluados, los expertos consideraron muy importante hacer un diagnóstico oportuno de la aparición de los primeros síntomas de cada enfermedad y evitar las aplicaciones tardías.