Lograron hacer remitir la enfermedad en 18 pacientes; especialistas piden más evidencia

Gina Kolata Traducción de Jaime Arrambide

NUEVA YORK.– Se trató de un ensayo pequeño, sobre apenas 18 pacientes con cáncer de colon, y a todos les administraron la misma droga experimental. Pero los resultados fueron asombrosos: el cáncer desapareció en todos y cada uno de los pacientes, indetectable tanto en el examen físico como en las endoscopias, tomografías y resonancias magnéticas.

El doctor Luis A. Díaz Jr., del Centro de Oncología Sloan Kettering –también autor del informe con los resultados que fue publicado anteayer en la revista científica New England Journal of Medicine y que contó con el patrocinio de la empresa farmacéutica GlaxoSmithKline–, dice que no conoce ningún otro estudio de un tratamiento que haya borrado por completo los rastros del cáncer en todos los pacientes analizados.

Alan P. Venook, un especialista en cáncer colorrectal de la Universidad de California, que no participó del estudio, también cree que es la primera vez que se obtienen resultados tan sorprendentes. Una remisión total en todos los pacientes “es algo inaudito”, indicó.

Los pacientes con cáncer colorrectal suelen ser sometidos a tratamientos invasivos y cruentos: quimioterapia, rayos y, sobre todo, cirugías que dejan secuelas de por vida, desde disfunciones intestinales y urinarias hasta sexuales. Algunos, incluso, necesitan usar bolsas de colostomía.

Así que los pacientes que aceptaron participar del estudio pensaron que al terminar los ensayos tendrían que someterse a esos procedimientos, porque ninguno creía realmente que sus tumores desaparecerían. Para sorpresa de todos, no necesitarán ningún otro tratamiento.

“Hubo muchas lágrimas de alegría”, describe Andrea Cercek, médica del Centro de Oncología Sloan Kettering y también coautora del estudio, que fue presentado anteayer en la conferencia anual de la Sociedad de Oncología Clínica de Estados Unidos. Otra sorpresa, agrega Venook, es que ninguno de los pacientes tuvo complicaciones clínicas importantes durante el tratamiento.

En promedio, uno de cada cinco enfermos oncológicos suele manifestar alguna reacción adversa al tipo de fármacos que recibieron estos pacientes –en este caso, el dostarlimab–, conocidos como “inhibidores de punto de control inmunitario”. Los pacientes recibieron la nueva droga cada tres semanas durante seis meses, con un costo de alrededor de US$11.000 por dosis. La droga desenmascara las células cancerosas y permite que el sistema inmunológico las identifique y las destruya.

Si no hay efectos colaterales importantes, “eso implica que el ensayo clínico no incluyó a suficientes pacientes, o que de alguna manera esos cánceres eran totalmente distintos a los demás”, señala Venook.

En el editorial que acompaña la publicación de los resultados, la doctora Hanna K. Sanoff, del Centro de Oncología Lineberger de la Universidad de Carolina del Norte, califica el estudio de “pequeño, pero convincente”. Sin embargo, aclara que no hay certeza de que los pacientes están “curados”.

“No sabemos cuánto tiempo tiene quepasarhastapoderconfirmarque esa respuesta clínica total a la droga dostarlimab equivale a una cura”, escribe Sanoff en su editorial.

La doctora Kimmie Ng, experta en cáncer colorrectal de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, dice que si bien los resultados son “notables” y “sin precedente”, es necesario replicarlos con otros ensayos.

El origen de la idea

La idea de realizar este estudio del cáncer de colon proviene de un ensayo clínico previo, dirigido por Díaz en 2017 y financiado por el laboratorio farmacéutico Merck. De aquel ensayo participaron 86 personas con cáncer metastásico con origen en distintas partes de sus cuerpos. Pero todos esos cánceres compartían una mutación genética que impedía que las células repararan el daño al ADN. Esas mutaciones aparecen en el 4% de todos los pacientes con cáncer.

Los pacientes de aquel ensayo tomaron un inhibidor de puntos de control fabricado por Merck, el pembrolizumab, durante un máximo de dos años. Los tumores se redujeron o estabilizaron en entre un 30% y un 50% de los pacientes, cuya sobrevida también se prolongó. En el 10% de los participantes del ensayo, los tumores desaparecieron por completo.

Eso llevó a Cercek y a Díaz a preguntarse lo que ocurriría si el tratamiento se aplicara mucho antes en el curso de la enfermedad, antes de que el cáncer tuviera la oportunidad de propagarse.

Se decidieron por un estudio de pacientes con cáncer de colon localmente avanzado, tumores que se habían diseminado en el recto y en algunos casos a los ganglios linfáticos, pero no a otros órganos. Cercek había notado que la quimioterapia no ayudaba a una parte de los pacientes que tenían las mismas mutaciones genéticas de los pacientes del ensayo de 2017. En lugar de achicarse durante el tratamiento, sus tumores rectales crecían. Entonces se les ocurrió que la inmunoterapia con un inhibidor de puntos de control permitiría que esos pacientes evitaran la quimioterapia, la radiación y la cirugía.

Díaz se puso en contacto con las farmacéuticas que fabricaban inhibidores de puntos de control para que financiaran un pequeño ensayo. Pero lo rechazaban diciendo que el ensayo clínico entrañaba demasiado riesgo: Díaz y Cercek querían administrarle el medicamento a pacientes que tal vez podían curarse con un tratamiento estándar. Lo que proponían los investigadores podía terminar permitiendo que los cánceres crecieran más allá del punto en el que podrían curarse con una terapia convencional.

“Es muy difícil modificar el estándar de atención y cuidado médico –dice Díaz–. Toda la maquinaria de tratamiento estandarizado te empuja hacia la cirugía y el quirófano”.

Finalmente, consiguieron el patrocinio para poner en marcha el estudio.