Alto Chorrillos, en Salta, fue elegido por expertos nacionales e internacionales para instalar ese equipo

Martín De Ambrosio

La atmósfera más liviana y la falta de actividad humana con sus contaminaciones lumínica y de gases generan las condiciones ideales para mirar el universo

 

SAN ANTONIO DE LOS COBRES, Salta.– Se sabe: aquí el aire se enrarece, duele la cabeza, cuesta respirar y la pelota no dobla. Pero no todo es negativo; la altura también tiene un beneficio estelar. La atmósfera más liviana y la falta de actividad humana con sus contaminaciones lumínica y de gases generan las condiciones ideales para mirar el universo.

Por eso, los casi 5000 metros de este paraje llamado Alto Chorrillos –a unos kilómetros de intenso ripio de San Antonio de los Cobres, parada del Tren de las Nubes– fueron los elegidos por los expertos para instalar el telescopio Qubic, que anteayer inauguraron autoridades científicas nacionales encabezadas por el ministro de Ciencia, Daniel Filmus; la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), que supervisó la obra, e investigadores nacionales y extranjeros que forman parte de la colaboración.

El objetivo no es modesto: mirará qué pasó apenas después del Big Bang, ese comienzo del universo por el que se inclinan los científicos como el más probable por la información que han reunido desde que la propuso –irónicamente porque no creía en la idea– el cosmólogo Fred Hoyle a fines de la década de 1940. Algo que sucedió hace 13.800 millones de años, cuando empezó la trama.

“Buscaremos vestigios de esa época en la que se creó el espacio y el tiempo: todavía se puede encontrar la radiación cósmica de fondo. De esa época queremos hacer las mediciones, de cuando se expandió el universo y esta radiación quedó polarizada”, dijo Alberto Etchegoyen, vocero de Qubic, director del Instituto de Tecnologías en Detección y

Astropartículas (TeDA), y uno de los padres del flamante telescopio.

“Si se encontrara esa radiación sería una prueba contundente del modelo cosmológico estándar”, agregó. Si no, es posible que haya que cambiar parte de la teoría. De momento, no se trataría de cambiar el centro de la teoría del Big Bang, dado el enorme consenso que tiene a favor. Y un dato: para todos lados que se mide, el universo se expande, de modo que en algún momento tuvo que estar concentrado en un punto; ese punto es el comienzo, o gran estallido (en realidad no tan grande, si se tiene en cuenta que fue menos pequeño que un átomo).

Si se comprobara con estos nuevos datos “argentinos”, se empezaría a terminar de armar el rompecabezas de ese comienzo; nuestro comienzo, a fin de cuentas.

Análisis de datos

El telescopio es un instrumento, y es en sí mismo el resultado de muchísima ciencia. “Cuando propuse hacer algo así, mis colegas me dijeron que estaba loco”, dijo un muy emocionado Jean-Christophe Hamilton, investigador del Instituto de Astropartículas y Cosmología (APC) del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS, sus siglas en ese idioma), durante el acto en el que agregó que es el resultado del trabajo de 15 años.

Luego, ante periodistas, agregó que tradicionalmente se usan para este tipo de búsquedas interferómetros, que ofrecen datos limpios, pero no muy sensibles, o bolómetros, que sí lo son. En la combinación está la creatividad y, además, la explicación del nombre del nuevo telescopio: Qubic significa Interferómetro Bolométrico para Cosmología Q y U, por sus siglas en inglés.

Este jeroglífico refiere a los sensores particulares que mencionó Hamilton. Esos son los que obtendrán los datos que serán analizados por una miríada de científicos en el mundo. Como Claudia Scóccola, coordinadora argentina del grupo de análisis de datos y simulación, que trabaja en la Universidad de La Plata y es investigadora del Conicet. “Es un momento histórico porque estamos cerca de medir la radiación cósmica de fondo en uno de los modos que falta encontrar y predice la teoría, el modo B”, dijo, al lado de la cúpula que sostiene al gris aparato.

