Cada vez se ve a una mayor cantidad de personas de edad avanzada en muy buena forma física y cognitiva; a la vez, se dedican más recursos económicos a las investigaciones sobre el tema de la extensión de la vida

Sebastián Campanario

El japonés Hiromu Inada hizo historia cuando completó un triatlón a sus 86 años de edad

Un par de videos que se viralizaron en los últimos días muestran cómo la “revolución senior” va a subiendo nuevos escalones y no deja de sorprender en su avance. En el primero, el japonés Hiromu Inada se entrena para competir el próximo 6 de octubre en el Iron Man de Hawaii, que incluye 3,8 kilómetros de natación, 180 de bicicleta y una maratón completa (casi 42,195 km). La particularidad del caso es que Inada en octubre va a estar cerca de cumplir 90 años. Ya en 2018 entró en el Libro Guiness de los Récords al convertirse en la persona más longeva en completar un triatlón en menos de límite oficial de 17 horas. Por aquel entonces estaba a días de cumplir 86 años.

El segundo video viralizado es igualmente elocuente. Transcurre en el Ayuntamiento de la Villa de Moya, en las Islas Canarias: allí un escribano tomó, en agosto, constancia del récord de los 12 hermanos Hernández Pérez, todos con vida, entre 76 y 98 años, que suman en conjunto 1057 años de edad. Es una excepcionalidad estadística sin precedentes. El acto en Canarias fue hace dos semanas, y el video me lo mandó por Whatsapp Alberto Naisberg, un ingeniero argentino, especialista en bienestar en personas adultas, que en abril cumplió 97 años.

“No hay nada en la biología de los seres humanos que diga que es inevitable envejecer, nada en nuestro diseño que diga que esto es un destino inexorable”, explica ahora Marcelo Rinesi, un científico de datos que sigue la agenda de la longevidad extrema de manera minuciosa y aplica en su propio cuerpo todo lo que sale en la frontera. Actualmente está tomando algunos senolíticos que se encuentran en fase 3 de testeo: “Tomo el riesgo, pero no se lo recomiendo a ningún amigo ni familiar. Hay que esperar aún a tener más datos”, aconseja.

Las dos noticias de los primeros párrafos, la de Inada y la de los hermanos Hernández Perez, van al corazón de lo verdaderamente transformador del fenómeno etario que estamos viviendo, que no pasa tanto por romper el récord de longevidad que hoy tiene la ciudadana francesa Jean Calment (falleció a los 122) sino en ver, cada vez de manera más masiva, a personas de edad avanzada en muy buena forma física y cognitiva.

Rinesi cree que es enteramente posible que en 2050 o antes veamos gente de 80 con el cuerpo y mente de personas de 40-50, por la extensión de hábitos saludables y por los avances radicales en ciencias de la vida que se vienen o que ya están ocurriendo. Más temprano que tarde llegará lo que los especialistas en longevidad llaman “velocidad de escape”: el momento en el cual por grandes avances en la medicina (Rinesi cree que primero llegarán en el terreno cardiovascular y luego en el de cáncer) la expectativa de vida podrá crecer más deprisa que el tiempo que trascurre.

Nuevo mindset

¿Qué significa tener un nuevo mindset (seteo mental) de longevidad? Entre otras cosas, apunta el científico de datos, dejar de subestimar el “interés compuesto” que tienen los hábitos saludables y adoptarlos ya, para poder llegar en la mejor forma posible al momento de los avances en salud más contundentes. Por otro lado, Rinesi cree que los médicos tienden a ser poco agresivos o conservadores con la longevidad extrema. Es un tema de incentivos, dice: “No les pagan ni se los reconoce porque vivamos más décadas en plenitud. Se conforman con que terminemos nuestra vida cerca del promedio de nuestro grupo de referencia. No tienen en cuenta las mejoras radicales que se vienen a futuro, por lo cual hace sentido someterse a tests y terapias mucho más rigurosas desde antes de avanzar en la adultez”.

En lo que va del año, las personas más ricas del mundo y los principales fondos de inversión realizaron apuestas multimillonarias en el área de extensión de vida. Ya no se trata de “proyectos mascota” ni de una “ficha”, sino de miles de millones de dólares. Jeff Bezos amplió su inversión en los laboratorios Los Altos, mientras que Amazon compró una empresa farmacéutica en 3800 millones de dólares y quiere revolucionar el negocio de la salud. Google sigue invirtiendo en Calico Labs, mientras que Lineage Cell Therapeutics cuenta con el apoyo de BlackRock y Wells Fargo, entre otros. Apple anunció recientemente que sus dispositivos personales (principalmente el reloj inteligente) este año ya podrán medir 150 flujos de datos del cuerpo, para aplicar en 17 áreas de la salud.

“Cualquiera que tenga mucha plata tarde o temprano va a querer curar el envejecimiento. Lo hicieron millonarios como Bezos, Larry Page, Larry Ellison o Peter Thiel, entre otros”, sostuvo el escritor del MIT Review Antonio Regalado en un reporte en el que anunció que Arabia Saudita decidió, hace semanas, comenzar a operar un fondo de 1000 millones de dólares al año para atacar desafíos de envejecimiento. Se trata del mayor monto individual asignado hasta ahora a esta área.

“Hay un renovado optimismo en el ámbito científico por determinar si existe algo así como un límite infranqueable para la extensión de la vida humana”, escribió Léo Belzile, uno de los coautores de un estudio publicado sobre este tema en el Annual Review of Statistics and Its Application. La base de datos se centró en 13 países con ciudadanos “super-centenarios” (de más de 110 años) y diez países con personas “semi-supercentenarias” (las que pasan los 105 pero no llegan a 110). La conclusión del trabajo es que la extensión posible de la vida “puede ir mucho más allá de cualquiera observada hasta ahora”.

Este nuevo consenso científico es una novedad porque hasta no hace muchos años las hipótesis sobre longevidad extrema eran objeto de burla y ostracismo en la comunidad académica. El periodista Peter Ward cuenta los abordajes más bizarros sobre este tema en su libro El Precio de la Inmortalidad (aún no traducido, publicado este año), en un tour a lo largo de esta agenda en la frontera de la ciencia y también de la pseudociencia. Ward se adentra en un capítulo en la “Iglesia de la Vida Perpetua” y conversa con el pastor Neal VanDeRee, que hace ayuno intermitente y tiene una fe ciega en los avances de la biotecnología. En otra sección, narra las desventuras de quienes buscaron “criogenizarse” (congelarse para revivir décadas más tarde), con intentos que empezaron en 1965.

Entre los argumentos favoritos de los “inmortalistas” está el hecho de que existen algunas especies de animales (muy simples a nivel celular) que son inmortales. La más conocida es una diminuta medusa, “Turritopsis dohrnii”, que vive principalmente en aguas del Mediterráneo, fue descubierta en 1880 y puede volver a ciclos vitales anteriores. Al lado de ella, las hazañas de longevidad de la francesa Calment, de los canarios Hernández Pérez o del japonés Inada tienden a empalidecer.

Sebastián Campanario