• LA NACION 6 Aug 2021

Adam Taylor 

THE WASHINGTON POST Traducción de Jaime Arrambide

La aplicación de dosis de refuerzo de las vacunas contra el Covid se ha convertido en el símbolo definitivo de la desigualdad pandémica. Mientras gran parte del mundo no consigue las dosis que necesita y tiene que dejar expuestos a sus trabajadores de la salud y grupos de riesgo, unas pocas naciones ricas están evaluando reforzar la inmunidad de los ya completamente vacunados con dosis suplementarias.

Pero enfrentarán resistencias. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reclamó anteayer una suspensión global de las dosis de refuerzo por lo menos hasta septiembre, al señalar la imperiosa necesidad de vacunas de los países pobres.

Ya anteriormente la OMS había presionado para que se fijara la meta de tener vacunado al 10% de la población global para fines de septiembre. En algunos países, esa meta ha sido superada ampliamente y hace mucho tiempo. El 23 de julio, tanto Estados Unidos como Europa habían administrado al menos una dosis a casi la mitad de todos los residentes. Pero hay otros que están muy por detrás: para esa misma fecha, poco más del 2% de la población del continente africano había sido vacunada.

Algunos expertos temen que el apuro por aplicar dosis de refuerzo en los países ricos profundice la injusticia del reparto. A pesar de sus recientes donaciones a países con menos acceso a las vacunas, el mensaje que reciben los trabajadores de la salud extranjeros es deprimente.

Pero el surgimiento de nuevas variantes en los países que más vacunaron genera ansiedad y redobla las presiones para que se administren los refuerzos. Varios anunciaron que pondrán en marcha la campaña de dosis de refuerzo (ver aparte).

El debate sobre las dosis de refuerzo está flotando desde los primeros días de la pandemia, pero el temor a que las variantes supercontagiosas, como la delta, produzcan “infecciones posvacunación” ha llevado el tema a un punto de inflexión. Aunque loscasosdeinfecciónposvacunación son muy infrecuentes, coincidieron con un aumento de casos entre los no vacunados y dieron lugar a nuevas medidas sobre uso de barbijo y otras restricciones.

La mayoría de los líderes occidentales reconocen la disparidad en el reparto internacional de vacunas, pero siguen enfocados en sus propios ciudadanos. Es lógico: son quienes los votaron y quienes tal vez en poco tiempo más puedan volver a votarlos. Además, como no se sabe hasta qué punto los vacunados son portadores y propagadores del virus, querer una tercera dosis para proteger a los miembros vulnerables de la familia no es necesariamente una visión egoísta.

Pero para las farmacéuticas que desarrollaron las vacunas, el dinero suele ser un motor poderosísimo. En julio, se produjo una inusual disputa pública entre Pfizer ( junto con su socio alemán Biontech) y el Departamento de Salud, cuando esa agencia del gobierno norteamericano objetó al argumento del laboratorio de que posiblemente sean necesarias dosis de refuerzo. En ese momento, los expertos del gobierno advirtieron que la participación de los fabricantes en el debate sobre la necesidad de dosis de refuerzo puede ser sesgada.

Uninformedemayodebloomberg Intelligence reveló que las inyecciones de refuerzo podrían representar un mercado de entre 11.000 y 37.000 millones de dólares anuales a nivel mundial. Es probable que las dosis de refuerzo para las naciones ricas sean más rentables que las dosis iniciales en las naciones más pobres: para sus primeros 1300 millones de dosis, la iniciativa Covax pagó un promedio de 5,20 dólares por dosis. El precio inicial que Pfizer le cobró a Estados Unidos fue de 19,50 dólares por dosis, y se espera que ese precio aumente.

Los expertos mundiales están unidos para reclamar una distribución más equitativa. Advierten que los líderes corren el riesgo de pensar el problema a corto plazo, en vez de pensar en el desastre a futuro. Los científicos han repetido hasta el cansancio que permitir que el virus circule a sus anchas en las naciones más pobres fogonea la aparición de variantes nuevas y más virulentas, que no solo representan una amenaza para esos países, sino para gran parte del mundo ya vacunado.

El impacto sobre los trabajadores de la salud y otras personas vulnerables de los países en desarrollo podría ser grave. Pero también puede prevenirse. De hecho, en Estados Unidos se desperdician miles de dosis que podrían usarse.

Hace poco, el sitio de datos Stat News estimó que algunos estados norteamericanosyateníanunexceso de varios millones de dosis, muchas de las cuales probablemente se vencerían antes de ser aplicadas. Robert Ator, el jefe de la campaña de distribución de vacunas de Arkansas, dijo que su estado tenía tantas dosis que ya era “casi ridículo” y agregó que a esta altura Arkansas “está rebalsando de vacunas”.