24 de julio de 2021

Roger Cohen

THE NEW YORK TIMES

PARÍS.- Mientras Europa y Estados Unidos se desvelaban por encontrar un equilibrio adecuado entre detener la variante delta y poner freno a las libertades individuales, el presidente francés, Emmanuel Macron, tomó la delantera y avanzó por un estrecho desfiladero que combina la coacción puntual con la coerción generalizada.

Macron ordenó la vacunación obligatoria de todos los trabajadores de la salud antes del 15 de septiembre, y avisó que a partir del 1 de agosto, para acceder al interior de espacios públicos los franceses deberán estar vacunados o presentar un testeo negativo. El ejemplo de Macron fue seguido de inmediato por otros países, como Italia, aunque también encendió algunos focos de enconada resistencia.

 “Están creando una sociedad de controles generalizados que durarán meses, tal vez años”, dijo Éric Coquerel, legislador del partido de extrema izquierda Francia Insumisa, durante el tumultuoso debate parlamentario de 48 horas para aprobar o rechazar las propuestas de Macron y que terminó a primeras horas del viernes con una victoria relativamente ajustada para el presidente.

Por 117 votos a favor y 86 en contra, abriéndose paso entre 1200 propuestas de modificación, y desafiando denuncias de autoritarismo y caos por derecha y por izquierda, la Asamblea Nacional dio media sanción a la apuesta de Macron para torcerles el brazo a los franceses y lograr que vacunen, so pena de hacerles la vida imposible.

Detenciones en París tras las protestas contra la vacunación obligatoria en FranciaSAMEER AL-DOUMY – AFP

El problema de Europa es parecido al de Estados Unidos: niveles de vacunación alrededor o por debajo del 60% -o sea insuficientes para alcanzar inmunidad de rebaño-, aumento exponencial de casos de la variante delta, y una grieta cada vez más ríspida sobre hasta qué punto una inyección puede ser obligatoria.

Mientras que en Estados Unidos han sido solo los hospitales y los grandes prestadores de salud los que exigieron a sus empleados vacunarse contra el Covid-19, las grandes economías europeas, incluidas Italia y Francia, avanzan en dirección de una vacunación obligatoria para todo el mundo.

Las medidas de Macron, anunciadas el 12 de julio como la única forma de evitar un nuevo cierre con cuarentena en toda Francia, no solo desató una ola de protestas sino también un extraordinario aumento de la vacunación: 3,7 millones de franceses se inscribieron en la primera semana después del anuncio, con un récord de casi 900.000 inoculaciones en un solo día, el 19 de julio. En ese sentido, su drástica medida fue todo un éxito.

En plena temporada alta de su veraneo, los franceses respondieron masivamente, ante la ominosa perspectiva de que quedarse sin opciones de diversión y esparcimiento.

Mario Draghi, primer ministro de Italia, siguió los pasos del francés y no se ahorró golpes bajos al anunciar similares medidas, esta semana. “El atractivo de no vacunarse es el atractivo de la muerte”, disparó Draghi.

De ser aprobada por el Senado, la así llamada “ley de salud” obligará a los franceses a obtener un pase sanitario -conocido en Italia como “pase verde”- donde conste que están vacunados o que tienen un testeo negativo reciente cuando quieran ingresar a un restaurante o a un café.

Los establecimientos de esos rubros -que ya se han quejado-, serán los responsables de controlar y hacer cumplir esa medida, a riesgo de ser multados. No tendrán, sin embargo, el derecho de exigir el documento de identidad con foto, que les permitiría cotejar la cara del comensal con el pasaporte sanitario. El gobierno aclaró que esa sigue siendo facultad exclusiva de la policía.

El borrador de la ley pasará ahora al Senado, con el objetivo de promulgarla dentro de una semana para que entre en vigor a principios de agosto.

Debate en Francia

Lo que más furia desató en el seno de la Asamblea Nacional, como se conoce en Francia a la Cámara Baja, fue el artículo de la ley que prevé la vacunación obligatoria del personal de salud. “Se han vuelto completamente locos”, dijo a los gritos el legislador de centroderecha Julien Aubert.

La idea de sumariar o dejarle de pagar a un trabajador por elegir no vacunarse está muy lejos de ser una práctica laboral normal en Francia, un país con muchas protecciones contra los despidos, y cualquier intento en ese sentido seguramente sería cuestionado ante la Justicia.

El ministro de salud francés, Olivier Véran, que durante el maratónico debate fue fotografiado por el diario Le Monde con la cabeza derrumbada sobre el escritorio, respondió que “El espíritu de esta norma ciertamente no es despedir a la gente o forzarla a renunciar, sino incentivar la vacunación”.

En Francia, esta semana se registraron 22.000 nuevos casos de coronavirus en un período de 24 horas, el mayor número en más de dos meses. Pero en Gran Bretaña, con el doble de nuevos contagios en los últimos días, el abordaje ha sido drásticamente diferente.

Esta semana, el gobierno conservador de Boris Johnson decretó el “Día de la Libertad” con la eliminación de la mayoría de las restricciones. La apuesta del primer ministro es que con el 68,4% de la población vacunada con al menos una dosis, Gran Bretaña está lista para correr el riesgo, con un virus que parece haber llegado para quedarse.

En Estados Unidos está el caso de Florida, donde ningún negocio, empresa u organismo público puede negarse a atender a los no vacunados, y el caso de San Francisco, que ahora exige la vacunación a todos los empleados públicos de la ciudad: son los polos opuestos del debate sobre la vacuna obligatoria. En Europa son Londres y París.

Desde que Macron reveló su estrategia, hace dos semanas, algunos centros de vacunación fueron saqueados. En toda Francia, las protestas se desarrollaron bajo las mismas consignas contra las élites y las grandes empresas que caracterizaron al movimiento de los chalecos amarillos que se inició en 2018.

Las posiciones de ambos bandos se están endureciendo y la retórica es cada vez más furibunda. En Italia, Matteo Salvini, líder de la Liga, el partido nacionalista que integra la coalición gobernante, señaló que exigir la vacunación “implica privar de su derecho a vivir a por lo menos la mitad de la población”.

Salvino no se extendió sobre el tema. Varias encuestas de opinión muestran que el 70% de los italianos están a favor del tipo de restricciones primero impuestas por Francia, y que 40 millones de italianos, casi el 70% de la población, ya han descargado el “pase verde” en sus celulares.

“Propongo juntar dinero para pagar la suscripción de Netflix de los antivacunas cuando estén bajo arresto domiciliario, encerrados en sus casas como ratas”, tuiteó Roberto Burioni, un eminente virólogo italiano.

The New York Times

Traducción de Jaime Arrambide