Carlos A. Mutto Especialista en inteligencia económica

Desde tiempos muy lejanos, los seres humanos se ilusionan con encontrar la fuente de Juvencia. A veces se resignan a aceptar el deterioro del organismo con tal de alejar la hora de la muerte, pero todas las generaciones lucharon –al menos se ilusionaron– con prolongar la existencia al precio de confundir longevidad y calidad de vida.

La revolución del rejuvenecimiento permanente, iniciada hace menos de 30 años, parece destinada a convertirse en uno de los mayores acontecimientos científicos de las próximas décadas, a tal punto que los investigadores consideran “totalmente verosímil” un horizonte que permitirá al hombre “vivir en buena salud” hasta los 150 años. Los antropólogos calculan que, desde su aparición en la Tierra, la esperanza de vida del hombre osciló entre 25 y 30 años durante los primeros milenios de su existencia. Recién a fines del siglo XIX alcanzó un promedio de 45 años y, gracias a los grandes descubrimientos científicos, la media universal llegó a 79 años en 2000 y pasó la barrera de los 80 años en 2004. La Academia de Medicina de Estados Unidos calcula que actualmente el ser humano mejora su esperanza de vida a un ritmo de 4 meses por año. Ahora, los resultados de trabajos recientes del equipo del bioquímico y biólogo español Juan Carlos Izpisua Belmonte en el Salk Institute de San Diego autorizan a pensar que, en un plazo relativamente breve, será posible aumentar la longevidad humana entre un 30 y un 40%.

Ese horizonte fue validado por las experiencias con ratas realizadas por los biólogos moleculares Jan van Deursen, Darren Baker y James L. Kirkland en la Clínica Mayo, de Minnesota, que descubrieron dos moléculas capaces de reconocer y eliminar las células senescentes, es decir, cuando empiezan a envejecer. Los tests realizados por su equipo utilizando esos fármacos senolíticos permitieron mejorar la esperanza de vida en 35% sin ninguna de las patologías propias de la edad (osteoporosis, artrosis, disfuncionamientos cardíacos, fibrosis pulmonar o renal). Los resultados parecieron tan promisorios que en 2018 Kirkland decidió comenzar las experiencias con seres humanos.

Con sus investigadores del Equipo de Plasticidad Genómica y Envejecimiento del Inserm de Montpellier, el francés Jean-Marc Lemaître logró en 2011 una hazaña científica elogiada en todo el mundo: reciclaron in vitro células humanas, algunas de ellas centenarias, para crear células pluripotentes que fueron utilizadas como “piel nueva” en dermatología. Una versión mejorada de ese procedimiento fue publicada en 2021 en la revista científica BioRxiv.

A diferencia de ciertos transhumanistas radicales, que concebían la extensión de la existencia como un fin en sí mismo, el objetivo que persiguen ahora los científicos es más ambicioso. “El propósito no es prolongar la vida, sino lograr que ese superávit sea de buena calidad”, explica el genetista David A. Sinclair, de la Harvard Medical School.

Gracias a los recientes progresos con las vacunas ARN para el Covid, algunos laboratorios exploran un novedoso sistema que consiste en inyectar en el sistema sanguíneo microvesículas portadoras de ARN “reprogramante” que se encargan de difundir un cóctel de genes inspirados en los denominados “factores de (Shinya) Yamanaka”, definidos por ese premio Nobel de Fisiología (2012).

El método experimentado a partir de 2006 permite revivificar las células senescentes para que puedan operar como células madre pluripotentes, capaces de regenerarse en cualquier otro grupo celular. Desde el momento en que un ser humano comienza a experimentar los primeros síntomas de envejecimiento –a partir de los 40 años–, podría iniciar un tratamiento para combatir todo proceso de senescencia de las células. Realizada en forma progresiva, a un ritmo de un mes por año, esa terapéutica permite regenerar el organismo: como el personaje interpretado por Brad Pitt en el film El extraño caso de Benjamin Button, comienzan a desaparecer las canas del paciente y se esfuman las arrugas, luego el paciente recupera agilidad mental, no necesita más anteojos para leer y crece su libido perdida. Con el tiempo, el cuerpo recobra las sensaciones de los 35 años, luego de los 30 y finalmente de los 25. Pero, a diferencia del fenómeno “natural” que vivía Benjamin Button, los científicos aconsejan detener el rejuvenecimiento a esa edad para no crear disturbios irreversibles.

La revolución del rejuvenecimiento permanente parece destinada a convertirse en uno de los mayores acontecimientos científicos de las próximas décadas

Los especialistas aún no tienen en claro en qué momento interrumpir la prescripción, pero todo parece indicar que sería posible ir más lejos de los 100 años para asegurar una vejez cronológica en plena posesión de sus medios. El interés de ese progreso sin precedente reside en recuperar una nueva juventud –en los planos biológico, físico y mental– conservando además el conocimiento, la sabiduría e incluso los recuerdos acumulados durante toda una vida.

Ahora, en una época en que se buscan tanto las ganancias, la febril búsqueda de la fuente de Juvencia activa la codicia de los comerciantes de la salud y la belleza. A partir de 2014, Alphabet, el holding que centraliza las empresas de Google, invirtió 2500 millones de dólares para desarrollar 20 programas sobre inmunooncología, enfermedades neurodegenerativas precoces y medicamentos para el tratamiento de enfermedades vinculadas al envejecimiento. Los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin, no son los únicos supermillonarios de internet obsesionados con la prolongación de la vida. Desde hace más de 10 años, Paul Allen (cofundador de Microsoft, muerto en 2018), Larry Ellison (Oracle), el magnate ruso Dimitry Itskov (New Media Stars), Robert Miller (Duty Free Shoppers) y Peter Thiel (cofundador de PayPal) invirtieron millones de dólares en esa carrera contra el reloj.

Más recientemente, esa tentación también atrapó a otros potentados, como Yuri Milner y el creador de Amazon, Jeff Bezos, que invirtieron 3000 millones de dólares en la biotech norteamericana Altos Labs, oficialmente creada el 19 de enero pasado. Convertida en la startup mejor financiada de la historia, esa empresa logró atraer al célebre Sinka Yamanaka, quien acaba de firmar para participar en los programas que desarrollará esa empresa en la próxima década. Altos Lab trata de seducir ahora a los grandes popes de la especialidad: Shai Efrati, profesor del Hospital Shamir de Israel, que sometió a 35 personas mayores de 64 años a 60 tratamientos de oxigenación hiperbárica durante 90 días. Esa experiencia permitió extender –en lugar de reducir– los telómeros entre 20% a 38%, según los tipos, y eliminar entre 11% y 37% de células obsoletas, según un estudio publicado por la revista científica Aging.

Verdadero “muro biológico”, el límite natural alcanzado por la decana de la humanidad, Jeanne Calment, muerta en 1997 a los 122 años y 164 días de edad, será probablemente superado en poco tiempo. “Se puede llegar incluso mucho más lejos”, promete el profesor Pankaj Kapahi, investigador en el Buck Institute for Reasearch on Aging. Una modificación genética practicada con lombrices en su laboratorio de California permitió bloquear la acción de las moléculas responsables del metabolismo de la insulina y de una enzima que regula el comportamiento de las células. “Así se pudo multiplicar por cinco la duración de vida del animal –afirma en un artículo publicado en la revista Cell Reports–, lo que transportado a escala humana equivale a un rango de 400 a 500 años de vida”.