Scóccola participó de la calibración del instrumento apuntándolo hacia la Luna. Qubic además tiene la característica particular de que necesita ser enfriado cerca del cero absoluto. “Tiene un aparato que enfría el helio, que a su vez genera el efecto de dilución para llegar a 1°Kelvin (apenas por encima de ese cero absoluto)”, contó Manuel Platino, gerente de operación de Qubic.

Los ansiosos por saber el origen de todo deberán tener paciencia: luego de que empiecen a llegar los datos a partir del “escaneo” de una pequeña parte del cielo, se deberán procesar durante dos o tres años, sobre todo para evitar los errores de detección que pueden provenir de la atmósfera o incluso de la Vía Láctea (otros investigadores cometieron el error y anunciaron algo que no estaba). Hamilton recurrió a una metáfora de la era predigital para explicarlo: “Es como una fotografía tomada con poca luz, para tener una imagen hay que dejarla durante más tiempo en exposición”, afirmó.

Etchegoyen también es cauto: “No será antes de dos años, seguro, o quizá tres. Depende de cuán buena sea la naturaleza con nosotros. Si no encontramos la radiación, lo primero que se va a hacer es construir un segundo o tercer bolómetro, para aumentar la sensibilidad”.

Tras la idea inicial, Hamilton pudo convencer de su locura a una serie de ingenieros de Francia, Italia, Irlanda y el Reino Unido para realizar el diseño: “Había que inventar una manera propia de mirar el cielo”.

El instrumento se terminó en Francia en 2018 y se ensambló en la regional noroeste de la CNEA. Para la segunda parte, la decisión de dónde colocarlo, confluyeron dos factores, uno científico y otro emocional (al menos en parte). La Argentina ya había demostrado su capacidad para este tipo de megaemprendimientos por su trabajo con rayos cósmicos de altas energías en el laboratorio Pierre Auger, en Malargüe, Mendoza. Pero, además, la pareja de Hamilton, que es la científica argentina del Conicet Clementina Medina, le susurró que esta zona de la Puna era el lugar ideal.

Con el esfuerzo concretado, Hamilton ahora se entusiasma y ve otros Qubic, incluso refinados, alrededor del primero. Un último asunto interesante y nada lateral es el respeto por la región y sus costumbres, porque no se trata de caer aquí como de un plato volador: Hamilton se excusó ante los periodistas por el poco tiempo que tenía ya que estaba listo para ir a hacer un homenaje a la Pachamama con los pobladores locales.

El Big Bang

Veinte años no son nada; un día pasa rápido; una hora, más, y ni hablar un segundo. Pero lo que buscará este nuevo aparato en el norte del país será lo que pasó 0,000000 000000000000000000000000001 segundos después del inicio del universo. Un pequeño paso para una jornada rutinaria, pero un gran paso para el cosmos. Es el período conocido como “inflación universal” (sin connotaciones económicas, por favor), en el que el universo se dedicó a existir y a conformar todo lo que se ve, galaxias y planetas, y lo que no, la todavía misteriosa materia y energía oscuras.

Es un tiempo crucial porque allí el cosmos tomó un camino que pudo haber sido otro, incluso con sus leyes y sus velocidades máximas, como la de la luz. De esa época tan temprana quiere buscar rastros el Qubic, como si se tratara de un mínimo resplandor que aún continúa.

Los investigadores están excitados por lo que implica en términos de conocimiento y del resultado del conocimiento. Si aparecen estos “modos B” que confirman la teoría, podría haber algún premio Nobel a la cosmología: por ejemplo, para el teórico norteamericano que postuló la teoría del universo inflacionario, Alan Guth, pero también para los “experimentales” que la corroboraron en la Argentina (o en algunos de los otros sitios que lo buscan con diferentes técnicas).

De todos modos, para eso faltan años, que no dejan de ser instantes mínimos del tiempo cósmico.