Fabiola Czubaj

La pandemia de Covid-19 genera consecuencias mucho más allá del propio coronavirus. Así lo advierten infectólogos al coincidir en que la resistencia bacteriana se aceleró 10 años por esta enfermedad. En el congreso anual de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI), advirtieron que el uso de antibióticos para tratar el Covid en la primera ola, la prolongación de las internaciones y la utilización de catéteres, entre otras acciones, explican la intolerancia de los fármacos. Y señalaron que los equipos de salud se están quedando con menos herramientas para tratar infecciones comunes.

El dato es una señal de alarma para la salud pública si no se revierte: en los últimos 19 meses, se aceleró diez años la resistencia a los antibióticos de bacterias que causan infecciones habituales en la comunidad y en los centros de atención, como infección urinaria, neumonía o sepsis, entre otras más. Eso aumenta la dificultad para controlarlas con el arsenal terapéutico disponible, según coincidieron referentes durante el XXI Congreso de la Sociedad Argentina de Infectología (SADI).

“Hacía 30 años que no contábamos con nuevas moléculas antimicrobianas y las nuevas no están cubriendo las necesidades de los mecanismos emergentes [de resistencia en estos gérmenes], por lo que hay que recurrir a combinaciones con fármacos más antiguos, que por lo general tienen efectos colaterales”, señaló Alejandra Corso, jefa del Servicio de Antimicrobianos del Instituto Nacional de Enfermedades Infecciosas de Anlis Malbrán.

A la vez, definió que la detección de cepas de las llamadas enterobacterias productoras de carbapenemasas (enzimas que inactivan antibióticos de amplio espectro, como los carbapenémicos, dentro de la familia de las penicilinas), “alcanzó niveles nunca vistos” en los centros de salud.

Esos patógenos incluyen, por ejemplo, Klebsiella pneumoniae, Acinetobacter baumannii o Enterobacter cloacae, que pueden causar complicaciones como bacteriemias, sepsis, neumonías o infección urinaria, entre otras dificultades, en los pacientes hospitalizados.

“El balance global del impacto de la pandemia de Covid en la resistencia antimicrobiana es negativo, pero no todo fue por Covid, sino que el Covid aceleró un proceso que ya se venía gestando en el país”, sostuvo Corso a partir del trabajo que viene haciendo con su equipo en el laboratorio regional de referencia para resistencia antimicrobiana de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Entre los factores que aceleraron ese proceso, se mencionaron a lo largo de distintas presentaciones presenciales o virtuales el aumento de la prescripción de antibióticos a pacientes con Covid, sobre todo en la primera ola, pero también en pacientes ambulatorios atendidos por teleconsultas. Se estima que al 60-70% de las personas internadas se indicaron antibióticos, lo que tras una alerta de Anlis Malbrán se corrigió para limitar esa prescripción a los casos graves mediante una recomendación que emitió el Ministerio de Salud de la Nación.

Otros factores que influyeron fueron la prolongación de las internaciones por las infecciones asociadas al cuidado de la salud (IACS) y un mayor uso de dispositivos (catéteres y asistencia respiratoria mecánica), el déficit inicial de equipos de protección personal (EPP) durante la primera ola, la derivación de recursos a la atención de Covid, la interrupción de la vigilancia de las infecciones por organismos multirresistentes, el alto nivel de estrés en el personal y la saturación del sistema.

El fin de semana pasado, la OPS emitió una alerta epidemiológica por un aumento en la región de las infecciones asociadas con el uso de dispositivos en las unidades de terapia intensiva (catéteres y ventilación mecánica) asociadas con esas enterobacterias, “posiblemente relacionados con el incremento del uso de antibióticos de amplio espectro en los pacientes con Covid-19”.

El texto incluye la alerta por la detección en Anlis Malbrán de un mecanismo combinado de resistencia (dos o más carbapenemasas), que luego siguieron Uruguay, Ecuador, Paraguay y Nicaragua.

Inicialmente, las medidas de prevención –higiene de manos, uso de barbijo y distanciamiento– con la reducción de las infecciones respiratorias estacionales, la disminución de la movilidad social y los viajes, el uso del EPP y una mayor adherencia al lavado de manos en el equipo de salud, la reducción de las cirugías que requerían profilaxis antibiótica y la separación de las áreas Covid podrían haber contrarrestado ese proceso.

“Sin embargo, el impacto fue negativo: el 70% de los pacientes con Covid-19 recibieron un tratamiento antibiótico, pero hubo un 4% de coinfecciones (una infección bacteriana adquirida en la comunidad junto con Covid al momento de la internación) y un 8-14% de infecciones secundarias (infección bacteriana o por hongos adquirida en el hospital durante la internación por Covid). Esta práctica de prescripción fue heterogénea en el país, pero uniformemente alta”, agregó Corso.

La preocupación entre los especialistas que monitorean estos patógenos ante este escenario cruzó de manera transversal las presentaciones durante las tres jornadas de la reunión anual de la SADI.

No dejaron pasar la oportunidad para alertar sobre el riesgo de que los equipos de salud se estén quedando con menos herramientas para tratar infecciones comunes por gérmenes que se están volviendo más resistentes.

“La situación es compleja”, evaluó Fernando Pasterán, del Servicio de Antimicrobianos de Anlis Malbrán. “Hay nuevos antibióticos que traerán cierto alivio, pero, en paralelo al aumento de la resisten- cia antimicrobiana, es necesario contar con esas moléculas. Si no, los gérmenes imposibles de tratar serán algo cotidiano y no queremos llegar a ese escenario –continuó–. Estamos en un punto de inflexión y hay que tomar conductas agresivas, pero consensuadas. Deberá ser un tema prioritario cuando se logre controlar la pandemia”.

Justo antes de la pandemia, en 2019, la Organización Mundial de la Salud (OMS) incluyó la resistencia antimicrobiana entre las 10 amenazas para la salud pública global. El G-20 Salud, la reunión de ministros de 24 países, la Unión Europea y la OMS en Mar del Plata, la consideró en 2018 entre las cuatro prioridades comunes, entre las que también figuró la preparación de los sistemas de salud para responder a las crisis y las pandemias.

El uso de antibióticos para tratar Covid en la primera ola, la prolongación de las internaciones y la utilización de catéteres explican la intolerancia de los fármacos.